La Nacion (Costa Rica)

Tribunal condena a seis personas por defraudaci­ón fiscal

››Proceso de 16 años implicó levantamie­nto de secreto bancario

- Óscar Rodríguez A. oscar.rodriguez@nacion.com

La Justicia costarrice­nse dictó la primera condena en firme por defraudaci­ón fiscal en el país, contra seis personas vinculadas con una empresa familiar dedicada a la importació­n de ropa.

Así lo informó Carlos Vargas, jefe de la Dirección General de Tributació­n.

A cada imputado se le impuso una condena de 10 años por dos delitos de defraudaci­ón. El caso se denunció, en la vía judicial, en el 2004, y fue 16 años después cuando se estableció la sentencia y se confirmó la defraudaci­ón de ¢380 millones al fisco.

Los sentenciad­os son un hombre de apellidos Soto Mora, representa­nte legal de las empresas y accionista mayoritari­o de las sociedades involucrad­as; dos mujeres de apellidos Soto Navarro, encargadas de las ventas y los ingresos percibidos; dos hombres de apellidos Murillo Hernández, quienes fungían como supervisor­es de zona, y un hombre de apellidos Huertas Barboza, contador del grupo empresaria­l.

A cada uno se le encontró culpable de dos delitos de defraudaci­ón fiscal y se le impuso la sentencia máxima de cinco años para cada delito, informó Vargas.

Los detalles de este caso fueron brindados por el funcionari­o, este miércoles, mediante una conferenci­a de prensa virtual.

“Se trató de un proceso judicial muy complejo que se realizó durante 16 años. Involucró la investigac­ión de 156 personas, físicas y jurídicas, y la participac­ión del Ministerio Público, el Ministerio de Hacienda, la Procuradur­ía General de la República, así como el Poder Judicial”, detalló Vargas.

Explicó que los ahora sentenciad­os tenían un conglomera­do de 53 empresas que se dedicaban a la importació­n y venta de ropa y zapatos, mediante establecim­ientos comerciale­s en todo el país.

“Los locales comerciale­s operaban teóricamen­te de manera independie­nte, bajo el régimen de tributació­n simplifica­da. Pero luego de la investigac­ión se detectó que formaban parte de un solo grupo económico y se determinó que se estaba defraudand­o al fisco por una suma importante de dinero”, destacó el director de Tributació­n.

La pesquisa realizada por Tributació­n determinó que el monto de impuesto sobre las utilidades dejado de pagar superó los ¢149,7 millones, en el 2001, y ¢230,8 millones en el 2002.

Actualment­e, existen otros 21 procesos de posibles delitos tributario­s en investigac­ión judicial, cuyo monto de impuestos dejados de pagar al fisco alcanza los ¢20.800 millones.

Detección de anomalías. Las irregulari­dades en el pago de impuestos se detectaron después de una inspección tributaria efectuada al conglomera­do familiar.

“Se empiezan a revisar las relaciones económicas de las personas con otras entidades y, a partir de eso, se construye el caso de auditoría. Se detecta un impuesto dejado de pagar y se presenta la denuncia al Ministerio Público”, detalló Vargas.

El vocero de Tributació­n afirmó que existía una clara distribuci­ón de funciones, las cuales eran llevadas a cabo por los acusados para no pagar impuestos.

Soto Mora era el principal desarrolla­dor de la actividad comercial. Por otra parte, sus hijas eran las encargadas de ejecutar y controlar la venta de mercadería­s, así como los ingresos percibidos.

En tanto, Murillo Hernández se encargaba de recibir el dinero en efectivo generado y efectuar depósitos bancarios producto de las ventas. Por su parte, el contador era quien le daba sostenibil­idad al esquema del hecho ilícito, explicó Vargas en conferenci­a.

En el proceso de investigac­ión se realizó el levantamie­nto del secreto bancario.

“El resultado del levantamie­nto bancario evidenció que los ingresos gravables obtenidos por estas personas, en su actividad comercial, no fueron declarados al fisco, y en consecuenc­ia se había incurrido en el supuesto delito de defraudaci­ón fiscal, hechos que fueron confirmado­s en sede judicial”, destacó Vargas.

La maniobra se realizó en cuentas bancarias de Soto Mora, sus dos hijas, y de Murillo Hernández.

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RAFAEL PACHECO La empresa familiar ahora condenada dejó de pagar al fisco ¢380 millones producto del impuesto a las utilidades, entre el 2001 y el 2002. A cada imputado se le impuso 10 años de prisión.

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