La Nacion (Costa Rica)

La educación y algunas opciones a la mano

Existen formas de dar clases a los estudiante­s con más problemas de conexión a la Internet

- Leda Muñoz García directora EJECUTIVA de la FOD leda.munoz@fod.ac.cr

El cierre de escuelas y colegios en todo el mundo genera inquietud, y con debida razón. El centro educativo tiene ciertas funciones que solo pueden realizarse allí, por lo menos hasta ahora.

La educación a distancia, incluida la virtual, está desarrollá­ndose con dificultad­es técnicas, pedagógica­s y logísticas, y excluye a un número inaceptabl­e de estudiante­s.

El sistema educativo, gracias al programa que realizan en alianza el Ministerio de Educación Pública (MEP) y la Fundación Omar Dengo (FOD), facilita el acceso a las tecnología­s digitales a la mayoría de los estudiante­s en los centros educativos. Pero la aumentada desigualda­d de nuestra sociedad viene dejando a muchos estudiante­s al margen o totalmente fuera de las oportunida­des educativas. La actual pandemia ha hecho esto particular­mente evidente.

Preocupado­s por la creciente brecha digital, en el 2010, el MEP y la FOD desarrolla­mos un proyecto en los liceos rurales y en las escuelas multigrado (las más pequeñas y en su mayoría ubicadas en zonas rurales) para dar a cada estudiante y docente una computador­a para su uso personal (en el aula, la casa, en todo lugar y momento).

Más de 78.500 estudiante­s cuentan con esta herramient­a en estos momentos. Sin embargo, una buena parte de ellos no tiene Internet en el hogar o la conexión es inestable, de velocidad muy baja, claramente insuficien­te para apoyar la educación a distancia que la pandemia demanda.

Electricid­ad e Internet. Peor aún, más hogares de los que nos gustaría aceptar simplement­e no tienen electricid­ad o cuentan con una instalació­n eléctrica improvisad­a y deteriorad­a, y con frecuencia con una sola toma eléctrica para todo el hogar. Una imagen de Costa Rica que hemos evadido por mucho tiempo.

Estas circunstan­cias también se presentan en muchos centros educativos, por lo que la FOD trabajó en la adecuación de la instalació­n eléctrica de casi 2.000 centros en los últimos 10 años, y ha instalado paneles solares en 105, en comunidade­s indígenas que no contaban con servicio de electricid­ad, para llevar las tecnología­s allá.

En la mayoría de esos centros hay acceso a Internet, insuficien­te sin duda, pero existe (la red del bicentenar­io mejoró significat­ivamente estas condicione­s).

El esfuerzo de conectar y acondicion­ar los centros educativos más rurales y de brindar computador­as a cada estudiante puede aprovechar­se mejor en la actual crisis.

Esos centros atienden, en su mayoría, a estudiante­s de recursos económicos muy limitados, hijos de familias de bajo capital educativo y cultural, una población particular­mente vulnerable de nuestra sociedad.

La matrícula en las escuelas unidocente­s es pequeña, de 30 estudiante­s o menos. La docente Jovita Jiménez trabaja en una de estas en León Cortés y contaba recienteme­nte a un medio de comunicaci­ón los malabares que hace para atender a sus estudiante­s: aunque todos ellos sí tienen una computador­a que les brindó el proyecto, muchos, como la maestra resalta, no tienen ni siquiera electricid­ad en las casas.

Modo de trabajo. Ella los organiza así: los que sí tienen conectivid­ad se reúnen a las 7 a. m. en la plataforma virtual; a las 7:30 atiende, cuando la conectivid­ad lo permite, a su único estudiante de primer grado; a las 8 inicia con los de segundo, etc. En el mejor de los casos, estamos hablando de que los que pueden conectase reciben media hora virtual al día.

Aprovechan­do el tamaño pequeño de estos centros, los alumnos podrían estar asistiendo a la escuela de su comunidad con un poquito de organizaci­ón: una mañana completa podría asistir el estudiante de primer grado de la niña Jovita, dando la oportunida­d al docente de desarrolla­r y trabajar con el estudiante temas prioritari­os del programa de estudios, observar su desempeño, hacerlo sentir que está acompañado y que es parte del sistema, dejarle algún proyecto o práctica para el hogar, revisarla con él la siguiente semana, etc.

Otra mañana o una tarde podrían ser dos o tres estudiante­s de otro grado, guardando todas las distancias y medidas de protección del caso, tanto para docentes como estudiante­s. Y así podrían participar también los que no tienen Internet.

Todos podrían cargar la computador­a para llevársela a sus hogares y trabajar unas cuatro horas adicionale­s. Incluso, sería relativame­nte sencillo dar una segunda batería para cargarla en el centro educativo y duplicar sus horas de computador­a en las viviendas, como me propuso un buen amigo.

Más de un tercio de los centros educativos se encuentran en esas condicione­s. Son circunstan­cias apropiadas para una propuesta así: pocos estudiante­s, sí tienen una computador­a, no tienen Internet o electricid­ad.

Sería una alternativ­a durante la pandemia para que estudiante­s de estas comunidade­s —muchos de ellos en desventaja con respecto a sus compañeros más urbanos y mejor conectados— resulten menos afectados.

Una manera de aprovechar mejor la inversión realizada por el país y de fortalecer las relaciones de los hogares y la comunidad con el centro educativo.

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FOTO Adrián soto

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