‘Carreteras resilientes’, un modelo adecuado para Costa Rica
Una carretera resistente al cambio climático, cuyos drenajes sean diseñados pensando en volúmenes de lluvia cada vez mayores y cuyos taludes sean capaces de soportar huracanes y tormentas.
Ese modelo de construcción es al que se debe aspirar, en criterio de Ana Luisa Elizondo, coordinadora del Programa de Infraestructura del Transporte del Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales (Lanamme).
La experta llama a este tipo de vías “carreteras resilientes”, no solo desde el diseño sino durante los mantenimientos que reciben en su ciclo de vida.
“Una intervención resiliente, es que podríamos dejar de pensar en una intervención que se limite nada más a la carpeta, no solo la limpieza de drenaje, sino evaluar su capacidad hidráulica considerando el cambio climático.
”También considerar rutas alternas, cuando identifico vulnerabilidades en una ruta y voy haciendo intervenciones para quitar la vulnerabilidad pero a la vez tengo definido, como institución responsable de infraestructura, rutas alternas para que en caso de una emergencia no tenga gente aislada. Pero al pensar en una ruta alterna, tengo que pensar que esa ruta tiene que estar en buen estado, eso ya es mantenimiento resiliente”, explicó.
La recomendación responde a una de las quejas de los transportistas.
Francisco Quirós, director de la Cámara Nacional de Transportes de Carga (Canatrac), señala que la red vial ofrece pocas alternativas, pues muchas de las rutas alternas también carecen de mantenimiento o capacidad para vehículos de carga.
“El cuido de la red vial, o el desarrollo de nueva infraestructura debería estar en la carpeta de planificación de nuestras autoridades máxime que hemos venido notando que los fenómenos se incrementan y son más fuertes”, puntualizó.
Otra de las acciones que recomenda Lanamme implicaría dejar de atender primero lo que está malo y no prestar atención a las vías en buen estado hasta que comienzan a fallar.
“Mi plan no debe estar enfocado solamente en atender lo que está malo, sino que también cuido lo que está bueno para llegar a un momento en que yo tengo una red en buen nivel, que la toma de decisión sea muy técnica, muy bien justificada para asegurar la finalidad de una carretera que dé un buen servicio y que brinde seguridad y confort”, agregó.
El mantenimiento que según Elizondo deberían recibir las vías del país, debería ser integrado y no solo enfocarse en el pavimento.
Incluye analizar condiciones de taludes, drenajes, cunetas diseñadas para soportar niveles de agua de hace más de 20 años y hasta señalización adecuada para que los usuarios sepan cuando hay un riesgo por la vía en la que transitan. Todo esto, dijo debe ser respaldado por estudios específicos y profesionales, según el área de atención.
Además, otro de los aspectos señalados corresponde a la gestión de riesgo. Identificar y atender las fallas en verano para asegurar la capacidad de respuesta de los proyectos durante la época lluviosa.
“En un contrato de conservación vial, no puedo enfocarme a ciertas actividades y dejar de lado otras, porque la vida de una carretera depende mucho del efecto del agua, una carpeta donde está pasando agua a cada rato se deteriora en corto plazo, el agua desestabiliza los taludes y daña la estructura”, puntualizó.
Un factor clave en esa fase de conservación es que antes de los trabajos se realicen estudios profesionales y que estas evaluaciones sean competentes y suficientes, indicó.