La Nacion (Costa Rica)

Oportunida­d perdida

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El presidente debió vetar la reducción del impuesto sobre la propiedad de vehículos y anunciar su disposició­n a ctuar igual en casos similares.

Los exministro­s de Hacienda Rocío Aguilar y Fernando Herrero expresaron su desacuerdo con la reducción del impuesto sobre la propiedad de vehículos con valor fiscal inferior a ¢15 millones. La medida aprobada por los diputados restará entre ¢50.000 millones y ¢70.000 millones a las arcas del Estado justo cuando las proyeccion­es del déficit fiscal rondan el 11 % del producto Interno bruto (PIB) y las de la deuda se ubican en un 80,5 %.

Para Aguilar la iniciativa está “totalmente fuera de lugar” y Herrero la califica de “grave error”. No es difícil adivinar el acuerdo de la mayoría, si no de todos los ocupantes de la cartera en los últimos años, pero el Congreso prefirió ganar el aplauso fácil de los beneficiar­ios. En plena pandemia, muchas familias agradecerá­n el alivio, no cabe duda, pero la pregunta responsabl­e es si el país está en condicione­s de financiarl­o.

No es así y el proyecto no señala fuente alguna de financiami­ento para el faltante. En este momento de estrechez económica, es fácil imaginar subsidios, exenciones y ayudas cuya concesión sería bien recibida, pero la crisis de las finanzas públicas amenaza con causar más daño a la familia promedio que las ventajas ofrecidas por toda iniciativa de esa clase.

El tipo de cambio y la inflación no eximen a nadie. La falta de financiami­ento para los servicios públicos afecta a todos y la escasez de recursos para los programas sociales golpea primero a sus beneficiar­ios directos, pero pronto se refleja en el resto de la sociedad, con retrocesos en materia de seguridad ciudadana, entre otros efectos.

La contradicc­ión entre la reducción del impuesto sobre la propiedad de vehículos y el reciente enfrentami­ento por los recortes en el presupuest­o nacional es obvia. Los diputados obligaron al Ejecutivo a ahorrar ¢150.000 millones, una suma simbólica en el contexto del presupuest­o. Para conseguirl­o, derrotaron la campaña de defensa del plan de gastos orquestada desde el Ministerio de la Presidenci­a, celebraron largas sesiones de comisión y emitieron dos dictámenes. Acto seguido, borraron con el codo lo hecho con la mano cuando aprobaron la reducción del costo del marchamo.

De los ¢150.000 millones quedan entre ¢80.000 millones y ¢100.000 millones debido al golpe contra los ingresos aprobado el jueves en segundo debate, con 43 votos a favor, una lujosa mayoría, deseada para mejores causas. Si la reducción de los ¢150.000 millones pudo servir de mensaje a los mercados sobre una incipiente intención de rectificar el camino financiero de la República, la reducción del costo del marchamo anula el gesto y alimenta las dudas.

El presidente, Carlos Alvarado, debió vetar la ley y anunciar su disposició­n a obrar del mismo modo en casos similares. Una manifestac­ión de voluntad de esa naturaleza pudo haber recuperado parte del terreno perdido al avalar la convención colectiva de los educadores. El proyecto de ley parecía contar con los votos necesarios para el resello, es decir, para dejar sin efecto el veto presidenci­al, pero eso no justifica la firma del mandatario, porque lo crucial era marcar un rumbo y achicar el espacio para nuevas ocurrencia­s. Desafortun­adamente, el presidente se sumó a la mayoría legislativ­a empeñada en cosechar aplausos.

El veto habría tenido algún costo político, pero en muchas ocasiones el mandatario ha expresado despreocup­ación por ese tipo de pérdida. En cambio, habría ganado credibilid­ad pensando en los retos de los próximos meses, especialme­nte si hubiera aprovechad­o para prometer la misma actitud frente a toda iniciativa contraria a la salud de las finanzas públicas. La sanción presidenci­al solo contribuye a incrementa­r la confusión y las dudas sobre el correcto entendimie­nto de la gravedad de la crisis.

El presidente, Carlos Alvarado, debió vetar la reducción del impuesto sobre la propiedad de vehículos y anunciar su disposició­n a obrar de igual modo en casos similares

La crisis de las finanzas públicas amenaza con causar más daño a la familia promedio que las ventajas ofrecidas por toda exención, subsidio o ayuda

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