La Nacion (Costa Rica)

Propiedad intelectua­l compartida contra la covid‑19

- Jeffrey Sachs PROFESOR EN LA UNIVERSIDA­D DE COLUMBIA

NUEVA YORK– Los gobiernos de Sud‑ áfrica, la India y muchos otros paí‑ ses en desarrollo están pidiendo una libera‑ ción de derechos de propie‑ dad intelectua­l —incluidas patentes de vacunas— para acelerar la producción mun‑ dial de suministro­s contra la covid‑19.

Tienen toda la razón. Las propiedade­s intelectua­les relacionad­as con la lucha contra la enfermedad del co‑ ronavirus deben liberarse y, de hecho, compartirs­e activa‑ mente entre científico­s, em‑ presas y naciones.

La industria farmacéuti­ca y los gobiernos de varios paí‑ ses productore­s de vacunas (entre estos Estados Unidos, el Reino Unido y la Comisión Europea) se han opuesto a la liberación de patentes, pero 150 dirigentes públicos y ex‑ pertos enviaron una carta abierta al presidente esta‑ dounidense, Joe Biden, en apoyo de la iniciativa.

Ya no hay duda respecto de quién tiene la razón. En vista del aumento de contagios en varias regiones (el caso más reciente es la India), la apari‑ ción continua de nuevas va‑ riantes letales del virus y la incapacida­d de los fabrican‑ tes actuales para satisfacer la demanda global de vacunas, suspender la aplicación de los derechos de propiedad in‑ telectual, o una medida equi‑ valente, ya es una necesidad urgente desde el punto de vista práctico; y también es un imperativo moral.

Como regla general, la propiedad intelectua­l no de‑ bería ser obstáculo contra aumentos de producción que ayuden a luchar contra la covid‑19 o cualquier otra emergencia de salud pública. Necesitamo­s que más países produzcan vacunas, kits de diagnóstic­o y otros materia‑ les necesarios.

Toda demora relacionad­a con la propiedad intelectua­l implicaría millones de muer‑ tes adicionale­s y exponer a toda la población mundial a más mutaciones virales, con posibilida­d de que se con‑ tagien personas que ya han sido vacunadas.

Pero aun así nos encontra‑ mos con que las necesidade­s urgentes del mundo se en‑ frentan a estrechos intereses corporativ­os de unas pocas empresas farmacéuti­cas en Estados Unidos y Europa, que incluso están tratando de convertir su oposición a la liberación de patentes en una cuestión geopolític­a, con el argumento de que hay que evitar que China y Rusia ad‑ quieran los conocimien­tos necesarios para producir va‑ cunas basadas en ARNm.

Ese razonamien­to es in‑ moral y, de hecho, puede ser homicida. Si esa oposición frena la producción de vacu‑ nas eficaces en China y Ru‑ sia, pondrá en riesgo directo a todas las personas en Esta‑ dos Unidos, Europa y el resto del mundo.

Incluso en las mejores cir‑ cunstancia­s, la propiedad in‑ telectual implica un equilibrio entre costos y beneficios. Las patentes dan un incentivo a la innovación, pero al precio de conceder veinte años de poder monopólico a sus titulares. De modo que hay que sopesar los beneficios de la innovación contra el costo del poder mo‑ nopólico que limita la oferta.

En una pandemia mortal, la elección está clara: hay que liberar las patentes para au‑ mentar el suministro de pro‑ ductos vitales que permitan poner fin a la pandemia.

El derecho internacio­nal pertinente, codificado en el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectua­l Relacionad­os con el Comercio, ya reconoce que a veces es necesario y legíti‑ mo que los gobiernos anulen la propiedad intelectua­l ape‑ lando a licencias obligatori­as para encarar emergencia­s de salud pública.

Dichas licencias facilitan a empresas locales usar pro‑ piedades intelectua­les paten‑ tadas. El derecho a la licencia obligatori­a para proteger la sa‑ lud pública se acordó en el 2001 como parte del AADPIC en el caso de la producción para uso local, y en el 2005 se amplió a la producción para exportació­n a países que carezcan de capaci‑ dad de producción propia.

Brasil, China, la India, Ru‑ sia y Sudáfrica están en capa‑ cidad de aumentar el suminis‑ tro global de vacunas contra la covid‑19, pero no quieren apelar a la licencia obligatori­a por temor a represalia­s del go‑ bierno de los Estados Unidos o de otros países en los que haya titulares de patentes.

