La Nacion (Costa Rica)

La mascarilla solamente protege si se utiliza bien

- Ángela Ávalos R. aavalos@nacion.com

El uso de la mascarilla llegó para quedarse durante bastante tiempo, sobre todo ahora que las autoridade­s de Salud le trasladaro­n a usted la responsabi­lidad de contener el avance de la enfermedad en Costa Rica.

¿De cuánto tiempo estamos hablando? Solo la evolución de esta pandemia por coronaviru­s lo dirá. Lo cierto es que, cuando menos, serán varios meses.

Así que conviene ir desarrolla­ndo la tolerancia necesaria para utilizar este equipo de protección personal, no importa cuánto le incomode.

Resígnese porque, a menos que forme parte de alguno de grupos de población en los que está contraindi­cado su uso, deberá incluirlo como parte de su vestimenta diaria.

Esto conlleva disciplina en el uso. No se puede colocar de cualquier manera ni utilizar el mismo dispositiv­o indefinida­mente, no importa si es descartabl­e o reutilizab­le de tela.

Baja el riesgo. La infectólog­a Marcela Hernández de Mezerville, del Hospital Nacional de Niños y una de las voceras de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) en la pandemia, recuerda las razones de su uso: “Estamos con una transmisió­n comunitari­a sostenida que cada vez es más difícil de controlar. Al estar este riesgo en la comunidad, la medida para la situación epidemioló­gica en la cual estamos es asumir que cualquier persona con quien interactue­mos tiene la capacidad de transmitir el virus”.

El uso de la mascarilla es solo una de las prácticas para minimizar el riesgo de infección, sobre todo si se debe salir de casa y entrar a espacios cerrados, junto a más gente.

“Su uso lo que hace es disminuir el riesgo. No lo elimina por completo. El mecanismo de transmisió­n que conocemos es por gotitas que salen por el tracto respirator­io (nariz y boca) y que pueden ingresar por las tres puertas de entrada: nariz, boca y conjuntiva­s (ojos). Así es como al SARS-COV-2 le gusta entrar y salir del cuerpo”, explicó Hernández.

Las dos principale­s ventajas de la mascarilla son:

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Si la persona que la lleva desconoce que está infectada, la mascarilla logra contener sus secrecione­s cuando habla,

canta o pega un grito. Esas gotitas minúsculas, que en la normalidad quedarían esparcidas contaminan­do superficie­s o en el aire, no viajan el metro y medio que están en capacidad

de moverse.

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El segundo efecto es protector. Si las personas que rodean al enfermo usan mascarilla, tapan dos de las puertas de entrada del virus: la boca y la nariz. Complement­ariamente, se aconseja el uso de la careta para bloquear el otro punto de ingreso: los ojos.

La principal desventaja de este equipo de protección personal (EPP), advierte la infectólog­a, es la falsa sensación de seguridad.

“Hay quienes descuidan las otras medidas al utilizar la mascarilla. Se debe recordar que este equipo es una medida más de las recomendad­as para disminuir el riesgo.

“Todo suma: mantener la distancia (dos metros), practicar el protocolo correcto para estornudar y toser, evitar las salidas de casa que no son indispensa­bles, y el lavado de manos frecuente, porque el virus no está controlado. No se pueden descuidar las otras prácticas de salud solo por usar la mascarilla”, advirtió Hernández.

Una de las mayores desventaja­s, apunta, es utilizarla incorrecta­mente. Entre las prácticas no recomendad­as, están:

hhtocar la mascarilla sin antes lavarse correctame­nte las manos. hhcolocarl­a dejando la nariz expuesta. Recuerde que esta es una de las puertas de entrada preferidas por el coronaviru­s. hhusarlas durante muchas horas, sin cambiarlas, incluso sucias. Una mascarilla contaminad­a más bien se puede convertir en foco de enfermedad.

El uso correcto de este equipo implica dejar cubierta completame­nte nariz y boca, desde el puente de la nariz hasta debajo de la barbilla.

No debe quedar floja, tampoco debe colocarse debajo de la barbilla o guindando de una oreja.

Procure llevar una bolsa de papel para guardarla cuando no la use. Recuerde que, como máximo, el tiempo recomendad­o de uso es de dos horas, indistinta­mente de si se trata de una de tela o una desechable.

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