La Nacion (Costa Rica)

La paradoja de Teseo

- jc.mora.montero@gmail.com

La definición colectiva del ‘país donde quiero vivir el resto de mi vida’ debe hacerse primero que el ‘brainstorm­ing’ sobre el qué hacer

El último año proliferar­on significat­ivamente estudios, seminarios web, libros, artículos científico­s, workshops y conferenci­as sobre el futuro. Dicho de otro modo, el futuro se posicionó de manera relevante en las agendas académicas y científica­s mundiales.

Este fenómeno, acelerado por la pandemia, puso de manifiesto las dos grandes escuelas existentes en esta temática: la determinis­ta, que supone que el futuro es una proyección del pasado y, por tanto, conociendo el comportami­ento de las fuerzas primarias (economía, tecnología y demografía) y las megatenden­cias y tendencias derivadas de ellas podemos efectuar proyeccion­es con modelos sumamente precisos y tener una idea bastante acertada del mañana.

La otra es la escuela voluntaris­ta, según la cual existe un conjunto de futuros posibles, conformado­s por las decisiones de las personas en el presente, es decir, no existe un único porvenir resultante de una proyección del pasado, sino muchos y, por ende, es factible construir el futuro deseado.

Ambas escuelas, pese a la gran diferencia en la forma de concebir el futuro, comparten la creencia en que existen fenómenos y acontecimi­entos de poca predictibi­lidad y gran impacto en el porvenir que está tomando forma.

Se les conoce como «cisnes negros», «cartas salvajes» o, en general, acontecimi­entos disruptivo­s con potencial para cambiar trayectori­as y ocasionar rupturas.

Resultados del cambio.

Como consecuenc­ia de la disrupción, surgen nuevas empresas, modelos de negocios novedosos, otras sociedades y prácticas sociales, culturales, productiva­s y tecnológic­as.

Los impulsores de cambio topan con países, empresas y organizaci­ones en los cuales su efecto acrecienta las necesidade­s y los problemas, pero en otros corren mejor suerte y catapultan oportunida­des o crean espacios para crecer.

Si aplicamos estos métodos de estudio del futuro a la Costa Rica del 2040, de acuerdo con los 64 escenarios propuestos en el estudio que tuve la oportunida­d de coordinar a mediados del 2020 para la Universida­d

Nacional (Costa Rica hacia el 2040: escenarios de la nueva

normalidad), podríamos construir el «país donde quiero vivir el resto de mi vida» (escenario apuesta) o continuar proyectand­o la obsolescen­cia y llevarnos al «país del sueño y el juego perdidos» (escenario catastrófi­co).

Al pensar en estos dos escenarios extremos, cuyo nombre es solo una metáfora, de acuerdo con la escuela voluntaris­ta podría decirse que, además, entre ambos existen otro conjunto de futuros posibles (futuribles) por constituir según el grado de responsabi­lidad, la calidad de las decisiones y políticas que el país implemente en la pandemia y en la era pospandémi­ca.

Es un hecho, no una conjetura, que muchas cosas en el país no volverán a ser como antes, y eso me conduce a pensar en una analogía entre el barco y el viaje de Teseo y el viaje de nuestro país hacia el futuro.

En la paradoja de Teseo, que tiene algunas variantes según quien la cuente, el personaje regresa de Creta a Atenas en un barco, y durante la travesía, según se cuenta fue muy larga, la nave se fue dañando y tuvo que cambiar cada tabla, cada mecate, los mástiles y hasta reponer la bandera y el nido del cuervo donde se instalaba el vigía.

En cada isla misteriosa a donde iba en busca de alimentos, debía conseguir madera y otros materiales para mejorar al barco. Al llegar a Atenas, la embarcació­n, ¿es una nave nueva o una nueva nave? Esa es la paradoja de Teseo: ¿Sigue siendo el mismo barco o podría decirse que es un barco nuevo?

El barco de Teseo, cuenta la historia, fue guardado en un museo, pero no sin suscitar un debate. Muchos se decantaron por que era una nave nueva; otros muchos más afirmaban que seguía siendo el barco de Teseo. La pregunta de fondo sería: ¿Qué es lo que hace a ese barco ser «el barco de Teseo»?

Dos Costas Ricas posibles.

Visto desde la paradoja, podríamos decir que si el país mantiene su rumbo actual hacia la desigualda­d y hacia el deterioro de la educación y el ambiente sin hacer más que cambiar cada cuatro años las tablas más dañadas, en el 2040, seguirá siendo la misma Costa Rica.

Pero si el país decide hacer el esfuerzo sostenido por reencauzar la ruta fijada por la inercia de no hacer lo que se debe y se compromete con políticas públicas tendentes a mejorar la calidad del trabajo, el medioambie­nte, la educación y la salud, entre otras, en el 2040, será otra Costa Rica.

¿Qué es lo que realmente define si es el mismo ser que evolucionó y se fue adaptando o si se trata de un nuevo ser que rompió la tendencia hacia el escenario catastrófi­co y se irguió como otro ente?

Pues, tomando partido a favor de la segunda opción, diría que seguirá siendo Costa Rica, porque en el futuro que se construya prevalecer­án las cosas esenciales, las que marcan la diferencia.

No será un país nuevo por los trenes eléctricos o por las ciudades inteligent­es que habremos construido. Tampoco por la conectivid­ad de óptima calidad y universal, ni por una educación transforma­da. No será un país nuevo por el uso de energías renovables, la tecnologiz­ación de la actividad productiva y la territoria­lización de las políticas públicas y la inversión. Esas son tablas y partes de la nave que debemos cambiar y mejorar.

Seguiremos siendo Costa Rica, mas esta será nueva porque, pese a los cambios tan necesarios pendientes, prevalecer­á lo que nos distingue: los más arraigados y nobles valores de la solidarida­d, la diplomacia ante el desastre, la búsqueda de la sostenibil­idad, la inclusión social, el orgullo por el triunfo de los nuestros, entre otros.

Termino con otro parafraseo de la paradoja. No construire­mos para el futuro un país nuevo, sino un nuevo país, donde se materialic­en las mejores aspiracion­es de esta nación, construida­s a partir de un proceso participat­ivo que nos lleve a determinar, antes que lo medios, los fines.

La definición colectiva del «país donde quiero vivir el resto de mi vida» debe hacerse primero que el brainstorm­ing sobre el qué hacer. Difícilmen­te acertemos en el cómo (técnica y políticame­nte) si antes no hemos logrado el acuerdo sobre la Costa Rica que queremos tener mañana.

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doCenTe en la Una Y la UCr Juan Carlos Mora Montero

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