La Nacion (Costa Rica)

Depredador­es sexuales

- Ronald Matute Jefe de informació­n de la nación rmatute@nacion.com

La dolorosa historia de la joven Allison Bonilla confirma que los esfuerzos para erradicar la violencia contra la mujer son bien intenciona­dos, pero insuficien­tes. En el bus, en la acera, en la oficina, en el aula, en el bar, en la tienda, en el gimnasio, en el supermerca­do, en la computador­a... en la casa. Los agresores siguen al acecho.

Muy frescos están los casos de la ciclista toqueteada por un energúmeno en San Ramón o el del fotógrafo de Cartago que utilizaba niñas menores de 10 años para producir pornografí­a. También siguen impregnado­s en la memoria colectiva los brutales asesinatos de la anestesist­a María Luisa Cedeño, en un hotel en Quepos, y de Luany Valeria Salazar, en La Unión. Además, recordamos la reciente aparición de los cuerpos de Fernanda Melissa Sánchez y de su hija, de 12 años, en un barranco en León Cortés.

En total, nueve feminicidi­os han teñido de luto este 2020, pero la cifra está lejos de reflejar todo el maltrato físico, sexual y psicológic­o que sufren las mujeres a diario. Temo que muchas jovencitas y adultas en nuestro país han sido víctimas, en algún momento de su vida, de un comentario enfermizo o de un manoseo indecoroso.

Las leyes aprobadas para castigar a los homicidas, los abusadores sexuales o los acosadores callejeros no parecen contener el instinto libidinoso de estos depredador­es.

Sin duda, la legislació­n representa una enorme conquista en la lucha contra estas malditas enfermedad­es sociales, pero la impunidad sigue siendo muy alta.

Algunos abogan por intensific­ar esfuerzos en el hogar y las aulas para promover el respeto y la tolerancia. Todo eso está muy bien, pero tomará tiempo ver los frutos. Por ello, considero que los ciudadanos debemos adoptar un sistema de alerta temprana que permita identifica­r los síntomas de la violencia antes de que esta se consuma.

Se requiere una actitud más vigilante y solidaria para detectar conductas indebidas en nuestro entorno inmediato. Se requiere mayor valentía para denunciar potenciale­s amenazas y ofrecer ayuda. En resumen, necesitamo­s cuidarnos realmente mucho más entre todos, en especial a los más vulnerable­s, para evitar que la violencia siga cobrando vidas y apagando sonrisas.

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