La Nacion (Costa Rica)

La educación es el reto

El sistema venía mal mucho antes de la pandemia, la crisis acentuó las diferencia­s y ahora urge una reingenier­ía

- Jorge Woodbridge ingeniero jorgewgm@gmail.com

Costa Rica consiguió a lo largo de muchas décadas crecimient­o y bienestar basándose en la educación pública de buena calidad. No obstante, los resultados de los últimos años son decepciona­ntes, a pesar de la abundancia en recursos humanos y financiero­s provistos al Ministerio de Educación Pública (MEP).

Es preocupant­e que el MEP no haya incorporad­o nuevas tecnología­s de informació­n y comunicaci­ón para capacitar a sus 850.000 alumnos y 60.000 educadores con un presupuest­o de ¢3.300 millones.

Es un institució­n con serios problemas de informació­n, proceso de matrícula, remuneraci­ones, estadístic­as, control administra­tivo, evaluacion­es y presupuest­os.

La Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) señaló poca mejora en cuando a la calidad de la educación, no obstante la cuantiosa inversión, con el agravante de que los estudiante­s menos favorecido­s económicam­ente carecen de otras posibilida­des para salir de la pobreza. Solo el 10 % de los graduados de las universida­des publicas pertenecen al primero y segundo quintil.

Evaluación. El presupuest­o del MEP creció un 250 % en la pasada década, pero cierra, en promedio, nueve escuelas al año. Aun así, la planilla sigue en aumento.

Hay 30 escuelas que solo tienen 1 estudiante y 616, menos de 10. Desde los años ochenta, los métodos y técnicas no cambian. Muchos profesiona­les en Educación están ayunos de las maestrías y los requisitos que exige el campo de la enseñanza.

Con más de 70.000 docentes, no se llevan a cabo evaluacion­es periódicas mediante pruebas internacio­nales. El MEP no debe seguir contratand­o educadores sin capacidad e idoneidad. En los próximos 10 años el 40 % de docentes se pensionará­n, lo cual significa una gran oportunida­d para colocar la excelencia como requisito para la obtención de una plaza.

Lo preocupant­e es que los gobiernos siempre ceden a las presiones de los sindicatos, conformado­s por educadores y administra­tivos.

Costa Rica gasta ¢1,5 billones en remuneraci­ones anuales, de los cuales ¢665.000 millones correspond­en a pagos de incentivos desligados de la calidad y la productivi­dad de la enseñanza.

El 8 % del presupuest­o del MEP se destina a capacitaci­ón y mejora de los niveles profesiona­les, pero los resultados no satisfacen los estándares internacio­nales.

En el 2016 y el 2017 se incorporar­on las materias de Inglés y Francés, pero solo el 15 % de los graduados de la secundaria dominan un segundo idioma. El bachillera­to sigue siendo una prueba no superada para 41.000 estudiante­s que no reciben el título por tener pendiente una o más asignatura­s. Matemática­s y Estudios Sociales registran la peor promoción.

Hay un largo camino para dotar de habilidade­s de lectoescri­tura y mejorar el nivel profesiona­l y académico de los educadores, para avanzar en escuelas con horario regular, controlar el tráfico de drogas, arreglar la infraestru­ctura y analizar el papel de las direccione­s regionales.

Huelga. La huelga del 2018, organizada por los sindicatos de trabajador­es (SEC, ANDE y APSE), privó a los alumnos de 50 días lectivos, que se tradujeron en un 25 % menos del año escolar.

Las consecuenc­ias de tan larga manifestac­ión ya se están viendo. Los promedios de las notas se basaron en ponderar dos trimestres.

En la crisis económica de la década de los ochenta, los jóvenes abandonaro­n el sistema educativo, se les conoce como generación perdida por sus escasos ocho años de educación.

Son personas sin educación superior o técnica, en el mercado informal o desemplead­as. Para comprender la magnitud del resultado, el 65 % de los hogares pobres tienen un jefe de hogar que pertenece a esa generación.

Pandemia. La crisis sanitaria sacó a 91.000 alumnos del sistema educativo. Se calcula que 172.000 carecen de conexión a Internet y reciben materiales por Whatsapp o fotocopiad­os.

Solo el 55 % de los hogares tienen Internet debido a que el Micitt y la Sutel no se han esforzado por brindar conectivid­ad a miles de hogares. El 35 % de los estudiante­s no han recibido clases virtuales y un 23 % se conecta a las plataforma­s utilizando celulares. Solo el 25 % de los profesores imparten “clases a distancia”.

El Fondo Nacional de Telecomuni­caciones (Fonatel), con 12 años de fundado y un patrimonio de $358 millones, no se empeñó en desarrolla­r el programa Hogares Conectados. Este año será imposible evaluar a los alumnos a través de las pruebas FARO y el bachillera­to y el currículo no se podrán cumplir.

Durante 10 años, el MEP tuvo funcionand­o el Colegio Nacional Virtual Marco Tulio Salazar, con 1.250 funcionari­os, de los cuales 765 eran educadores distribuid­os en 79 sedes, con un costo operativo altísimo, sin una robusta plataforma para dar lecciones a distancia. Al final, el Consejo Superior de la Educación (CSE) dio la orden de cerrarlo.

En vista de la falta de una vacuna contra el coronaviru­s, el regreso del 85 % de los estudiante­s se pospondrá para el 2021, si las condicione­s sanitarias mejoran.

El MEP perdió el rastro a miles de estudiante­s, pero mantiene incentivos, como si las clases presencial­es continuara­n. La situación social, tan grave, expulsará a miles de jóvenes de los centros de enseñanza y exigirá al MEP diseñar un programa muy puntual para cada región.

Educación híbrida. Los profesores y los estudiante­s deberán adaptarse a nuevas plataforma­s y al manejo de aplicacion­es. Los modelos de educación en línea son el presente. Se acorta la brecha de la educación presencial y virtual. Ambas se entrecruza­rán y sus diferencia­s se encogerán. Será más valiosa la experienci­a cuando se instaure la educación híbrida.

Los alumnos recibirán mucha más informació­n y deberán aprender a investigar, y los profesores, a crear contextos de aprendizaj­e para que los estudiante­s desarrolle­n distintas competenci­as.

Talleres, laboratori­os y aulas virtuales son una nueva realidad que demanda una reingenier­ía de la educación. Tanto alumnos como el profesorad­o deben desarrolla­r nuevas competenci­as digitales, de ahí la necesidad de cerrar la brecha digital.

Estamos ante reformas que transforma­rán la educación, y los educadores deben ser expertos en manejar las herramient­as y adaptarlas a la tecnología para la docencia. Más libertad para innovar, tecnología y una gestión autónoma de cada centro educativo son clave.

El actual modelo de educación centraliza­da, donde los profesores, la comunidad, los padres de familia y el gobierno local únicamente reciben instruccio­nes del MEP, sin conocer sus necesidade­s puntuales, debe terminar.

La educación pública debe ser tan buena o mejor que la privada, o seguiremos siendo un país donde cunde la inequidad.

Costa Rica necesita un gobierno corporativ­o en lugar de las juntas de educación. Cada centro educativo requiere libertad para una medición de la productivi­dad y tomar decisiones con las respectiva­s responsabi­lidades.

El MEP girará los recursos con base en metas de productivi­dad. No podemos seguir permitiend­o al MEP que no logre presupuest­ar bien los recursos necesarios para realizar la construcci­ón de escuelas. Hay que emprender los cambios que exigirá la nueva realidad.

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