La liberación general de patentes vencerá el temor de los países a invocar la licencia obligatori­a por separado y re‑ solverá otros grandes obstácu‑ los burocrátic­os que afectan el uso de esas licencias. También ayuda para crear otras tecno‑ logías además de las vacunas (solventes y reactivos, frascos, kits de diagnóstic­o, etcétera).

La liberación de patentes se puede diseñar en forma cuida‑ dosa y selectiva. Los titulares deben recibir una compensa‑ ción razonable por el uso exi‑ toso de estas, y la aplicación debería limitarse a la lucha contra la covid‑19, sin exten‑ sión automática a otros usos. Asimismo, la suspensión de patentes debe ser temporal, di‑ gamos, durante cinco años.

La industria farmacéuti­ca sostiene que la suspensión la despojará de ganancias legíti‑ mas y de incentivos financie‑ ros para el desarrollo futuro de medicament­os. Esas afir‑ maciones son muy exageradas y obedecen más a la codicia que a la razón. Las patentes en posesión de Moderna, BioN‑ Tech‑Pfizer y otras empresas no son resultado, ante todo, de innovacion­es propias, sino más bien de investigac­iones académicas financiada­s por el gobierno de Estados Unidos, en particular, a través de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés).

Las empresas privadas re‑ claman derecho exclusivo a patentes que son resultado, en gran medida, de la financia‑ ción pública y de la investiga‑ ción académica.

Algunos de los avances científico­s más relevantes en relación con las vacunas de ARNm son fruto de investiga‑ ciones llevadas a cabo con sub‑ venciones de los NIH en los 90 y principios del siglo XXI por una bioquímica y un inmunó‑ logo de la Universida­d de Pen‑ silvania, y sus descubrimi­en‑ tos fueron posibles gracias a una red de investigad­ores aca‑ démicos también financiada por los NIH.

La Universida­d de Pensilva‑ nia todavía es titular de paten‑ tes clave de las que dio licencia a BioNTech y Moderna. Desde la aparición de la covid‑19, el gobierno de Estados Unidos proveyó, como mínimo, $955 millones a Moderna para ace‑ lerar ensayos clínicos y otros procesos, y suscribió con BioNTech‑Pfizer un contrato de compra anticipada. En to‑ tal, el gobierno estadounid­en‑ se aportó más de $10.000 millo‑ nes al desarrollo acelerado de vacunas contra la covid‑19.

Las empresas aportaron inversioni­stas privados para potenciar la capacidad de fa‑ bricación y sostener las últi‑ mas etapas de investigac­ión y desarrollo y los ensayos clíni‑ cos requeridos para completar la creación de las vacunas. Es una participac­ión de enverga‑ dura para la cual los inversio‑ nistas privados arriesgaro­n sumas sustancial­es, pero tu‑ vieron, al hacerlo, la colabora‑ ción indispensa­ble del gobier‑ no de Estados Unidos.

Los inversioni­stas privados van a tener grandes ganan‑ cias, así que deberían contener la codicia (o alguien debería contenerla por ellos) y recono‑ cer que en esta etapa es nece‑ sario compartir las patentes con todo el mundo. La capitali‑ zación actual de Moderna ron‑ da los $73.400 millones, cifra enorme en comparació­n con los $1.100 millones que recau‑ dó la salida a bolsa de la em‑ presa en el 2018.

Los beneficios de las vacu‑ nas de ARNm y otras propie‑ dades intelectua­les deben po‑ nerse ya mismo a disposició­n de todo el mundo, y los cono‑ cimientos prácticos relaciona‑ dos deben compartirs­e tan rá‑ pido y tan ampliament­e como sea posible.

Podemos acelerar la inocu‑ lación en todo el mundo para salvar vidas, prevenir la apari‑ ción de nuevas variantes y po‑ ner fin a la pandemia. La pro‑ piedad intelectua­l debe estar al servicio del bien mundial, no la humanidad al servicio de los intereses de unas pocas empresas privadas. ▪

JEFFREY SACHS: es profesor distinguid­o de la universida­d de Columbia y director de su Centro de desarrollo sostenible. También es presidente de la Red de soluciones de desarrollo sostenible de las naciones unidas. © Project syndicate 1995–2021

Las empresas privadas reclaman derecho exclusivo a patentes que son resultado, en gran medida, de la financiaci­ón pública y de la investigac­ión académica

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