Vuelta atrás
Durante largo tiempo he tenido en mente una poesía que atribuyo a Dickinson, la he buscado, pero no la encuentro
Es natural que, dadas las presentes circunstancias, me venga a la cabeza la figura de la reclusa perpetua, la poeta estadounidense Emily Dickinson (1830-1886).
Uno de sus amigos, que tuvo correspondencia con ella durante muchos años, pero que solo la vio en un par de ocasiones cara a cara, dice que era una reclusa por temperamento y hábito, que ciertamente gastó años sin ir más lejos que la puerta de calle, y muchos más durante los que sus caminatas se limitaron estrictamente a los jardines de la casa de su padre.
A esta cruda reclusión sometió también su obra poética. A pesar de su abundancia, con gran dificultad fue persuadida de publicar, durante su vida, acaso tres o cuatro poemas.
“Yo nunca he visto un páramo, / yo nunca he visto el mar”, escribe en uno de ellos; pero su imaginación o su sensibilidad suplían su inexperiencia: a pesar de esto, agrega, “sé cómo es el brezo / y el rizo de las olas”.
Cuando le reclamo a mi memoria inexactitud o error, me contesta que no todo tiene que ser verdad. Puro sentido común.
Durante largo tiempo he tenido en mente una poesía que atribuyo a Dickinson: en ese texto, la poeta, ya muerta, regresa a casa mucho tiempo después y se dispone a llamar a la puerta, pero piensa cuánto y cómo habrán cambiado sus seres queridos, si todavía viven ahí: ¿Conservarán su recuerdo, la reconocerán, cómo la recibirán? Temerosa de lo que pueda encontrar, se retira sin llamar.
Ese texto, ¿lo escribió realmente Dickinson? ¿Es, más bien, obra de otro autor? ¿Es así, como lo digo? ¿Es cierto que existe, aunque con un matiz, un sesgo o un sentido diferentes? Tal vez, simplemente lo he inventado yo.
La verdad es que lo he buscado por años en diferentes ediciones de su poesía reunida, y o lo he pasado por alto o el poema no se debe a ella, pero no lo he encontrado.
En fin, los enlaces asociativos de la memoria son de lo más engañosos, pero, sobre todo, son exasperantes. Este es el motivo por el cual escribo esto: hay un estrecho margen de probabilidad de que alguien que lo lea, con mejor seso, me ayude a salir de la incertidumbre.