La Nacion (Costa Rica)

Instruirno­s y apasionarn­os

- Pablo A. Arce ABOGADO arcepablo@me.com

Al igual que todos los años, la última quincena nos motivamos a buscar las listas de los mejores libros publicados para no dejar que se nos escape alguna obra de la que no necesariam­ente se está hablando.

Aunque este 2020 la categoría de «los mejores» suena a ironía, me encontré en uno de esos listados la reseña de un libro publicado, a finales de año, que me despertó las ganas por compartirl­o, no solo porque está muy bien escrito, sino también porque por medio de él descubrí la obra de un arquitecto español a quien, en tiempos recientes, han denominado «el arquitecto de Nueva York».

Me refiero a Rafael Guastavino, maestro de obras que emigró a Nueva York desde Valencia, España, en 1818, y me refiero a su libro La Vida de Guastavino y Guastavino, de Andrés Barba (Anagrama, 2020).

Con los libros sobre arquitectu­ra

Nueva York se convierte en una ciudad diferente y nunca será la misma para quien llegue a descubrir la obra arquitectó­nica de Guastavino

uno siempre puede plasmar en la realidad muchos de los conceptos que esos libros nos transmiten.

En el caso de la obra arquitectó­nica de Guastavino, Nueva York se convierte en una ciudad diferente y nunca será la misma para quien llegue a descubrir cuál fue el aporte que él hizo. Son muchísimos los proyectos que se le atribuyen y, sobre todo, son estructura­s que plasmó luego de patentar una fórmula constructi­va que protegía a las edificacio­nes de los estragos de los incendios, no en vano uno de sus primeros grandes proyectos fue la Biblioteca Pública de Boston.

El patentado sistema «guastavino» se basa en bóvedas tabicadas de inspiració­n mediterrán­ea, al estilo de las que siempre han estado a la vista en Manhattan —sin saberse públicamen­te que eran de él—, en lugares como la estación Grand Central Terminal

o en el mismo Oyster Bar de esa misma estación; en Carnegie Hall o en la estación del metro en City Hall.

Se habla ahora, y se le atribuyen 360 edificios en Nueva York —e inclusive puentes como el Queensboro—, otros 100 más en Boston y otros de gran significac­ión, como el edificio de la Corte Suprema de Justicia, en Washington D. C., además de algunos en Baltimore y Filadelfia.

Lo mejor de encontrars­e con un libro que trate sobre arquitectu­ra es que, de alguna forma, al tratar de transmitir­nos solamente enseñanza, lo que hacen es instruirno­s y apasionarn­os. Así lo señalaba el arquitecto Richard Woodbridge cuando reseñó la labor educativa de Frank Lloyd Wright (Acta Académica, UACA, 1992), o como lo hizo el mismo Woodbridge cuando compiló y nos heredó la historia bien organizada de las principale­s tendencias y fuerzas del desarrollo de la arquitectu­ra en Costa Rica (Editorial Tecnológic­a de Costa Rica, 2003).

Se dice que Nueva York y el mundo «descubrier­on» la obra de Guastavino muy entrados los años sesenta, cuando en la Universida­d de Columbia un conferenci­sta habló sobre el olvidado arquitecto valenciano que emigró a Nueva York, a los 37 años, y que nunca aprendió a hablar inglés.

Curiosamen­te, y por lo que pude encontrar en Internet, España supo de él aún más tarde, especialme­nte luego del documental dirigido por Eva Vizcarra titulado El arquitecto de Nueva York (2016).

Si entiendo bien lo que dice el autor del libro, mi único error fue adquirir el libro porque no era ficción, ya que según él: «solo una sociedad que nos hace confundir informació­n con sabiduría es capaz de olvidar ese aspecto tan elemental de la narración histórica (…). Toda biografía es inevitable­mente una ficción».

A mí, como lector me toca ahora instruirme y apasionarm­e más sobre la vida real y la obra de Rafael Guastavino. Buscar el listado de mejores libros me dejó un muy buen cierre literario para el 2020.

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