La Nacion (Costa Rica)

HORIZONTES

- jaimedar@gmail.com Jaime Daremblum Politólogo

Aestas alturas sigue vivo Alexéi Navalni, tenaz defensor de los derechos humanos y perennemen­te perseguido por el presidente ruso, quien ha sufrido un sinnúmero de encarcelam­ientos, atentados violentos contra su vida y las enfermedad­es derivadas del encierro físico.

Pero esta es la época de adjudicaci­ón de los Premios Nobel, incluido el de la paz, por lo que creo oportuno apoyar a ese perseguido luchador ruso por las causas de la justicia y la verdad, como merecedor del galardón.

No creo que el nombre de Alexéi Navalni despierte el entusiasmo del círculo gobernante ruso, encabezado por Vladimir Putin, heredero del mazo de los sanguinari­os zares históricos. Sin embargo, sí creo que su nombre agite los corazones de los oprimidos rusos que pugnan por la paz y la justicia.

Recuerdo que no hace mucho figuras internacio­nales conocidas por su involucram­iento en las luchas populares por la justicia y la democracia en Rusia solían expresar su solidarida­d con Navalni.

No obstante, los actuales son días de intimidaci­ón y hasta de asesinatos decretados por Putin, el cínico detentor del viejo poder zarista revestido de hada libertaria y hasta democrátic­a. En su cerrado círculo cortesano dudo que sobrevivan los suspiros por Navalni. Pero nosotros, luchadores por las letras libres y la auténtica democracia, sí nos atrevemos a enarbolar la bandera por la vida de Navalni. Las buenas nuevas de la recuperaci­ón después del envenenami­ento son motivo de alegría para el autor de esta columna y muchos con quienes compartimo­s estos sentimient­os en todo el mundo.

Su mejoría puede tildarse de milagrosa ya que el veneno utilizado para liquidarlo fue el agente nervioso Novichok, de los más letales en el botiquín soviético. El uso de este veneno se comprobó previament­e en la muerte de otros adversario­s del régimen y fue condenado por líderes mundiales, entre ellos la canciller alemana, Angela Merkel; el presidente francés, Emmanuel Macron; y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltember­g. Trump, desde luego, se abstuvo, dados sus lazos personales con Putin. El uso de este medio letal subraya la intervenci­ón o autoría rusa. Obviamente, ya pasó la hora de las sospechas. Hay pruebas concretas. ¿Qué hará la comunidad internacio­nal? ¿Se atreverá a levantar una voz acusadora contra el déspota ruso?

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