ROXANA CAMPOS, UNA MUJER PODEROSA
La reconocida artista enfrenta una etapa complicada luego de que le diagnosticaran un cáncer en etapa avanzada. Ella habló de su proceso; pero sobre todo repasó su historia.
Roxana Campos Luque, la rebelde mujer y actriz consagrada, reposa en su casa en San Pedro. En estos días ella se rodea de sus recuerdos, de fotos de sus amados familiares, de los premios nacionales que ha recibido por su inmensa labor en la escena cultural de Costa Rica y de los pequeños detalles que la alegran todos los días: desde una orquídea, una pashmina que le regaló un amigo y las llamadas de quienes le demuestran afecto.
Esta mujer de 72 años, quien suma casi 55 de hacer teatro, dice que su vida ha sido extraña, pero hermosa.
Hace un tiempo doña Roxana se preparaba para Mujeres, una obra que le causaba la misma ilusión que le ha provocado el teatro siempre. Ese amado arte que la hizo renunciar a un puesto en la Corte Suprema de Justicia, cuando apenas tenía 17 años, para irse a seguir su sueño.
La vida extraña, como ella le llama, le avisó mediante un desmayo que algo no estaba bien y detuvo la preparación de la obra. Roxana no cree que pueda regresar, ahora sus revoluciones descansan.
“Teníamos todo listo y me vino un desmayo. Se complicó todo. Estaba muy contenta y satisfecha con el trabajo y quedó a la mitad, no creo que tenga fuerzas para continuarla. Creo que llegué al final en el escenario. Luego del desmayo me salieron unos ganglios y después la cosa se puso más seria. Se me declaró cáncer de pulmón terminal.
“Esa es la verdad. Voy a luchar hasta donde pueda”, dijo doña Roxana, quien gracias a los cuidados de sus hijos Valentina, Ítalo y Daniel Marenco, aunados a los servicios de cuidados paliativos de la Caja Costarricense Social, dice sentirse muy bien y agradecida por la atención brindada.
Doña Roxana cuenta que en su proceso han existido momentos de “agarrarse con la vida” y, aunque ahorita esté un poco “agarradita”, está buscando salir adelante acudiendo a su poder femenino.
“Ha sido complicado, en el sentido que uno siempre espera ser quien tenga una reacción hacia la muerte, pero en este caso es la muerte que viene y me dice: -‘hola, aquí estoy’-, pero no tengo miedo. Hace unos años tuve una experiencia que me dio paz”, comentó la mujer.
—¿Le gustaría recordar ese pasaje ‘que le dio paz’?
—Hace unos años tuve una crisis relacionada con el hígado y como que me dormí y tuve un viaje muy especial, todo era blanco y yo iba y dije: -me fui, hasta aquí llegué-, en eso alguien, que no puedo decir quién es, pues me paró y me dijo que todavía no, que todavía no me iba a ir y ahí terminó todo. Si esa es la muerte y su proceso, bienvenido sea, es hermoso, no hay miedos, no hay temores. Da paz infinita. Qué es esa maravilla. No sabía que esa paz existía.
Una mujer de fuerza
Doña Roxana no deja de reír. Recuerda sus anécdotas y variados hitos con orgullo y alegría. A su mente vuelven las memorias de aquella chiquilla a quien por ser considerada rebelde por la directora del colegio Superior de Señoritas, no le dieron el premio que había ganado en un concurso de literatura. Ella se manifestó quemando unos periódicos. Alzó su voz, quizá no de la mejor forma, creé que le faltó madurez, pero no se quedó sin protestar ante la injusticia y así lo ha hecho siempre.
La dramaturga se considera una mujer feminista, defensora de sus congéneres e intolerante a las injusticias.
“Siempre he sido muy mal portada. Muy rebelde pero respetuosa. Desde que tengo uso de razón estoy peleando. He peleado por los derechos de la mujer. Me declaro feminista en el buen sentido de la palabra. No peleo con ningún hombre.
Si hay algo bello son ellos. Soy feminista en el sentido de que hay mucha injusticia”.
—Usted habla de mujeres que han hecho mucho por Costa Rica. Desde sus sentidos, ¿qué cree que ha hecho Roxana Campos por este país?
—Qué no he hecho yo por Costa Rica. He sido resultado de una literatura que ha contribuido al estatus de la mujer, a que tenga un nivel mucho más alto que el de la mujer tica que, con mucho respeto, es tan religiosa, meticulosa, tan hundida en el aspecto religioso.
—¿Hay rebeldía actualmente?
—Creo que nací rebelde y moriré rebelde. Es mi forma de ser.
—¿Y cuál ha sido el acto de rebeldía más reciente?
Creo que el último acto de rebeldía que pude haber tenido es revelarme totalmente a las estructuras religiosas: no las soporto.
—¿De qué se ha dado cuenta en estos tiempos?
—Me he dado cuenta de que no perdí el tiempo. No fui un elemento más sobre la tierra, sobre el universo, no fui un elemento que cae ahí y que no sabe ni por qué está ahí.
Me digo: -Roxana Campos, ¿qué fue lo que hiciste?- Pues dejaste obras escritas y dejaste un legado.
—Pero todo le salió bien...
—Todo salió bien. Algunas veces quisiera salir corriendo. Pero salió bien. Hicimos bien el cálculo. Movimos el piso a las mujeres que era un poco lo que quería.
—Usted es una mujer que ha vivido como ha querido, es profesional y madre, pero ¿qué es lo que más destaca de estos 55 años de carrera?
—Hitos más de uno. Que me las traigo, me las traigo, cuando me propongo algo nadie me lo quita de la cabeza. Una de las luchas más grandes que he dado es por la mujer tica, para que salga de ese cascarón donde la metieron. A todas las abrazaría y les daría un beso inmenso: no se detengan.
“Recuerdo que en mis años, pertenecer al teatro era pecado mortal. Se nos identificaba con todo lo malo. Si había cigarro éramos las que fumábamos, si había alcohol decían que éramos las que tomábamos, las de parranda.
“Luego la misma sociedad te da tus espacios, te ve estas cualidades. Muchas veces nos hacen creer que somos tontas, que mejor nos callemos y no opinemos. Me da muchísima cólera. Y estamos empezando a dar los primeros pasos”.”
—¿Qué puede decirle ahora mismo a las mujeres?
—Que no se dejen. Que si un hombre te pone una pata encima ponele 20 más. Que ya no más. Ya no más. Hay que trabajar por nuestros derechos. Estamos en otra época. Se está abriendo el cascarón.
Espero salir de este embrollo, pero es parte de mi vida. Si salgo lo vamos a celebrar aunque sea con una Pepsi.