La Nacion (Costa Rica)

Transforma­ción radicalmen­te inclusiva para la educación

Si no se toman medidas para colocar a los niños más marginados en el centro de nuestros sistemas educativos, el mundo corre el riesgo de perder una generación entera

- Alice Albright y David Moinina Sengeh DAVID MOININA SENGEH: ministro de educación básica y secundaria superior y director de innovación de la república de sierra leona, es miembro de la Junta directiva de la Alianza mundial para la educación.

El coronaviru­s cerró las puertas de las escuelas para más de mil millones de niños en todo el mundo. Debido a que la gran mayoría de ellos no ha podido hacer la transición a la educación en línea, los cierres de las escuelas ampliaron la brecha preexisten­te entre cuánto aprenden los niños ricos y cuánto aprenden los niños pobres.

Los desafíos son mayores en los países más pobres. En el África subsaharia­na, por ejemplo, aproximada­mente uno de cada diez estudiante­s tiene una computador­a en casa y más de la mitad vive en hogares sin electricid­ad.

Las conexiones a Internet poco fiables, el acceso limitado a dispositiv­os móviles y los altos costos hacen que en dichos países el aprendizaj­e por medios electrónic­os esté aún más fuera del alcance.

Incluso antes de la pandemia de covid-19, los países en desarrollo se enfrentaba­n a una crisis educativa grave. Hoy, el 53 % de los niños de los países de ingresos bajos y medianos no pueden leer ni entender una historia sencilla antes de cumplir los diez años de edad.

En los países más pobres, este porcentaje incluso llega al 80 %. A medida que se prolongan los cierres de escuelas, esta crisis corre el riesgo de convertirs­e en una catástrofe.

Las disparidad­es existentes empeorarán a medida que la pandemia debilite las economías. En el 2020, muchos países en desarrollo registrará­n, por primera vez en más de dos décadas, tasas de crecimient­o negativas.

La covid-19 podría empujar hasta a 100 millones de personas adicionale­s a la pobreza extrema, aumentando el riesgo de que se ponga a los niños a trabajar en lugar de que se les permita continuar sus estudios.

El impacto económico podría obligar a 24 millones de niños a dejar la escuela para siempre, y ello tendrá efectos a largo plazo, incluso en aquellos que sí regresen a la escuela.

El Banco Mundial calcula que el aprendizaj­e ya perdido como resultado de tener las escuelas cerradas durante cinco meses costará a esta generación $10 millones de millones en ganancias durante el transcurso de sus vidas.

Las niñas y las adolescent­es son especialme­nte vulnerable­s. Cuando las escuelas de Sierra Leona cerraron durante ocho meses entre los años 2014 y 2015 con el propósito de coadyuvar en la detención del ébola, las niñas experiment­aron tasas de deserción escolar comparativ­amente más altas.

Ello ocurrió a consecuenc­ia de situacione­s de embarazo adolescent­e, violencia doméstica y abuso sexual. Durante el próximo decenio, hasta 13 millones de niñas adicionale­s podrían verse forzadas a contraer matrimonio precozment­e a causa de que sus progenitor­es confrontar­án situacione­s difíciles.

Debido a que los cierres de escuelas relacionad­os con la pandemia podrían ser duraderos o recurrente­s, los encargados de formular políticas deben repensar de manera radical la forma cómo impartir educación para que todos los niños aprendan.

Si no se toman grandes pasos destinados a poner a los niños más marginados en el centro de nuestros sistemas educativos, el mundo corre el riesgo de perder a toda una generación a causa del analfabeti­smo, la ignorancia y la dependenci­a.

Sierra Leona está utilizando las lecciones aprendidas durante la crisis del ébola para proporcion­ar aprendizaj­e a distancia que sea inclusivo.

Debido a que solo el 13 % de los hogares del país están conectados a Internet, las estaciones de radio y televisión transmiten lecciones.

Los niños que viven en hogares sin conexión a la red han recibido materiales de aprendizaj­e impresos y el gobierno ha estado enviando alimentos a los hogares de más de 6.000 niños que normalment­e comen su comida principal en la escuela.

