Muerte de médico deja un vacío en lucha contra covid-19
Jaime Solís destacó por sus decisiones rápidas y certeras
La foto nos traslada a principios de los setentas. Un niño sonríe para el lente. Su pequeña figura en pantaloncillos cortos no muestra a alguien feliz.
El pequeño de la imagen en blanco y negro es Jaime Solís Quesada. Podría tener unos cinco años cuando la cámara lo retrató.
Eran tiempos buenos, en Betania, Montes de Oca, un barrio de gente humilde al este de la capital, donde creció quien se convertiría en uno de los médicos especialistas en Medicina Crítica y Terapia Intensiva más destacados del país.
Hace una semana, el “hombre bueno” de 54 años en que se transformó este pequeño, falleció por causas relacionadas a la covid-19.
Apenas unos días antes de su muerte, él mismo estaba a la cabecera de las camas de Cuidado Intensivo del San Juan de Dios luchando por las personas más gravemente enfermas.
Los registros de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) lo cuentan como el quinto médico en ejercicio de sus funciones que muere durante la pandemia.
Su prematura e inesperada pérdida, no solo deja diezmado a su equipo de compañeros, quienes continúan lidiando con los embates de la pandemia en su ausencia. También les arrebata la sonrisa y el consejo oportuno a quienes caminaron a su lado por años: familia, colegas y amigos. Esta es su historia.
Brillante. Jaime, el pequeño de la fotografía, forma parte de una familia con dos hermanos más. Él era el del medio, contó su esposa, la médica neumóloga Wing Ching Chan Cheng.
Solís y Chan recién habían cumplido 30 años de casados el pasado 11 de agosto, cuando el SARS-COV-2 interrumpió bruscamente una historia que llevaba 36 años de estarse escribiendo.
Las primeras páginas de un largo viaje que incluyó tres hijos (dos le sobreviven), numerosos viajes por el mundo, e interminables y agotadoras jornadas de trabajo en hospitales de la seguridad social comenzaron a tejerse en las aulas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica (UCR), en donde los futuros especialistas se conocieron y enamoraron.
Ambos venían de familias trabajadoras. Solís fue criado por sus abuelos maternos, don Nicanor Quesada y doña Teresa Alpízar (ambos, fallecidos) tras la repentina muerte de su mamá, y creció rodeado de los cuidados de sus tíos y tías maternos Misael, Amelia, Jeanette y Miriam, quienes lo educaron con gran amor.
Alumno brillante y esforzado, estudió en el Liceo Joaquín Vargas Calvo. Luego del bachillerato, ingresó a la Universidad de Costa Rica (UCR) a cumplir su sueño de infancia: convertirse en doctor.
“Éramos carné 83 (ingresaron a la UCR en 1983), comenzamos a jalar (ser novios) en 1985, cuando estábamos en las rotaciones de la carrera. Yo escogí el Calderón y él me siguió... Nos casamos en el primer año de la residencia, en 1990”, relató su esposa.
Los años de noviazgo y estudios fueron de estrecheces económicas. Ninguno de los dos tenía recursos.
“Hicimos el servicio social en Turrialba. Él en el Ebáis de Santa Teresita, y yo en la móvil del Ministerio de Salud”, recordó Chan Cheng.
Fue durante las rotaciones que Solís se enamoró de los cuidados intensivos y críticos. En el segundo de los cuatro años de residencia, hizo el examen de subespecialidad para optar por Medicina Crítica y
Terapia Intensiva, y lo logró.
En 1994 se graduó como especialista en el área que ejerció hasta su muerte. Comenzó a trabajar en emergencias del San Juan y pasó a Cuidados Intensivos.
Cualidades únicas. La médica especialista en Medicina Interna, Hannia Figueroa Ramos, hoy jubilada, coordinaba en los noventas esa área dentro del servicio de Emergencias del San Juan de Dios.
“Si por algo se caracterizó durante su paso por aquí fue por ayudar a tomar las mejores decisiones en los momentos más difíciles”, reconoció.
