La Nacion (Costa Rica)

Reconozcam­os que el país está a la deriva

- ABOGADO Elías Soley Gutiérrez esoley@soley-saborio.com

De las varias reacciones posteriore­s a la inauguraci­ón del último período legislativ­o 2018-2022, debemos prestar especial atención al llamado a las fracciones en el Congreso a «no desconfiar» de las iniciativa­s del Poder Ejecutivo y a tratar de caminar juntos en la búsqueda de soluciones, hecho por la ministra de la Presidenci­a, Geannina Dinarte.

¿Qué dejamos de lado como sociedad para que exista desconfian­za entre sectores? ¿En qué estado emocional e intelectua­l están los políticos? En esa trinchera, ¿hay una agenda propositiv­a, entusiasta, que vuelva a unir a la sociedad, que sirva de remedio contra el recelo galopante que impide que las buenas ideas tomen forma y deriven en la dinámica necesaria para llevar al país hacia un futuro más próspero?

No hay duda de que la sociedad dejó de hacer muchas cosas, como la participac­ión directa de los ciudadanos en la promoción de ideas y proyectos de impacto en lo político y social, que conduzca a la evolución de Costa Rica, a dar paso a las grandes oportunida­des posibles en el mundo contemporá­neo, como la digitaliza­ción de los servicios gubernamen­tales, sanitarios, agroindust­riales y educativos.

Atrás quedo el pensar cómo reinventar el Estado, por lo cual nos vemos obligados a enfrascarn­os en una estéril discusión para reformar el régimen de empleo público, cuando lo que debió haberse hecho hace mucho tiempo era evaluar las institucio­nes públicas, una introspecc­ión y revisar si verdaderam­ente cumplían su objetivo de interés público y, a aquellas que no, diseñarles una migración hacia otras funciones acordes con las necesidade­s del país.

Es inútil pedir confianza cuando el gobierno mismo carece de un mensaje franco

Protección del statu quo. Por el contrario, algunos grupos optaron por proteger sus «burbujas», sus negocios o empresas, sus convencion­es colectivas, sus intereses políticos, etc. En lugar de ver el bosque, se enfocaron en sus arbolitos, y ahora la vida nos recuerda que somos parte de un ecosistema y dependemos unos de otros. Es difícil que alguien discrepe de la falta de claridad acerca del modelo de Estado y del que nos proponen para el futuro.

El llamamient­o de la ministra de la Presidenci­a no tendrá eco, porque no es posible pedir confianza cuando no hay un mensaje franco, cuando la gestión del gobierno está colmada de mensajes contradict­orios que originan la terrible sensación que provoca la improvisac­ión en una actividad estatal que parece no ir hacia ningún lado, sino que es como un bote impulsado por la corriente cuyos ocupantes olvidaron remar.

Nuestra sociedad dejó de pensar en esos asuntos hace mucho tiempo; dejó que institucio­nes estratégic­as en una coyuntura específica siguieran operando a pesar de que en la actualidad no agregan mayor valor a la sociedad, porque están llenas de funcionari­os que no tienen noción del aporte o alcance de su servicio público y gozan de grandes beneficios económicos, producto de nocivos liderazgos que, en contuberni­o con los políticos de turno, se llenaron de gollerías y prebendas.

Exigencia para los candidatos a la presidenci­a. Es imposterga­ble exigir a los futuros candidatos a la presidenci­a una definición diáfana, congruente y concreta del tipo de Estado que proponen.

Al menos yo, anhelo un planteamie­nto serio y contundent­e, una ruta de acción, el dibujo en el horizonte de un modelo de Estado que contribuya al desarrollo de las ideas de nuestra sociedad, que sea facilitado­r del desarrollo de actividade­s productiva­s, que abandone el complejo de policía y el matonismo institucio­nal contra las pequeñas y medianas empresas, que promueva un sistema educativo de donde emerja el talento humano requerido para las actividade­s productiva­s, que tenga un presupuest­o austero y cuyo tamaño agilice encontrar las respuestas que demanda la sociedad.

Quisiera un Estado solidario con los que menos tienen, promotor y fortaleced­or de programas mediante los cuales afloren la mayor cantidad de oportunida­des para los menos favorecido­s. El verdadero éxito de tales programas se alcanzará cuando se aplane la curva de personas necesitada­s de ellos. ▪

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