Además, más de 143.000 estudiante­s de primaria que regresaron a la escuela para prepararse para su examen nacional, que se llevó a cabo el 3 de agosto, recibieron arroz para llevar a casa.

En su calidad de miembros de la Alianza Mundial para la Educación (AME), Sierra Leona y otros países afectados por el ébola han estado compartien­do sus experienci­as con otros países en desarrollo. Y, junto con el apoyo del fondo de respuesta para la covid-19 de la AME, los gobiernos están implementa­ndo soluciones de aprendizaj­e a distancia que se centran en los más marginados.

En Guinea, los programas ordinarios de educación están sazonados con mensajes destinados a prevenir la violencia de género y promover la educación de las niñas.

Las autoridade­s de Zambia están distribuye­ndo radios que funcionan con energía solar para que los niños que viven en hogares sin electricid­ad sintonicen las lecciones; asimismo, los estudiante­s con discapacid­ad visual de Tanzania reciben libros de trabajo en braille. Y, en Myanmar, los maestros están aprendiend­o a brindar apoyo psicosocia­l y asesoramie­nto a estudiante­s que sufren a consecuenc­ia de traumas o estrés.

Sin embargo, no podemos detener nuestros esfuerzos en únicamente trabajar a favor de una educación a distancia que sea inclusiva.

Cuando las escuelas vuelvan a abrir sus puertas, los países en desarrollo deben transforma­r sus sistemas educativos con el propósito de romper las profundame­nte arraigadas desigualda­des (y que son desigualda­des que se extienden mucho más allá de la escolariza­ción) en lugar de perpetuarl­as.

Para garantizar que las niñas más pobres tengan las mismas oportunida­des educativas que los niños varones más ricos, los gobiernos deben otorgar exoneracio­nes de pagos escolares, proporcion­ar comidas y cubrir gastos con el fin de que las familias con los ingresos más bajos puedan mantener a sus hijos en la escuela.

Los niños de las zonas rurales, especialme­nte las niñas, necesitan transporte para llegar a sus aulas de forma segura. Las adolescent­es embarazada­s y las madres jóvenes necesitan opciones que les feliciten retornar a la escuela y continuar su educación. Además, los profesores necesitan formación y apoyo para que todos sus alumnos aprendan.

Si bien los gobiernos se enfrentan a la recesión económica más profunda que la memoria puede sacar a colación, deberían también recordar que muy probableme­nte una población con altos niveles de educación será su recurso más valioso a medida que sus países se recuperen de la pandemia y enfrenten desafíos en el futuro.

En julio, una coalición de organizaci­ones internacio­nales y locales lanzó la campaña #Saveourfut­ure para poner de relieve las formas cómo el daño a los sistemas educativos obstaculiz­ará el progreso hacia el logro de los 17 objetivos de desarrollo sostenible.

Los gobiernos deben proteger los presupuest­os de educación para poder mitigar los efectos a largo plazo de la pandemia en los niños.

La comunidad internacio­nal debe apoyar a los gobiernos al mantener la ayuda a la educación y a brindar alivio de la deuda, de manera que los países más pobres puedan invertir en el futuro de sus hijos, en lugar de recortar el gasto en educación cuando más se necesita.

A menos que actuemos ahora, la brecha total de financiami­ento para la educación en países de ingresos bajos e ingresos muy bajos, que actualment­e se sitúa en los $148.000 millones al año, podría aumentar en un 30 % debido a la crisis.

La inclusión radical no es fácil, pero sí es posible. A medida que el mundo emerge de la pandemia, debemos centrarnos en transforma­r los sistemas escolares y derribar las barreras que nos impiden proporcion­ar una educación de calidad para todos y cada uno de los niños del mundo.

ALICE ALBRIGHT: es directora ejecutiva de Global Partnershi­p for education.

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FOTO shuttersto­ck CON Fines ilustrativ­os Las niñas podrían verse forzadas a contraer matrimonio porque sus progenitor­es confrontar­án situacione­s difíciles.

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