Movimiento fiscal
¿De abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo? No se trata de un giro a la publicidad de las galletas Chiky, que se hizo viral preguntando de qué lado tenían el chocolate. En este caso, la duda se refiere a cómo elaborar los presupuestos públicos.
La Contraloría General de la República cuestiona que, en la actualidad, se aplique un modelo incremental, o «de abajo hacia arriba»: cada departamento de cada institución plantea sus necesidades a los superiores inmediatos, estos las elevan a las autoridades máximas, las cuales, a partir de ellas, elaboran los presupuestos sectoriales, que se agregan para que el Ministerio de Hacienda proponga el nacional a los diputados. Tal práctica, nos dice, puede exagerar las necesidades y ejercer presiones infundadas sobre el gasto. Como antídoto, propone moverse «de abajo hacia arriba», es decir, establecer topes obligatorios desde los cuales adaptar las prioridades institucionales. A partir de ellos, Hacienda definiría la distribución óptima de fondos en el Estado.
Como modelo, la propuesta tiene gran sentido. Sin embargo, noto en ella dos debilidades. La primera es que la dinámica no es tan lineal ni automáticamente incremental, como puede entenderse de lo que dice la Contraloría. A menos que los jerarcas padezcan de aguda pasividad y complacencia, lo usual es que los presupuestos no sean producto de una dirección única (hacia arriba o hacia abajo), sino de un intercambio de posiciones y direcciones que, tras desvíos y contorsiones, conduce al resultado final. No quiere decir que sea óptimo, pero la mayoría de sus imperfecciones surgen de otro problema: la inflexibilidad en los gastos, que limita el poder discrecional en la cadena de mando.
De ahí surge la segunda debilidad de la propuesta. Dicho en palabras del ministro Elian Villegas, «la rigidez existente hace que el movimiento sea muy pequeño». Y el origen de esta contractura es doble: ahogo fiscal (coyuntural) y obligaciones y destinos fijados por ley o Constitución (estructural).
Por esto, sin que descuidemos por donde comenzar a poner el chocolate de los gastos, la clave está en cuán flexible y nutritiva sea la receta, para que, como la Contraloría también ha apuntado con insistencia, los presupuestos lleguen a ser auténticas herramientas de política pública.