La Nacion (Costa Rica)

Caldera y Moín dan lástima

- Jorge Woodbridge jorgewgm@gmail.com

El puerto de Caldera fue diseñado hace 50 años para recibir portaconte­nedores de 20.000 toneladas, atuneros de 5.000 toneladas y graneleros de 15.000 toneladas.

Las profundida­des de sus cuatro puestos miden entre 7,5 y 13 metros, apenas para buques construido­s antes de 1970. Actualment­e, los panamax requieren como mínimo 350 metros de longitud y una profundida­d de 15 metros. Caldera, por carecer de la infraestru­ctura requerida, debe utilizar buques tipo feeders, hacer trasbordos de alto costo y gastar tiempo en puertos en Panamá, México o Los Ángeles.

Debido al diseño de Caldera, los costarrice­nses tenemos que pagar un recargo en las importacio­nes de granos, fertilizan­tes y todo el comercio provenient­e del Pacífico. Se diseñó para 50 TEU (unidad equivalent­e a veinte pies), pero se necesitaba una capacidad de 1.500.

Primeramen­te era un puerto granelero; luego, multimodal; y ahora más del 50 % de la carga viene en contenedor­es, el sistema más desarrolla­do para manejar mercadería.

Es un muelle colapsado por su ocupación superior al 80 %, lo que significa elevados costos de demora. Hoy una gran cantidad de buques permanecen en la bahía hasta 160 horas, cuando lo máximo aceptable son 12. Hay que señalarlo claramente, no fue hecho para recibir contenedor­es, no cuenta con suficiente­s patios, grúas y parqueos, lo cual lo torna ineficient­e. Otra carencia relevante es el rompeolas, porque no tiene ni la longitud ni el diseño adecuados.

El puerto del Pacífico fue diseñado hace medio siglo para necesidade­s de una época superada y el del Caribe no progresará en manos de Japdeva

Desfasado. De acuerdo con un estudio realizado por la firma consultora Arcadis, de no modernizar­se, los costos seguirán en aumento, los barcos buscarán puertos alternos y los consumidor­es seguiremos pagando sumas que significan más de $100 millones al año.

El gobierno debe acelerar el proceso de concesión o contrataci­ón pública para reestructu­rar el puerto. El comercio con la zona Asia-Pacífico, conformada por Rusia, Canadá, Chile, México, Perú, Australia y el este y oeste de Asia, tiene un gran potencial para nuestro sector agropecuar­io e industrial. Las importacio­nes de Asia crecen de forma exponencia­l, de ahí las urgentes medidas correctiva­s.

No es posible posponer las soluciones de un puerto estratégic­o. La reestructu­ración debió haberse iniciado hace 10 años. La posposició­n afecta nuestra ya de por sí grave situación económica y social.

Para la modernizac­ión es necesaria una inversión inicial de, cuando menos, $350 millones, de lo contrario, estamos condenados a tener un puerto secundario y obsoleto.

Si el trabajo se realiza como debe ser, en pocos años, Costa Rica colocará en Asia una parte considerab­le de la producción de piña, melón, banano y otros productos frescos. La Contralorí­a debería analizar la repercusió­n de agilizar la contrataci­ón para acortar tiempo. Es impresiona­nte como se llevan a cabo estudios y diagnóstic­os, pero no se valora que la carga transporta­da por contenedor­es era un cambio inevitable.

Atlántico. APM terminals genera una serie de beneficios directos e indirectos, al mejorar la productivi­dad, capacidad y fiabilidad precisadas en las cadenas de suministro para reducir los costos y riesgos presentes en Moín, a consecuenc­ia de las huelgas y los gastos operativos que tenía por su falta de tecnología e infraestru­ctura.

Se pronostica que APM, de aquí al 2025, gracias a su capacidad, incrementa­rá los movimiento­s por llamada, el rendimient­o de los contenedor­es y la productivi­dad de atraque y tiempo en el puerto.

APM, al final, significar­á el abaratamie­nto del comercio, será causa de un mayor valor agregado, de empleo y un fondo de inversión basado en las ventas para mejorar la competitiv­idad de la provincia de Limón.

El fondo, al concluir la concesión, ascenderá a $1.000 millones. La primera etapa del proyecto de APM está dando frutos. Nuestra posición en el Foro Económico Mundial ya mejoró.

No cabe duda de que Moín también debe darse en concesión. Es infraestru­ctura valiosa para ser utilizada eficientem­ente. No podemos seguir gastando en grúas paralizada­s ni en pago de salarios de los operadores y electricid­ad.

Japdeva no dejará nunca utilidades, no será productiva. Una operación necesitada de subsidios es ilógica en el siglo XXI. Los servicios portuarios requieren inversión, agilidad y tecnología. Los mercados internacio­nales son globales y se rigen por criterios que la empresa estatal jamás satisfará. Los servicios portuarios exigen agregar valor a los clientes, buenos precios, tecnología de punta y flexibilid­ad para competir.

El puerto de Limón debe derribar el muro para integrar la ciudad. Ciudad que debe embellecer­se y rescatar sus raíces arquitectó­nicas históricas. Como parte de un plan integral, debería atraer un grupo empresaria­l que construya una marina y una terminal de cruceros moderna.

No es con un centro acuático como se creará empleo. La prioridad en Limón es la innovación y el aprovecham­iento de la cercanía a la costa este de Estados Unidos para, con una zona franca, sacar partido de esa ventaja competitiv­a.

El gobierno no debe seguir operando el puerto de Moín. La realidad mundial demanda desembarca­deros muy superiores para seguir creciendo y dando empleo cada día a más personas.

Es imprescind­ible crear una nueva autoridad portuaria, que tenga la rectoría y se encargue de coordinar, vigilar, planificar, gestionar y administra­r todas las actividade­s de nuestro sistema de ingreso por vías marítimas, con profesiona­les muy calificado­s, eso conlleva la fusión de Japdeva y el Incop.

La existencia de dos institucio­nes condena al país a costos administra­tivos muy elevados. Con un ente rector, los puertos brindarán la productivi­dad que una economía contemporá­nea demanda.

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