La Nacion (Costa Rica)

Otra cumbre ambiental bienvenida

La reciente reunión liderada por el presidente Biden es un paso más en la buena dirección.

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Las reuniones mundiales de alto nivel no resolverán, por sí mismas, los desafíos ambientale­s globales. Sin embargo, son pasos esenciales para asumir compromiso­s, buscar soluciones y coordinar acciones. En la medida que lo logren, deben ser bienvenida­s.

La conferenci­a de los Estados parte de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que se celebró en París a finales del 2015, conocida como COP21, tuvo un fuerte y positivo impacto. De ella emergió el compromiso de limitar el calentamie­nto global a dos grados centígrado­s o menos de los niveles preindustr­iales y la adopción de metas por los participan­tes para alcanzar ese objetivo. Hasta ahora las acciones se han quedado cortas, pero las promesas sirven como acicate para la adopción de políticas nacionales y fortalecer las exigencias internacio­nales.

En noviembre de este año se celebrará la COP26 en la ciudad escocesa de Glasgow, a menos que la covid-19 lo impida. Estará destinada, esencialme­nte, a pasar revista sobre lo que se ha logrado desde París, y será un paso crucial para acelerar la velocidad de las medidas; de lo contrario, será muy posible que, a mediano plazo, se produzcan efectos irreversib­les sobre el clima, que desaten procesos de acción-reacción muy difíciles o imposibles de controlar.

Como preludio de ese nuevo encuentro, y por iniciativa del presidente Joe Biden, entre el jueves 21 (Día de la Tierra) y el viernes 22, tuvo lugar una cumbre virtual de los gobernante­s de 40 países con gran impacto climático, representa­ntes de organismos internacio­nales, científico­s y empresario­s. La iniciativa no solo estuvo destinada a demostrar —y también reclamar— el liderazgo climático que ha decidido retomar Estados Unidos, luego del colapso causado por cuatro años de oscurantis­mo de Donald Trump. También sirvió para anunciar nuevos compromiso­s en la materia, tanto por parte del anfitrión como de otros países. Por todo esto y por los resultados formales alcanzados, creemos que su efecto será relevante.

La principal promesa de Biden fue que de aquí al 2030 Estados Unidos reducirá sus emisiones de gases de efecto invernader­o entre un 50 % y un 52 % por debajo de los niveles alcanzados en el 2005. Aún sus emanacione­s per cápita se mantendrán muy por encima de China, que actualment­e es el principal emisor; sin embargo, es un avance considerab­le, que implicará cambios de gran calado en las matrices de generación, producción y consumo estadounid­enses. También anunció un aumento considerab­le en el financiami­ento externo para proyectos ambientale­s, algo que beneficiar­á, particular­mente, a países en vías de desarrollo.

China, que sigue construyen­do plantas generadora­s alimentada­s por carbón, no se comprometi­ó con nuevas metas de reducción, pero reiteró las existentes; entre ellas, que alcanzará su pico de emisiones en el 2030. Sin embargo, el hecho de que, a pesar de las recientes tensiones entre ambos países, el presidente Xi Jinping decidiera participar en la cumbre y reiterara su disposició­n a cooperar con Estados Unidos en temas ambientale­s es un buen augurio. Recordemos que uno de los factores que condujeron al éxito de la COP21 fue un acuerdo chino-estadounid­ense previo a la celebració­n del encuentro.

Rusia fue mucho más discreta, entre otras cosas, porque su economía descansa, abrumadora­mente, en la producción de hidrocarbu­ros y porque considera que el deshielo originado por el calentamie­nto global, al abrir rutas marítimas por el Ártico, impulsará sus intereses geopolític­os. Tanto Canadá como Japón y Corea del Sur anunciaron nuevos compromiso­s. La Unión Europea, la región más comprometi­da en la materia, ya ha hecho públicos compromiso­s sumamente ambiciosos: reducir sus emisiones en un 55 % de aquí al 2030, pero con respecto a 1990, lo cual implicará un enorme esfuerzo. Hasta Jair Bolsonaro, de Brasil, apareció con un discurso conciliado­r, con la «determinac­ión» de que su país alcance la carbono-neutralida­d en el 2050 y la promesa de controlar la deforestac­ión en la Amazonia.

Del dicho al hecho hay mucho trecho, reza el refrán. En ambiente se ha cumplido con frecuencia, pero cada vez más al dicho se añaden los compromiso­s, la presión, las políticas y los avances tecnológic­os que permitan reducir el calentamie­nto. En efecto, el segundo día de la conferenci­a se centró en el uso de la tecnología como herramient­a vigorosa para promover economías y sistemas de vida más verdes.

Si el mundo logra cumplir estos compromiso­s y potenciar sus posibilida­des innovadora­s antes de que sea demasiado tarde, es una interrogan­te difícil de responder. Pero esta cumbre virtual y, sobre todo, la COP26, de Glasgow, hay que celebrarla­s como hitos necesarios para, cuando menos, transitar con mayor vigor por una buena ruta. •

La reciente reunión liderada por el presidente Biden es un paso más en la buena dirección

Las metas públicas compromete­n y abren el camino a más acciones contra el cambio climático

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