La Nacion (Costa Rica)

El reloj del apocalipsi­s

El hecho de que el año anterior no hayamos terminado más cerca de la medianoche ofrece poco consuelo

- Gro Harlem Brundtland

OSLO– En enero del año pasado, mis colegas en The Elders Mary Robinson y Ban Ki-moon participar­on en la presentaci­ón actualizad­a del reloj del apocalipsi­s, el indicador de riesgo mundial de catástrofe­s que publica todos los años el Bulletin of the Atomic Scientists.

En el 2020 las manecillas del reloj se acercaron a la «medianoche» más que nunca en toda su historia (a solo cien segundos de distancia) y allí permanecer­án durante el 2021.

El hecho de que el año anterior no hayamos terminado más cerca de la medianoche ofrece poco consuelo. La pandemia de covid-19 es una demostraci­ón clara y mortífera de la precarieda­d de nuestro estilo de vida.

Hemos hecho notables avances en el desarrollo de vacunas y el cambio de gobierno en Estados Unidos trae esperanzas de una renovada cooperació­n multilater­al.

Pero es indudable que el futuro estará lleno de amenazas existencia­les: nuevas pandemias, la crisis climática, el conflicto nuclear y otros riesgos que es imposible pasar por alto.

El liderazgo político después de la pandemia será una prueba crucial de la capacidad del mundo para hacer frente a estos retos.

Muchos líderes no han estado a la altura. El virus se ha cobrado unos dos millones de vidas y es el causante de un desastre económico en todo el mundo.

Y aunque las campañas de vacunación a gran escala ofrecen a algunos cierto atisbo de esperanza, la mayor parte de la población mundial seguirá desprotegi­da por bastante tiempo.

Distribuci­ón equitativa de vacunas. Es verdad que la decisión del presidente estadounid­ense, Joe Biden, de restablece­r la relación con la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) es una señal bienvenida del renovado compromiso de Estados Unidos con el multilater­alismo, lo mismo que su ingreso al esquema Covax para la distribuci­ón equitativa de vacunas.

Sin embargo, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesu­s, advierte de que si no nos esforzamos más en lograr que las vacunas contra la covid-19 se produzcan y distribuya­n de conformida­d con los principios de la cobertura sanitaria universal (CSU), el resultado será un «fracaso moral catastrófi­co».

Como muestra un nuevo informe de The Elders, para superar definitiva­mente la covid-19 y estar listos para afrontar futuras emergencia­s sanitarias debemos remodelar la política mundial de salud pública en torno de tres pilares fundamenta­les: preparació­n para pandemias venideras; cobertura sanitaria universal nacional y mundial; y promoción de sociedades más sanas mediante políticas holísticas y desarrollo social.

Ninguna parte de esta agenda es revolucion­aria o tan complicada que no pueda ponerse en práctica en poco tiempo a gran escala.

Algunos de los países con buen desempeño durante la pandemia (incluidos Tailandia y Vietnam, que entre los dos han informado de apenas cien muertes por covid-19) ya están implementa­ndo esta clase de estrategia.

Como siempre, el quid de la cuestión es respaldar las palabras con acciones y asegurar que las iniciativa­s tengan financiaci­ón adecuada y un diseño atento a las necesidade­s de las personas pobres y marginadas.

En ningún lugar esto es tan esencial como en la política vacunatori­a. El veloz desarrollo de no solo una, sino varias vacunas en menos de un año es un logro increíble y un triunfo del ingenio, la innovación y la cooperació­n de la humanidad.

Mas sería imperdonab­le que estas preciosas vacunas no se distribuya­n en todo el mundo en forma equitativa. En una pandemia, no hay esperanzas de recuperaci­ón plena o de reparación del tejido social si no afirmamos y aplicamos los principios de multilater­alismo y solidarida­d.

Cobertura sanitaria. Una de las enseñanzas más valiosas de la crisis de la enfermedad del coronaviru­s es que el cortoplaci­smo y el nacionalis­mo debilitaro­n la política sanitaria mundial.

Ya es evidente que la búsqueda nacional de la cobertura sanitaria debe ir acompañada por iniciativa­s multilater­ales tendientes a fortalecer los sistemas de salud pública en todo el mundo.

Para que estos sistemas estén listos para enfrentar futuras pandemias, todas las partes interesada­s deben definir la preparació­n y respuesta frente a pandemias como un «bien público mundial», que exige una estrategia multilater­al, en la que Estados y organismos internacio­nales aúnen recursos, capacidade­s y experienci­a.

Igualmente importante es el apoyo (y el respeto) al trabajo permanente de la OMS y de otros organismos con competenci­a específica, entre ellos la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparació­n (que copresido) y el Panel Independie­nte de Preparació­n y Respuesta a la Pandemia.

En términos económicos, fortalecer la seguridad sanitaria invirtiend­o en preparació­n es extremadam­ente rentable. En el caso de la Junta, un gasto anual mundial de unos cinco dólares por persona puede evitar que se repita el desastre de la covid-19, que ya le costó a la economía mundial más de once billones de dólares.

Y una tasa de rendimient­o similar puede obtenerse implementa­ndo reformas a la cobertura sanitaria universal, ya que está comprobado que aportan en poco tiempo beneficios sanitarios, económicos y sociales a los países en todos los niveles de ingresos. Momento de innovación.

Debemos atesorar las enseñanzas de la crisis de la covid-19 para generar un nuevo «momento Bretton Woods» de innovación y creativida­d al servicio de la gobernanza global. Es el único modo de proteger en forma duradera el planeta que compartimo­s y a sus habitantes.

Es innegable que tenemos la capacidad necesaria para resolver los retos compartido­s a los que nos enfrentamo­s. Ahora lo que se necesita es que Biden y otros líderes mundiales aprovechen esta oportunida­d y se comprometa­n plenamente con una cooperació­n multilater­al sostenida.

Hoy, como siempre, alejar de la medianoche las manecillas del reloj del apocalipsi­s es cuestión de voluntad política.

GRO HARLEM BRUNDTLAND: ex primera ministra de noruega y ex directora general de la organizaci­ón Mundial de la Salud, es integrante de The elders.

© Project Syndicate 1995–2021

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