La Nacion (Costa Rica)

‘Carreteras resiliente­s’, un modelo adecuado para Costa Rica

- Patricia Recio G. arecio@nacion.com

Una carretera resistente al cambio climático, cuyos drenajes sean diseñados pensando en volúmenes de lluvia cada vez mayores y cuyos taludes sean capaces de soportar huracanes y tormentas.

Ese modelo de construcci­ón es al que se debe aspirar, en criterio de Ana Luisa Elizondo, coordinado­ra del Programa de Infraestru­ctura del Transporte del Laboratori­o Nacional de Materiales y Modelos Estructura­les (Lanamme).

La experta llama a este tipo de vías “carreteras resiliente­s”, no solo desde el diseño sino durante los mantenimie­ntos que reciben en su ciclo de vida.

“Una intervenci­ón resiliente, es que podríamos dejar de pensar en una intervenci­ón que se limite nada más a la carpeta, no solo la limpieza de drenaje, sino evaluar su capacidad hidráulica consideran­do el cambio climático.

”También considerar rutas alternas, cuando identifico vulnerabil­idades en una ruta y voy haciendo intervenci­ones para quitar la vulnerabil­idad pero a la vez tengo definido, como institució­n responsabl­e de infraestru­ctura, rutas alternas para que en caso de una emergencia no tenga gente aislada. Pero al pensar en una ruta alterna, tengo que pensar que esa ruta tiene que estar en buen estado, eso ya es mantenimie­nto resiliente”, explicó.

La recomendac­ión responde a una de las quejas de los transporti­stas.

Francisco Quirós, director de la Cámara Nacional de Transporte­s de Carga (Canatrac), señala que la red vial ofrece pocas alternativ­as, pues muchas de las rutas alternas también carecen de mantenimie­nto o capacidad para vehículos de carga.

“El cuido de la red vial, o el desarrollo de nueva infraestru­ctura debería estar en la carpeta de planificac­ión de nuestras autoridade­s máxime que hemos venido notando que los fenómenos se incrementa­n y son más fuertes”, puntualizó.

Otra de las acciones que recomenda Lanamme implicaría dejar de atender primero lo que está malo y no prestar atención a las vías en buen estado hasta que comienzan a fallar.

“Mi plan no debe estar enfocado solamente en atender lo que está malo, sino que también cuido lo que está bueno para llegar a un momento en que yo tengo una red en buen nivel, que la toma de decisión sea muy técnica, muy bien justificad­a para asegurar la finalidad de una carretera que dé un buen servicio y que brinde seguridad y confort”, agregó.

El mantenimie­nto que según Elizondo deberían recibir las vías del país, debería ser integrado y no solo enfocarse en el pavimento.

Incluye analizar condicione­s de taludes, drenajes, cunetas diseñadas para soportar niveles de agua de hace más de 20 años y hasta señalizaci­ón adecuada para que los usuarios sepan cuando hay un riesgo por la vía en la que transitan. Todo esto, dijo debe ser respaldado por estudios específico­s y profesiona­les, según el área de atención.

Además, otro de los aspectos señalados correspond­e a la gestión de riesgo. Identifica­r y atender las fallas en verano para asegurar la capacidad de respuesta de los proyectos durante la época lluviosa.

“En un contrato de conservaci­ón vial, no puedo enfocarme a ciertas actividade­s y dejar de lado otras, porque la vida de una carretera depende mucho del efecto del agua, una carpeta donde está pasando agua a cada rato se deteriora en corto plazo, el agua desestabil­iza los taludes y daña la estructura”, puntualizó.

Un factor clave en esa fase de conservaci­ón es que antes de los trabajos se realicen estudios profesiona­les y que estas evaluacion­es sean competente­s y suficiente­s, indicó.

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ConAvi En San Martín en Puriscal todavía hay comunidade­s que se mantienen aisladas por derrumbes y hundimient­os en vías.

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