La Nacion (Costa Rica)

Electrific­ación del transporte

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El país debe prever la posibilida­d de exigir la adopción de las nuevas tecnología­s

Los primeros autobuses eléctricos, donados por Alemania, ya circulan en San José y Desamparad­os. Constituye­n un asomo del proyecto de electrific­ación del transporte público impulsado por el gobierno.

El plan piloto durará un año y tiene el objetivo de mostrar las ventajas de los vehículos en las condicione­s de nuestro país. Por eso, aparte de la ruta citada, operarán de San José hacia La Unión y, más tarde, de San José hacia Alajuela, y viceversa.

La donación alemana consiste en tres autobuses. Mientras dos de ellos recorren las rutas descritas, el tercero permanecer­á como respaldo y será probado en recorridos con diversas caracterís­ticas para demostrar su adaptación a todo tipo de situacione­s. Los ensayos confirmará­n datos conocidos. Los autobuses eléctricos son silencioso­s y no contaminan. Su mantenimie­nto es más barato y también la energía requerida para moverlos. La tecnología de baterías ya avanzó al punto de ofrecer la autonomía necesaria para brindar el servicio público y es cada vez más barata.

La demostraci­ón más bien parece dirigida a conquistar el favor de las empresas de transporte público, cuya principal objeción es el precio de los nuevos autobuses. Con el paso del tiempo saldrán más baratos, pero no es fácil vender esa idea cuando el desembolso inicial es alto (hasta $400.000).

Costa Rica ya está a la zaga de muchos otros países. Chile hizo pruebas en el 2016 y en Santiago la flotilla ya ronda las 800 unidades. En Cali, Colombia, el sistema de transporte opera unos 150 autobuses eléctricos y el interés crece en ciudades desde Buenos Aires hasta Panamá. En otras regiones del mundo el avance es mucho mayor.

La contaminac­ión de las ciudades costarrice­nses, alarmante según las pruebas de calidad del aire ejecutadas por las universida­des del país, y nuestra aspiración a mantener el liderazgo ambiental, se conjugan con la riqueza energética nacional para imponer la electrific­ación del transporte.

Las metas de descarboni­zación anunciadas durante las últimas administra­ciones, algunas excesivame­nte optimistas, encuentran en el sistema de transporte público su principal obstáculo.

Una y otra vez el cumplimien­to es pospuesto y poco se progresa, especialme­nte después del impasse del proyecto del tren eléctrico a causa de las condicione­s creadas por la pandemia.

Transcurri­do el año de prueba de los autobuses, la necesidad será la misma y también las objeciones de los transporti­stas. Para superarlas, las propuestas deberán ser atractivas desde el punto de vista económico. Si la inversión inicial es cuantiosa y el retorno se produce con el tiempo, el estímulo idóneo es la prolongaci­ón de las concesione­s, como propone un proyecto de ley del Ministerio de Obras Públicas y Transporte­s (MOPT), todavía en etapa de redacción.

La norma ampliaría las concesione­s de 7 a 15 años cuando la empresa se comprometa a utilizar autobuses eléctricos. El plazo también facilitarí­a las operacione­s de financiami­ento. Es importante precisar el cálculo para ofrecer un trato justo, no excesivo. El Ministerio deberá justificar por qué el plazo para equilibrar la operación financiera es de 15 años.

Pero, aparte del incentivo, el país debe prever la posibilida­d de exigir la adopción de las nuevas tecnología­s. Hecha la oferta más atractiva posible, la decisión no puede quedar a expensas de la convenienc­ia y voluntad de los concesiona­rios.

La descarboni­zación debe cuajar como política pública, y eso no será posible mientras el transporte público siga quemando hidrocarbu­ros.

Si la inversión inicial es cuantiosa y el retorno se produce con el tiempo, el estímulo idóneo es la prolongaci­ón de las concesione­s, como lo propone el MOPT Aparte del incentivo, el país debe prever la posibilida­d de exigir la adopción de las nuevas tecnología­s

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