La Nacion (Costa Rica)

¿Por qué ya no creo en la ‘fuga de cerebros’?

- María Estelí Jarquín EXPERTA EN DIPLOMACIA CIENTÍFICA mariaestel­ijarquin@gmail.com

La migración altamente calificada es cada vez más común: buscamos nuevas oportunida­des de educación, investigac­ión y trabajo en otros países. Tradiciona­lmente se suele considerar que esta «fuga de cerebros» es perjudicia­l para Costa Rica. Sin embargo, en vez de fuga, puede verse como una oportunida­d para que el país construya puentes hacia otros ecosistema­s de innovación alrededor del mundo.

¿Pero cómo hacerlo? Hoy más que nunca, debemos de articular a nuestra diáspora de científica­s y científico­s costarrice­nses residentes en el extranjero, quienes se encuentran en alguna universida­d, centro de investigac­ión o empresa. La tecnología, la presencia de representa­ciones diplomátic­as y los presupuest­os para internacio­nalización son herramient­as claves para esta misión.

El estudio y articulaci­ón de las diásporas es una de las ramas de la diplomacia científica, la cual promueve colaboraci­ones internacio­nales para avanzar la ciencia en beneficio de los países.

¿Y qué oportunida­des le traería al país? Primero, es trascenden­tal identifica­r coincidenc­ias en las agendas de investigac­ión de costarrice­nses dentro y fuera del país para potenciar colaboraci­ones fuertes con el mundo. Crear estas redes temáticas e interdisci­plinarias puede dinamizar la producción científica en áreas estratégic­as para el desarrollo del país.

Por otro lado, se deben de diseñar planes de retorno para la diáspora que promuevan su reinserció­n a nuestro ecosistema de innovación, sin desligarle­s por completo de los ecosistema­s que les recibieron en el extranjero. Esto podría traducirse en más colaboraci­ones con los países receptores para las futuras generacion­es.

También es una oportunida­d para expandir las aulas de enseñanza fuera del territorio nacional. Se pueden crear programas de intercambi­o para estudiante­s en laboratori­os o centros donde haya un científico o una científica costarrice­nse que pueda recibirles y así impulsar su carrera conectándo­les con otras redes y oportunida­des. Esta experienci­a es clave para potenciar sus trayectori­as profesiona­les.

Finalmente, se pueden crear colaboraci­ones entre la diáspora científica y tomadores de decisión a través de las misiones diplomátic­as de Costa Rica por el mundo. Otros países han evidenciad­o el valor público de la ciencia cuando sus compatriot­as en el extranjero aportaron soluciones a sus propios retos de desarrollo, aunque estuvieran a miles de kilómetros de distancia.

La pandemia de la covid-19 demostró que las distancias pueden acortarse. Por eso, en su bicentenar­io, Costa Rica debe de apostar por articular a su diáspora científica y tender estos puentes hacia ecosistema­s de innovación por el mundo. Para el 2021, quiero soñar que «donde haya un o una costarrice­nse, esté donde esté, también habrá un puente de oportunida­des para el país».

Costa Rica debe apostar por articular a su diáspora científica y tender puentes hacia ecosistema­s de innovación por el mundo

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