Agotamiento de población propicia ruptura de medidas
Hartazgo es una de las palabras que mejor podrían definir lo que muchas personas están experimentando casi un año después de que Costa Rica declarara emergencia nacional por la covid-19, y que entre sus consecuencias tiene el relajamiento de las medidas para protegerse del virus.
La pediatra infectóloga y exministra de Salud, María Luisa Ávila Agüero, reconoce la existencia de este ‘burn out’ (síndrome del quemado) social. Las personas, afirma, están indudablemente afectadas por el encierro.
Este confinamiento y las limitaciones parar moverse con la libertad que antes se tenía, dice, traen consigo problemas de salud mental (ansiedad, depresión).
“Son variables que están produciendo un gran agotamiento. El riesgo potencial de este desgaste es relajar las medidas que se han recomendado. Al inicio, pensábamos que eran seis meses, pero ya vamos por el año.
“Esto es un arma de doble filo. Son medidas en las que hay que sopesar el riesgo beneficio. La restricción vehicular sí ha funcionado para contener la dispersión, para ganar tiempo, e ir modulando la aparición de los casos. Yo lo llamo ‘surfear la ola’: aprender a surfearla para llegar con bien a la orilla, es parte de como esto se debería ver”, manifestó la infectóloga.
Ávila recomienda solo salir de casa en casos necesarios, y si se debe acudir a sitios donde la exposición al riesgo es mayor, cumplir con disciplina el distanciamiento físico, el lavado correcto de manos, y el uso de mascarilla.
Los llamados determinantes sociales de la salud han salido a flote con la pandemia, que se ha confirmado como un fenómeno más allá de lo sanitario. Por eso, se le ha dado en llamar sindemia.
Para Ávila, esos determinantes de la salud, como el empleo o la educación, han sufrido un impacto enorme producto de la covid-19.
“Se ha producido un daño grande, pero aún así hay negacionistas, que creen que el virus no existe, que la mascarilla no funciona para nada y creen que esto es un complot de los gobiernos. Esto, lamentablemente, en una era donde la comunicación es tan rápida, le llega a mucha gente”, sostuvo Ávila.
Para el epidemiólogo Juan José Romero, esta pandemia desnudó muchas de las falencias e inequidades sociales, que vinieron a sumarse y a ser el caldo de cultivo para que este virus produjera mayores daños de los que podría haber ocasionado la pobreza extrema (casi 113.000 hogares están en esa condición en Costa Rica; más de 435.000 personas) y el desempleo.
Además, descubrió la existencia de personas no cubiertas por el sistema sanitario.
De julio de 2019 a julio de 2020, la cifra de pobres extremos aumentó en 1,8 puntos porcentuales, es decir, 96.697 personas más según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
El desempleo, mientras tanto, alcanzó el año pasado una cifra histórica: 24% en el segundo trimestre del 2020, lo cual implicó un aumento del 12,1 puntos porcentuales respecto al mismo periodo del 2019, cuando se ubicó en 11,9%.
“La gente está fundida por todo lo que significa la covid-19, tanto por el miedo, la desconfianza, la excesiva precaución para no infectarse o infectar a otros, pero también por los efectos que ha tenido sobre las economías individuales y familiares.
“Esto va a tener un efecto en el mediano y largo plazo. Todo este escenario es sustrato para que las personas tiendan a tener mayor laxitud con los protocolos y violen la distancia. Intentamos ampliar burbujas, y nos creamos las burbujas laborales y de amistades...”, agrega Romero.
Brechas aumentan. El demógrafo Luis Rosero vaticina un aumento de las desigualdades económicas y sociales.
“Parece que en lo económico quienes más han perdido son los grupos de menores ingresos y el sector informal de la economía. Y una grave brecha social se está acentuando: la de la educación. Esta brecha es sobre todo cualitativa.
“Los niños de los estratos sociales más bajos están recibiendo una educación de mucha menor calidad que los grupos con buen acceso a Internet, computadoras, y con apoyo de sus padres o tutores en la enseñanza virtual”, afirma el demógrafo.
Por otro lado, los especialistas ven en la vacunación una esperanza, aunque advierten que por la disponibilidad mundial de las vacunas este será un proceso lento y que requerirá una logística compleja para culminar con éxito.
Las primeras vacunas se comenzaron a aplicar en Costa Rica el pasado 24 de diciembre, y se espera alcanzar a 3 millones de personas en el transcurso del presente año, en aras del tan ansiado 60% de población inmunizada.