Nostalgia de la excelencia
¡Ah, qué época aquella! Los amantes del boxeo tuvimos el privilegio de ver un zyzygy: el rarísimo alineamiento sideral de varios planetas.
Desde mediados de los sesenta hasta mediados de los setenta: la década que coincide con el ápexde Muhammad Alí.
Él fue uno de mis héroes de infancia. Sigue siéndolo (tal vez porque yo nunca dejé de ser niño).
Su balletístico, coreográfico y astutísimo modo de pelear “al contragolpe” y su personalidad arrolladora: ¡así debe ser todo gran deportista: proclamar sus triunfos, reconocer públicamente su grandeza, no jugar ese papelito hipócrita, recoleto, santulón y tartufesco que representan los ticos en el Theatrum Mundi: siempre haciéndose los humilditos, los arrastraditos, los modestitos, y denunciando ferozmente lo que estúpidamente perciben como arrogancia (la sana sed de victoria los aterroriza: amenaza el confort de sus mini-vidas).
¡Y qué decir del indómito Joe Frazier y su temible gancho de izquierda, siempre yendo adelante, compensando la cortedad de sus brazos pegándose al cuerpo del rival!
Y esa maza de demolición que era Foreman: noqueó en dos asaltos consecutivamente a Frazier, Norton y Román.
Y Ken Norton, temible púgil que con su pose cancrizante (los brazos como tenazas decangrejo) le quebró la mandíbula a Alí.
Eran colosos, titanes, inmensas personalidades del cuadrilátero.
Nadie tenía el carisma y la magia de Alí, pero todos eran fenomenales y ofrecían espectáculo a granel.
Pregúntenme quién es el actual campeón mundial… see if I care.
El boxeo se apagó.
De la generación de oro que mencioné solo queda Foreman, a quien conocí personalmente como pastor de una iglesia en Houston.
Todo pasa… y no hay reemplazo para estos monstruos.
Hoy solo veo pachucos, drogadictos, dopados y fanfarrones de cantina en el ring. Pero fui testigo de esa formidable gigantomaquia: Alí, Frazier, Foreman y Norton. Eso no me lo quita nadie.
Los echo de menos, ya lo creo que sí. ▪