‘Tenet’: el cine de acción puede ser utópico
Entre utopías, ciencia-ficción y acción llega la película más reciente de christopher nolan, esperada con fervor por sus seguidores
La ciencia nos dice que la propiedad más importante del tiempo es su irreversibilidad, concepto que el cineasta Christopher Nolan gusta de cuestionar desde el mundo de la ficción, donde la “realidad” tiene sus propias leyes, derivadas de la imaginación.
Nolan de nuevo le entra al asunto con su más reciente filme: Tenet (2020), cuando un agente de espionaje debe intervenir para evitar una tercera guerra mundial (utopía del relato). El comienzo del filme no apunta a nada que sea sorpresa, más allá del cine de acción.
El mentado agente, cuyo nombre no se dice en la película, conocido tan solo como “El Protagonista”, participa en cierta operación en un teatro de ópera de Kiev: debe rescatar a un espía y obtener un extraño artefacto.
Como las cosas no salen
bien, cuando lo capturan lo hacen tragar una píldora de cianuro. Sin embargo, el asunto es una farsa: ya sabemos que el mundo del espionaje está lleno de farsas, como extensión que es de otra farsa más peligrosa: la política.
Desde esa prueba en Kiev, que (la verdad) no tiene tanta importancia como introducción o prolegómeno para justificar el resto de la narración, “El Protagonista” debe vérselas con una cofradía nada religiosa llamada Tenet.
Ahí surge un fenómeno: objetos cuya magnitud termodinámica muestra el desorden molecular de su sistema y se mueven hacia atrás en el tiempo: vienen del futuro, como si el tiempo existiera sin el espacio, contra toda lógica de la materia.
Uno podría decir que, a partir de este momento (si no, un poco antes), el filme comienza a enredarse con sus propios mecates. No es que pierda lógica, es que hay tal esfuerzo por darle a la película toda la acción posible (al estilo de los filmes de Michael Bay, y que me perdonen los seguidores de Christopher Nolan) que fácilmente pasa por secuencias más bien confusas.
De esa confusión secuencial, sale alterada la narrativa completa de Tenet, con su entropía, con su cinemática y con la presencia de sus personajes o hechos dobles por invertidos. Creo que no hay buen manejo de lo alucinante y que, de ahí, salta la confusión que muchos le encontramos al mundo narrado en este filme.
El ritmo acelerado del filme va en su contra, aunque se acompañe bien de la banda sonora, porque ayuda más a enredar lo enmarañado, con incesante golpeteo de imágenes, unas veces, o de diálogos, en otras. No hay retórica en la fotografía mostrada, como aquella frase del semiólogo francés Roland Barthes: “es una piel sin poros”.
El mérito que le veo al realizador Christopher Nolan es el de “echarse” nuevamente a gran parte de la crítica en el bolsillo. Muchos elogian este filme, tal vez lo hacen por “un acto de amor” (como escribía André Breton), y me parece bien. Incluso elogian la dirección actoral y no veo el porqué.
Espero que mi escrito sea por la misma razón; porque lo cierto es que en este oficio de crítico de cine, como bien lo dice el director español Fernando Trueba, “hay una aplastante mayoría de decepciones”.