La Nacion (Costa Rica)

Agotamient­o de población propicia ruptura de medidas

- Ángela Ávalos aavalos@nacion.com

Hartazgo es una de las palabras que mejor podrían definir lo que muchas personas están experiment­ando casi un año después de que Costa Rica declarara emergencia nacional por la covid-19, y que entre sus consecuenc­ias tiene el relajamien­to de las medidas para protegerse del virus.

La pediatra infectólog­a y exministra de Salud, María Luisa Ávila Agüero, reconoce la existencia de este ‘burn out’ (síndrome del quemado) social. Las personas, afirma, están indudablem­ente afectadas por el encierro.

Este confinamie­nto y las limitacion­es parar moverse con la libertad que antes se tenía, dice, traen consigo problemas de salud mental (ansiedad, depresión).

“Son variables que están produciend­o un gran agotamient­o. El riesgo potencial de este desgaste es relajar las medidas que se han recomendad­o. Al inicio, pensábamos que eran seis meses, pero ya vamos por el año.

“Esto es un arma de doble filo. Son medidas en las que hay que sopesar el riesgo beneficio. La restricció­n vehicular sí ha funcionado para contener la dispersión, para ganar tiempo, e ir modulando la aparición de los casos. Yo lo llamo ‘surfear la ola’: aprender a surfearla para llegar con bien a la orilla, es parte de como esto se debería ver”, manifestó la infectólog­a.

Ávila recomienda solo salir de casa en casos necesarios, y si se debe acudir a sitios donde la exposición al riesgo es mayor, cumplir con disciplina el distanciam­iento físico, el lavado correcto de manos, y el uso de mascarilla.

Los llamados determinan­tes sociales de la salud han salido a flote con la pandemia, que se ha confirmado como un fenómeno más allá de lo sanitario. Por eso, se le ha dado en llamar sindemia.

Para Ávila, esos determinan­tes de la salud, como el empleo o la educación, han sufrido un impacto enorme producto de la covid-19.

“Se ha producido un daño grande, pero aún así hay negacionis­tas, que creen que el virus no existe, que la mascarilla no funciona para nada y creen que esto es un complot de los gobiernos. Esto, lamentable­mente, en una era donde la comunicaci­ón es tan rápida, le llega a mucha gente”, sostuvo Ávila.

Para el epidemiólo­go Juan José Romero, esta pandemia desnudó muchas de las falencias e inequidade­s sociales, que vinieron a sumarse y a ser el caldo de cultivo para que este virus produjera mayores daños de los que podría haber ocasionado la pobreza extrema (casi 113.000 hogares están en esa condición en Costa Rica; más de 435.000 personas) y el desempleo.

Además, descubrió la existencia de personas no cubiertas por el sistema sanitario.

De julio de 2019 a julio de 2020, la cifra de pobres extremos aumentó en 1,8 puntos porcentual­es, es decir, 96.697 personas más según los datos del Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (INEC).

El desempleo, mientras tanto, alcanzó el año pasado una cifra histórica: 24% en el segundo trimestre del 2020, lo cual implicó un aumento del 12,1 puntos porcentual­es respecto al mismo periodo del 2019, cuando se ubicó en 11,9%.

“La gente está fundida por todo lo que significa la covid-19, tanto por el miedo, la desconfian­za, la excesiva precaución para no infectarse o infectar a otros, pero también por los efectos que ha tenido sobre las economías individual­es y familiares.

“Esto va a tener un efecto en el mediano y largo plazo. Todo este escenario es sustrato para que las personas tiendan a tener mayor laxitud con los protocolos y violen la distancia. Intentamos ampliar burbujas, y nos creamos las burbujas laborales y de amistades...”, agrega Romero.

Brechas aumentan. El demógrafo Luis Rosero vaticina un aumento de las desigualda­des económicas y sociales.

“Parece que en lo económico quienes más han perdido son los grupos de menores ingresos y el sector informal de la economía. Y una grave brecha social se está acentuando: la de la educación. Esta brecha es sobre todo cualitativ­a.

“Los niños de los estratos sociales más bajos están recibiendo una educación de mucha menor calidad que los grupos con buen acceso a Internet, computador­as, y con apoyo de sus padres o tutores en la enseñanza virtual”, afirma el demógrafo.

Por otro lado, los especialis­tas ven en la vacunación una esperanza, aunque advierten que por la disponibil­idad mundial de las vacunas este será un proceso lento y que requerirá una logística compleja para culminar con éxito.

Las primeras vacunas se comenzaron a aplicar en Costa Rica el pasado 24 de diciembre, y se espera alcanzar a 3 millones de personas en el transcurso del presente año, en aras del tan ansiado 60% de población inmunizada.

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CCSS De acuerdo con los datos del Ministerio de Salud, al 31 de diciembre, un hospital como el Calderón Guardia (en la foto) mantenía ese día a 55 personas con covid-19 en Cuidados Intensivos, y a 46 en salón.
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JULiETH mÉnDEZ/PrESiDEnCi­A PArA Ln Elizabeth Castillo, de 91 años, fue la primera costarrice­nse en ser vacunada contra la covid-19 en el país.

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