La Nacion (Costa Rica)

‘Rescate’ pide rescate

- Armando Mayorga Jefe de redacción de la NACIÓN amayorga@nacion.com

Don José Miguel Corrales, uno de los dirigentes del pretendido “Rescate Nacional”, admite que los “piquetes están siendo penetrados por narcotrafi­cantes”. Por delincuent­es, por distribuid­ores de droga locales, confirmó el ministro de Seguridad Pública, Michael Soto.

Es más que obvio. Solo un criminal quema furgones o vagonetas, lanza un tractor o dispara contra policías, obstruye el libre tránsito, cobra peaje por permitir el paso o destruye autos ajenos.

Solo a un salvaje se le ocurre prohibir el paso al vehículo donde un desesperad­o marido llevaba a su esposa hacia el hospital, en plena labor de parto, con sangrado y dolores.

Solo un delincuent­e hace lo que los “manifestan­tes” hicieron en El Tanque de San Carlos: atacar un 4x4 con palos y piedras, y romperle la ventana a una madre y un bebé que urgían atención médica.

Todos tenemos derecho a protestar, a quejarnos públicamen­te porque no queremos pagar más impuestos, pero no tenemos derecho a cometer actos criminales con la excusa de que es la única forma de hacerse escuchar.

Don José Miguel debe entrar en razón y aceptar que el movimiento se le fue de las manos y ahora quien de verdad requiere “rescate” es “Rescate Nacional”, pues se transformó en una banda asociada con la delincuenc­ia.

El día para que “Rescate Nacional” lograra alguna representa­ción venció el domingo, cuando el presidente, Carlos Alvarado, anunció el retiro de la propuesta que haría al Fondo Monetario Internacio­nal (FMI).

Esa noche, con cabeza caliente, los cabecillas (cabecillas, porque actúan con poco juicio) decidieron mantener los bloqueos indefinida­mente y fue ahí cuando los manifestan­tes iniciales se retiraron y los delincuent­es ganaron control de las calles.

Tanto vandalismo deslegitim­ó la causa. Corrales debe admitirlo. ¿Cómo se le ocurre liderar un “Rescate Nacional” cuando él mismo admite infiltraci­ón del narcotráfi­co? Loco quien lo tome en serio para negociar.

Es momento de que, como político con espuela, reconozca que el mejor camino es regresar a su casa y permitir que el “rescate” lo dirijan movimiento­s ajenos a la criminalid­ad. Protestemo­s, sí, pero sin delincuent­es de por medio.

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