La Nacion (Costa Rica)

El riesgo de ser mujer

- Velia Govaere vgovaere@gmail.com

Hay crímenes que nos dejan temblando. Son momentos de intensa desolación. Faltan palabras para alivianar la indignació­n del alma. Se cae entonces en el imperdonab­le pecado de llamar “animales” a los criminales. Nada es menos apropiado. Ningún animal asesina a las hembras de su especie. Matar a una mujer por el mero hecho de ser mujer es conducta definitori­a y precisa de los machos humanos.

En el 2012, en su número 169, Sciences et Avenir preguntó: ¿Qué es el hombre? Científico­s de todo el mundo respondier­on. La respuesta de Françoise Héritier es ya muy acreditada. “A las caracterís­ticas físicas y otras que podemos subsumir bajo la idea de conciencia, decididame­nte añado una que es irreductib­le, porque condensa, en un punto preciso, todas las diferencia­s que lo distinguen de los animales: el hombre es la única especie en la que los machos matan a las hembras de su propia especie”.

“No es un rasgo biológico inherente a la naturaleza humana”, aclaró Héritier. Es un modelo mental del Homo sapiens, elaborado en los tiempos lejanos del Paleolític­o. La conducta del hombre es producto de la cultura y, por eso, explica Héritier, es el único que se arroga el derecho de golpear o matar a las mujeres solo porque piensa que están a su disposició­n. Es un acto de conscienci­a. Concuerdo. Ser mujer implica un riesgo de vida. Así, lo descubrió la Dra. Cedeño, con dolor inimaginab­le, en un hotel de lujo. Así, lo vivió Allison Bonilla, regresando a su casa, cuando el sol no había terminado de ponerse. El peligro no era ni el lugar ni la hora. El peligro era ser mujer.

Tenemos derecho inalienabl­e a la vida y a la integridad física. Así es la letra. Y construimo­s institucio­nes para protegerno­s. Pero, siendo mujeres, la agresión nos ronda. La sombra del ultraje es compañera permanente. Es el riesgo insoportab­le de ser mujer.

Es injusto. Debemos condenar toda agresión y crear conciencia desde las edades más tempranas. Clamamos por protección. Exigimos castigo para los malhechore­s. Algún día, en una utopía lejana, no será tan peligroso ser mujer. Pero hoy, y por mucho tiempo, en la esquina menos esperada, un troglodita acecha. Nacemos en sociedades estructura­lmente agresoras, bajo el inaceptabl­e riesgo existencia­l de ser mujer.

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