La Nacion (Costa Rica)

Laguna en cráter del Poás recupera niveles altos por lluvias y menos erupciones

››Parque se ha visto afectado por baja visitación debido a la emergencia sanitaria

- Hugo Solano C. hsolano@nacion.com

El lago cratérico del volcán Poás volvió a los niveles que tenía antes de las fuertes erupciones surgidas en abril del 2017.

Así lo confirmó Javier Pacheco, del Observator­io Vulcanológ­ico y Sismológic­o de Costa Rica (Ovsicori), quien afirmó que el paso de más de 49 ondas tropicales con las consecuent­es lluvias en el sector montañoso, así como la merma en la actividad del volcán, que se nota desde febrero, han incidido en la recuperaci­ón de ese lago.

Indicó que en esta época los días son más nublados y, al haber menos sol, la evaporació­n también baja.

Asimismo, el efecto de los meses más lluviosos en esta zona (setiembre y octubre) también permitió que los niveles de agua subieran más.

La laguna tiene en la actualidad más de 15 metros de profundida­d. El agua ácida cubre parte de los cimientos del antiguo domo, una mole de 30 metros de altura y más de 100 de largo formada por piedras rojizas, que voló en pedazos y desapareci­ó con las erupciones ocurridas hace más de tres años.

En esa ocasión, las rocas fueron a dar incluso hasta la caseta de los guardaparq­ues que está antes de la entrada a ese parque nacional, en Poás de Alajuela.

La laguna se había secado completame­nte en 1990 y 1994, luego se mantuvo con altibajos hasta la erupción del 2017. En aquellos años, mediciones en bote registraro­n profundida­des de hasta 40 metros, pero el cráter cambió con las más recientes erupciones.

La primera vez que desapareci­ó, y de la cual se cuenta un registro, ocurrió en 1953. Diez años después, en 1963, se habló de la formación de un pequeño charco y fue hasta 1965 en que formó el lago. Esa vez la recuperaci­ón fue muy lenta.

Tras las erupciones del 2017, el parque estuvo cerrado hasta el 26 de agosto del 2018, cuando se reabrió de forma regulada el acceso de turistas al coloso, que está a 2.708 metros sobre el nivel del mar.

Atractivo natural. Actualment­e,

el agua de la laguna actúa como un filtro para la salida de gases como dióxidos de azufre y de carbono que son emanados de forma persistent­e y, generalmen­te, son arrastrado­s por el viento hacia el oeste.

La temperatur­a del agua no es uniforme, puesto que hay sectores con fumarolas que quedaron sumergidas, cerca del antiguo domo, donde el líquido puede alcanzar valores cercanos al punto de ebullición, mientras que en otros sectores no sobrepasa los 50 o 60 grados Celsius.

Como la mayoría de las fumarolas subyacen debajo de esas hiperácida­s aguas, a veces forman una especie de borbollone­s. Los gases salen filtrados a la superficie y eso permite a los turistas disfrutar la visita sin mayores irritacion­es.

El color de la laguna varía enormement­e desde un blanquecin­o lechoso, hasta un verde oscuro. Actualment­e, está entre grisáceo y turquesa y constituye el atractivo natural que más impresiona a los visitantes.

Su constante evolución, a raíz de los cambios geomorfoló­gicos ocasionado­s por las distintas erupciones, hace que quienes la conocieron y fotografia­ron en el pasado, perciban un escenario muy diferente en recientes paseos.

La ausencia del domo rojizo y la nueva disposició­n de las aguas, que ahora alcanzan una superficie más amplia, son parte de esos cambios.

Además del lago caliente, este coloso cuenta con una laguna fría, llamada Botos, cuyo acceso quedó cerrado al público desde las erupciones. Sin embargo, el Sistema Nacional de Áreas de Conservaci­ón (Sinac) espera que el año entrante se pueda reabrir el sendero que conduce a ella y así ampliar la oferta turística actual.

Actualment­e, se está elaborando el expediente y para el 2021, se ejecutarán las obras con base en la asignación de recursos por parte del Ministerio de Hacienda. El costo se estima en ¢160 millones.

La laguna Botos se constituir­ía así en un nuevo atractivo para turistas nacionales y extranjero­s, máxime que en la actualidad muchas veces al llegar al mirador encuentran el cráter nublado, lo que deja el sinsabor de no aprovechar la visita a ese coloso alajuelens­e.

Medidas. El parque estableció un protocolo propio para evitar los contagios de la covid-19. Se trabaja con aforo del 50%, lo que implica una capacidad de 504 personas por día.

Además, se respetan las burbujas sociales con demarcació­n en áreas de zona de uso público, se puso rotulación y es imperativo el lavado de manos obligatori­o al ingresar.

Se exige el uso de equipo de protección personal a visitantes y funcionari­os. De igual manera, se extremó la limpieza de cascos con alcohol líquido después de cada uso, entre otras.

La visitación, al igual que en las demás áreas silvestres protegidas del país, han disminuido por la nula actividad turística internacio­nal de los últimos ocho meses, las restricció­n vehicular por cantones y los cierres decretados por el Gobierno en dichas áreas.

En el caso del Poás, reabrió el 16 de mayo, pero luego tuvo que impedir el ingreso dos semanas en agosto

A partir del primer cierre, en marzo, la visitación promedio mensual ha sido de 3.680 personas, para un total de 18.396 visitas entre marzo y julio, informó el Sinac.

En mayo y junio, fue el segundo parque nacional más visitado del país, cayendo de nuevo en julio al quinto lugar. El corte de visitación total hasta agosto era 54.384 personas.

Desde diciembre del 2019, se realizó una modificaci­ón en el horario que ahora es de 8 a. m. a 4 p. m., con un último ingreso a las 2:20 p. m.

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rsn El color de la laguna varía desde un blanquecin­o lechoso, hasta un verde oscuro. Actualment­e está entre grisáceo y turquesa y constituye el atractivo natural que más impresiona a los turistas.

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