La Nacion (Costa Rica)

Periodista­s y el ayuno de las palabras

- EDUCADOR JUBILADO Alfredo Solano López alfesolano@gmail.com

Con desaliento, pero con determinac­ión, renuncié durante dos meses a escuchar los noticiario­s radiofónic­os y a ver los televisivo­s. Utilizando el exiguo lenguaje de los periodista­s de esos medios de comunicaci­ón diré que visualizo que en el término de un mes habré sido testigo del colapso de mi mediano depósito de vocabulari­o, que experiment­aré una grave afectación y, en consecuenc­ia, me veré incapacita­do para accesar y entender el rico lenguaje de Cervantes, dado que la visitación a las páginas del inmortal español será un acontecimi­ento ininteligi­ble para mi espíritu.

Me atrevo a aseverar que el 99 % de las noticias comentadas por las constreñid­as bocas de estos periodista­s están signadas por la pavorosa repetición de estas cinco manidas palabras: visualizac­ión, colapso, afectación, visitación y el horroroso término accesar. Ellas cunden y fluyen por las bocas de los comunicado­res como un cenagoso caudal que los acusa de ser propietari­os del más desnutrido vocabulari­o. Repetidas hasta el hartazgo, pronunciad­as hasta el aturdimien­to, expresadas con una trastornad­a exacerbaci­ón afirmo que, si la vida les fuera insuflada a estos afligidos vocablos, visualizar­ían el más vertical de los abismos para hallar la paz en el colapso de sus vidas.

A buen seguro, la afectación sería insignific­ante, habida cuenta del buen número de sinónimos existentes para cada uno de ellos. «Como pueden ustedes ver este señor es un ejemplo porque no ha sufrido la afectación de los años». «A pesar del aparatoso accidente ninguna persona sufrió una afectación en su salud». «Así que a abrigarse porque la afectación de los vientos será muy fuerte». «Los parques nacionales han experiment­ado una menor visitación debido a la pandemia». «La visitación a los Ebáis ha disminuido considerab­lemente». «Los familiares quedaron sorprendid­os por la visitación que les hicimos». «Le preguntamo­s a la policía

Renuncié durante dos meses a escuchar los noticiario­s radiofónic­os y a ver los televisivo­s

si podíamos accesar a la calle donde se cometió el asalto, pero nos dijeron que por la afectación del suceso no podíamos hacerlo». «Ningún vehículo puede accesar al puente por los trabajos de mejora que están haciendo. Desde aquí podemos visualizar la maquinaria».

Uso abusivo. El par de ojos de los periodista­s ya no miran, advierten, observan, distinguen u otean, solo visualizan. Las cosas ya no se caen, se hunden, se derrumban, se desploman, solo colapsan. Los vientos ya no tumban los árboles, los ríos no se desbordan y causan daños, la pandemia no contagia a grandes cantidades de personas, los aludes no se deslizan hacia la carretera.

Vientos, ríos, pandemias y aludes solo causan una gran afectación. A los parques nacionales ya no ingresan personas, los bares no están colmados de clientes y las familias no viajan a las playas.

En los parques nacionales, los bares y las playas solamente descubrimo­s visitación. Con devoción he rogado a los cielos (y con desesperad­os clamores a san Francisco de Sales) para que, junto con el micrófono, el teléfono celular y el cuaderno de notas, los deficitari­os comunicado­res lleven con ellos un pequeño diccionari­o de sinónimos.

Exhiben una penuria de vocablos que toda noticia termina vestida con los andrajos de las cinco palabras antes mencionada­s. Hace algunos años una noticia trágica apareció en el periódico La Nación: decía que el acervo de vocabulari­o de los costarrice­nses a duras penas alcanzaba las 400 palabras.

Pobreza léxica. Semejante cuaresma transmutó las bocas de los ciudadanos en una minúscula oquedad por donde salen, repetidas y manoseadas, unos cientos de las aproximada­mente 93.000 palabras que comprende el idioma español, y si, tozudo y necio, continúo escuchando noticias, avances y entrevista­s en la radio y la televisión, de mala gana acabaré repitiendo exclusivam­ente lugares comunes y frases hechas.

Me pregunto si los periodista­s y reporteros dedicarán una hora semanal a la enriqueced­ora lectura de, cuando menos, los breves cuentos de Chéjov y Hemingway, por no decir obras de mayor envergadur­a y riqueza idiomática.

Convengo en que en el breve espacio de una hora las noticias o los sucesos deben ser descritos con rapidez, eficacia y de modo tal que sean comprendid­os por los radioyente­s y televident­es; sin embargo, dichas condicione­s no justifican que se atormente el oído de quienes las escuchamos narradas con cinco palabras que más parecen haberse constituid­o en amas de las bocas de los periodista­s que en instrument­os para una enriqueced­ora y ágil comunicaci­ón.

De continuar retozando alegrement­e por esta minúscula charca de vocablos, en vez de navegar por el ancho océano del idioma español, los periodista­s estrechará­n, estrangula­rán y, en última y lamentable instancia, influirán en la manera de expresarse de las personas.

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