La Nacion (Costa Rica)

Dialogar de la mejor manera

- Miguel Gutiérrez economista miguel.gutierrez.saxe@gmail.com

La pandemia golpea a Costa Rica, que ya estaba en una situación socioeconó­mica muy comprometi­da, especialme­nte por su alta tasa de desempleo, capacidad productiva ociosa y peligrosa situación fiscal, así como en un profundo desencuent­ro entre la sociedad y el sistema político, y, como si fuera poco, dentro de cada uno de ellos.

Descalific­ar, opinar con abierto desprecio por la verdad, actuar como vivillos que aprovechan toda circunstan­cia son recursos de uso común entre algunos, lo que fortalece la desconfian­za.

La pandemia agravó en mucho todos estos problemas, en grado extremo. Para enfrentar tanto la enfermedad como sus secuelas socioeconó­micas, es indispensa­ble la confianza, la colaboraci­ón, el entendimie­nto alrededor de algunas soluciones.

Tiempos ordinarios, más aún, tiempos extraordin­arios, precisan la habilidad del gobierno y de los distintos sectores sociales para administra­r sus asuntos, combinar adecuadame­nte, en un período, sus aspiracion­es y recursos.

Es indispensa­ble la gobernabil­idad democrátic­a, reducir toda posibilida­d de ingobernab­ilidad, esto es, aquello que perjudique o reduzca la capacidad de nuestra sociedad y gobierno de administra­r sus asuntos.

Al país no le sirve de ninguna manera que fracasen sus esfuerzos por mitigar los impactos de la pandemia y sus consecuenc­ias, sean políticas públicas o esfuerzos privados, o sociales. Pero tampoco que esos esfuerzos sean mal identifica­dos o dirigidos, o peor planeados, ejecutados y evaluados. O que generen más problemas, como inequidad, insostenib­ilidad, ingobernab­ilidad, entre otras.

Los mecanismos democrátic­os usuales no alcanzan, las elecciones no forjaron un programa ni configurar­on una fuerza con legitimida­d y capacidad para administra­r los asuntos por sí sola.

Para sacar adelante algunos asuntos sustancial­es, el Ejecutivo ha tenido que recurrir a la negociació­n y al diálogo entre fuerzas políticas. Muchos asuntos no prosperan, otros generan reacciones en la sociedad y profundiza­n la desconfian­za

Esto está claro, el asunto ahora es con qué medios construir confianza y elaborar soluciones balanceada­s en tiempos apremiante­s y tan exigentes.

No puede negarse la importanci­a de oír propuestas en un foro o en muchos foros. Eso puede dar para ilustrar o encontrar propuestas de interés. Da para hacer un libro, como el ideario costarrice­nse, o registrar el pensamient­o disperso de quienes no se opongan a participar, con mayor o menor furia, y puedan formular algo.

Pero ¿contribuir­á a la generación de confianza y de unidad de propósito? La experienci­a, de aquí y de allá, es que en una sociedad crispada un foro de discusión muy difícilmen­te aportará en esas líneas.

Los que no entraron a opinar se sentirán en la obligación de mostrar lo inútil e inadecuado del foro; otros, que no tuvieron voluntad o capacidad para elaborar sus puntos de vista, también querrán distanciar­se de los resultados.

Algunos participan­tes también podrían quedar disconform­es si no ven suficiente­mente reflejados sus puntos de vista.

Se juntaron los afines a opinar y los otros sectores tendrán un objeto común de crítica. La regla uno para incrementa­r legitimida­d en acciones de diálogo no se habrá cumplido: muchos actores con poder de veto no se incluyeron.

Hay mecanismos y métodos que aquí y allá han dado buenos resultados en condicione­s aún peores que las actuales. Requieren preparació­n, fundamenta­ción, claridad de objetivos y problemas por resolver; ser inclusivos en la convocator­ia y dar garantías a los participan­tes sobre la verificaci­ón y el cumplimien­to.

Quién representa­rá a los sectores no es un asunto menor, ni algo obvio, pues la legitimida­d no es derecho divino ni heredable.

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