El intensivista Carlos Wu Chin también lamenta su partida. Él trabajó con Solís en Emergencias del San Juan, donde se convirtieron en grandes amigos hasta el día de su fallecimiento, el jueves 22 de octubre, cuando lo visitó por última vez para rezar a su lado antes de que muriera.
La primera y hasta hoy la única médica especializada en Cuidados Intensivos en el país, Lineth Piedra, cursó la residencia en esa área junto a Solís. A ella, la inteligencia de Jaime siempre la impresionó, así como su don de gente.
Últimas cuatro semanas. Un miércoles de setiembre pasado, Jaime Solís acababa de impartir su última clase virtual a sus estudiantes de Medicina en la terraza de su casa, en La Unión de Cartago, cuando una carraspera repentina lo hizo sospechar de un resfrío inminente. Dos días después, vino la fiebre y las indicaciones del oxímetro revelaron que el camino era más complejo.
“‘No pensábamos que era la covid, pero el viernes tenía más tos y fiebre. Salimos para el San Juan y ahí se quedó. No regresó”, rememoró Chan Cheng.
Ella presume que el origen del contagio podría estar relacionado con la mayor exposición a la que estuvo sometido Solís al tener que cuidar a tantos enfermos durante la emergencia.
Fueron cuatro semanas de internamiento. Durante las primeras dos, su familia se mantuvo en aislamiento preventivo como lo dicta el protocolo de salud.
“Yo le decía ‘pórtese como paciente, no vea el monitor, no vea los exámenes’”, comentó la neumóloga, quien pronto conoció el destino al cual se dirigía su compañero de vida.
A Lineth Piedra le correspondió tomar la decisión de intubarlo.
“Le dije que lo íbamos a intubar, él me pidió el chance de hablar con su esposa. Yo le dije: ‘Te vamos a dormir. Nos vemos cuando te despertés y después seguimos adelante’”, relató la intensivista.
Pasaron tres días después de eso hasta el desenlace final, el 22 de octubre.
Vivan, pero cuídense. Desde marzo, Jaime Solís presentía la crudeza de esta pandemia y dejó constancia de ello en numerosos mensajes escritos en su muro de Facebook, donde apelaba al autocuidado y a la solidaridad de la población para proteger a los otros.
“El doctor era un amigo de todos. Era una persona a quienes todos querían. No era solamente un funcionario ejemplar. Era un maestro, el mentor, el compañero, el profesional, y también era el amigo...”, lamentó Mario Sibaja, director interino del Hospital San Juan de Dios.
Juan Ignacio Silesky, jefe del servicio de Cuidados Intensivos en el San Juan, comentó que será muy difícil encontrar a alguien con la experiencia de Solís. En el país solo hay 41 médicos con esta especialidad, dedicados a la atención de pacientes adultos.
Lo más difícil para los colegas y parientes que vivieron de cerca esta muerte, es la indiferencia con la que muchas personas toman la cercanía de esta pandemia e incluso, muchos piensan que es mentira.
Chan Cheng, también lamenta este pensamiento de la gente. Ella no puede olvidar la última vez que se tocaron las manos, de camino al hospital, el día que Solís quedó internado. ‘No me toque, porque se puede contagiar’, le advirtió su esposo.
Hasta la fecha, solo la hija enfermó, aunque no requirió hospitalización.
“Aguantó y luchó porque nos había prometido volver. Pero nos llamó la mañana del lunes (19 de octubre), y me dijo: ‘gorda, me van a intubar, quiero despedirme’. Fue cuando Jaime habló por última vez con ella y sus hijos.
“LOS momentos MÁS PRECIADOS Son LOS QUE vives Con ESA PERSONA QUE Sin SER NADA TUYO DECIDE Compartir PASOS Contigo (...) GRACIAS Wing Ching Por ESA vida inolvidable. Y GRACIAS CHICOS Por SER LOS HIJOS ESPECIALES QUE me TOCÓ TENER En ESTE mundo”. Jaime Solís 13 febrero 2016