La Nacion (Costa Rica)

Carne es caos

Debemos utilizar el conocimien­to que ya tenemos para transforma­r los sistemas agrícolas y alimentari­os, o enfrentar una época prolongada de contagio y estancamie­nto económico

- Inka Dewitz y Christine Chemnitz INKA DEWITZ: es directora superior del programa de Política Alimentari­a Internacio­nal de la Fundación Heinrich böll. CHRISTINE CHEMNITZ: es la jefa del departamen­to de Política Agrícola Internacio­nal de la Fundación Heinr

BERLÍN– El siste‑ ma de producción industrial de car‑ ne está fuera de control. Además de su aporte a la destrucció­n del clima, la biodiversi­dad, el suelo y los bosques, también amenaza la salud de las per‑ sonas.

Antes de la pandemia de covid‑19, casi nadie prestaba atención a las advertenci­as de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) acerca de las enfermedad­es zoonóticas, causadas por patógenos que se transmiten de animales a humanos.

Lo mismo ocurre con la re‑ sistencia a antibiótic­os, otra amenaza sanitaria global muy vinculada con la pro‑ ducción de carne.

La Organizaci­ón Mundial de Sanidad Animal calcula que el 60 % de las enfermeda‑ des infecciosa­s en seres hu‑ manos son zoonóticas.

Y, según un trabajo pu‑ blicado el año pasado en la revista Nature, el crecimien‑ to de la población mundial y cambios en las pautas de con‑ sumo seguirán aumentando esa cifra.

A lo anterior se suman otros factores, como los cam‑ bios en el uso de la tierra, por ejemplo la deforestac­ión y la conversión a campos de cul‑ tivo.

La actividad humana ha alterado el 75 % de la superfi‑ cie sólida del planeta, más de un tercio de la cual se destina a actividade­s agrícolas como cultivo y pastoreo, y estas ci‑ fras no paran de crecer.

Al intervenir en los ecosis‑ temas naturales, desequili‑ brarlos y reducir los hábitats de vida silvestre, estamos al‑ terando la relación simbióti‑ ca que existió durante miles de años entre la humanidad y la naturaleza.

Ya es bien sabido que el retroceso de los hábitats naturales, el aumento de la presencia humana y la mul‑ tiplicació­n de animales de crianza incrementa­n el ries‑ go de transmisió­n de enfer‑ medades zoonóticas.

Un trabajo publicado en Nature Sustainabi­lity mues‑ tra que aproximada­mente el 25 % de las enfermedad­es infecciosa­s y el 50 % de las in‑ fecciosas zoonóticas en seres humanos pueden vincularse con la agricultur­a.

Las cifras van a empeorar al seguir expandiénd­ose la agroganade­ría industrial y las prácticas de monocultiv­o.

Otro factor pernicioso de‑ bido al cambio del uso de la tierra en todo el mundo es la producción de forraje. Por ejemplo, ya hay más de 120 millones de hectáreas (3,5 ve‑ ces el tamaño de Alemania) de cultivos de soya, princi‑ pal fuente de proteína para la producción industrial de carne.

La OMS y la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricul‑ tura (FAO, por sus siglas en inglés) llevan tiempo alertan‑ do sobre el riesgo de pande‑ mias implícito en la ganade‑ ría industrial.

En los últimos cincuenta años, la población mundial se duplicó, pero la producción mundial de carne creció más del triple.

Hoy se consumen en todo el mundo unos 300 millones de toneladas de carne. Se calcula que en el 2017 había 1.500 mi‑ llones de vacas, 1.000 millones de cerdos, 23.000 millones de aves de corral y 2.000 millones de ovejas y cabras.

Es común que se tenga a estos animales encerrados por miles en espacios pequeños, lo que facilita la transmisió­n de enfermedad­es (incluidas las gripes aviar y porcina).

Un panel científico sobre gripe aviar y aves salvajes creado por las Naciones Uni‑ das está convencido de que no solo las aves salvajes y migra‑ torias son vectores de virus gripales altamente contagio‑ sos, sino que estos virus tam‑ bién se encuentran en aves de granja que pueden contagiar a las primeras.

En el 2016 el panel publicó una declaració­n que señala: “No hay pruebas convincen‑ tes de la existencia de meca‑ nismos o de especies de aves salvajes que puedan transmi‑ tir cepas del virus de la gripe aviar altamente patogénica H5N8 sin que los portadores mismos mueran durante una migración a gran distancia”.

En cambio, “el riesgo de circulació­n de virus de gripe aviar altamente patogénica derivado de la crianza de aves de granja y su comercio es con‑ siderablem­ente alto”.

Pero la producción de carne también supone otros riesgos sanitarios, además de las en‑ fermedades zoonóticas. Uno de los aspectos más relevan‑ tes de los sistemas actuales de producción de carne, además de la soya, es el uso intensivo de antibiótic­os.

Los expertos calculan que en el 2050 la resistenci­a a an‑ tibióticos causará la muerte de más de 10 millones de per‑ sonas al año. Y, según la OMS, una de las principale­s causas del desarrollo de esa resisten‑ cia es el uso generaliza­do de antibiótic­os en la crianza in‑ dustrial de animales.

En análisis realizados en su‑ permercado­s alemanes se ha‑ llaron patógenos resistente­s a antibiótic­os en el 66 % de los pollos y el 42,5 % de los pavos en venta.

Además, los brotes de co‑ vid‑19 en mataderos de todo el mundo muestran que la pro‑ ducción de carne no solo im‑ plica destrucció­n ambiental y maltrato animal, sino también explotació­n laboral.

En Alemania, la mayoría de los trabajador­es de mataderos son migrantes de países de Eu‑ ropa del Este, que apenas ha‑ blan el idioma.

En general son empleados por empresas de sus países de origen, con contratos pre‑ carios que suelen limitar el acceso a servicios sociales y atención médica.

En junio se contagiaro­n de covid‑19 más de mil traba‑ jadores del mayor matadero de Alemania, pertenecie­nte a la procesador­a de carne más grande del país.

Para resolver estos proble‑ mas hay que apuntar a que el consumo de carne sea “menor, pero mejor”. En Alemania se comen alrededor de 60 kilogra‑ mos de carne por persona al año, y la cifra es incluso mayor en Estados Unidos, Australia y otros países europeos.

Pero la mayor parte de la po‑ blación mundial come mucha menos carne y con menos fre‑ cuencia.

Que es como debería ser el consumo: no tres veces al día, y tal vez tampoco tres a la se‑ mana, sino una o dos veces.

Los políticos llevan años ignorando las advertenci­as sanitarias de los científico­s en relación con la industria de la carne. Este año todo el mundo ha debido confrontar la impor‑ tancia de esas señales de ad‑ vertencia.

Es evidente que se necesita una transforma­ción integral de los sistemas agrícolas y ali‑ mentarios, con políticas que refuercen la agroecolog­ía y alienten cadenas de valor cor‑ tas, diversific­adas y resilien‑ tes.

El conocimien­to científico necesario para ejecutar esas medidas existe hace años, solo hace falta usarlo.

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