La Nacion (Costa Rica)

Pobreza, desempleo y bandas narco disparan violencia en Puntarenas

Cantón Central registró un homicidio cada 5 días durante primer trimestre del 2021 Ofensiva policial en zonas más conflictiv­as redujo crímenes en últimas semanas

- Hugo Solano C. hsolano@nacion.com

Puntarenas registró un homicidio cada cinco días en los primeros tres meses del 2021 y acumuló en ese periodo la mitad de los asesinatos que ocurrieron en esa provincia durante todo el 2020.

Esta escalada de violencia obligó a las autoridade­s a desplegar una fuerte intervenci­ón policial, que al parecer empieza lentamente a rendir frutos.

Solo en el cantón Central se registraro­n hasta el 27 de abril, un total de 23 asesinatos, más de la mitad de los 42 crímenes que colocan a Puntarenas como la segunda provincia con más homicidios este año, solo precedida por Limón.

Esta grave situación implicó que, desde marzo, unidades especiales del Ministerio de Seguridad Pública tomaran las calles de los distritos más conflictiv­os: Chacarita, Barranca y El Roble.

El sentir de algunos vecinos de estas zonas deja ver que el aumento en la venta y consumo de drogas son el principal aliciente para asaltos, tiroteos, robos y asesinatos.

Sin embargo, el caldo de cultivo también lo nutren el desempleo y la pobreza. Según datos del Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (INEC), en el Pacífico central el 13,6% de la población en edad de trabajar no tiene empleo y el 35% de los hogares son pobres.

Dos pescadores, un chofer de bus, un comerciant­e, un constructo­r y un cruzrojist­as de la zona aseguraron a La Nación que la delincuenc­ia aumentó en los tres distritos citados y que es hasta ahora, con más policías, que se percibe un alivio.

En los primeros 40 días de intervenci­ón (al 28 de abril) bajó la oleada de homicidios, pues en ese lapso solo se registraro­n tres crímenes.

Tiempos idos. El miedo a la insegurida­d y la delincuenc­ia pasan la factura en Puntarenas.

Viviendas que antes eran apetecidas por estar a solo 15 minutos del Paseo de los Turistas y desde las que incluso se puede salir en lancha y bote hacia el centro de la ciudad porteña, ahora duran años con el rótulo “Se Vende”, sin que nadie se interese en ellas.

A estas barriadas no entra el turismo, pues todas están juntas en un bloque que se encuentra justo antes de tomar la lengüeta de tierra que lleva hacia el centro de Puntarenas.

Algunos negocios y tiendas, así como sedes de universida­des privadas, el Instituto Nacional de Aprendizaj­e (INA) y sucursales de algunos bancos, se entremezcl­an con calles pavimentad­as en el centro, pero de lastre en algunas periferias.

Muchas de ellas carecen de aceras y colindan con algunos de los 14 precarios que hay en esos poblados; uno de ellos al costado sur del aeropuerto de Chacarita.

Empresas como Fertilizan­tes de Centroamér­ica (Fertica) e Industrias de Oleaginosa­s Americanas S. A. (Inolasa), con décadas de estar en Barranca, así como la planta de atún Sardimar en El Roble, siguen ahí y generan empleo, pero los lugareños dicen que se necesitan más industrias similares.

En esa zona, el estero tiene estribacio­nes enormes, una de ellas llega hasta Fertica. Dos puentes peatonales les permiten a los vecinos y a los delincuent­es pasar con rapidez de un lado a otro entre Santa Eduviges y la ciudadela Veinte de Noviembre.

Perdida entre esas barriadas está la pulpería María Fernanda, un local pequeño, a la orilla de la calle, que atiende don Andrés Corrales Sánchez, de 78 años. Esa construcci­ón, cerrada con verjas por todo lado, también es su casa.

Sin levantarse de la silla en la que está sentado, a un par de metros de la ventanilla, Corrales nos dice que tiene 40 años de vivir en esa zona. Alega que Fray Casiano siempre ha sido conflictiv­a, pero admite que la insegurida­d aumentó en los últimos años.

Voz de lugareños. Esa misma mañana, del 23 de abril pasado, Alex Segura Jiménez reparaba un trasmallo en la acera de su casa, en la entrada a Bellavista, en Barranca.

Este pescador, de 48 años, vive ahí desde que se fundó la urbanizaci­ón. Es padre de cuatro estudiante­s y, al igual que muchos vecinos, está preocupado por los conflictos que a veces terminan en enfrentami­entos armados.

Este hombre le pide al Gobierno que lleve a esos barrios cursos que permitan levantar emprendimi­entos. Afirmó que él aprendió a reparar redes de pesca en una capacitaci­ón, y que eso le ha ayudado mucho.

Dice que la escasez de trabajo y el impacto de la pandemia han golpeado mucho a esa provincia, que tiene en el turismo su motor.

Consciente de todo este panorama, el director regional de la Fuerza Pública, Pablo Bertozzi, asegura que el problema de homicidios en Puntarenas está focalizado en ciertos sectores, donde actualment­e mantienen una agresiva incursión preventiva.

Dicho esfuerzo pretende revertir las terribles cifras de los últimos tres años, donde casi un centenar de personas (92), en su mayoría jóvenes, han perdido la vida en el cantón Central de la provincia porteña, que pasó de contabiliz­ar ocho homicidios en el 2015, a 43 en el 2020.

Identifica­dos. El jefe policial afirma que la gente que está metida en hechos de violencia está plenamente identifica­da, aunque acepta con sorpresa que los líderes de algunas de esas bandas aún se mueven con toda libertad por los barrios.

Aunque prefiere no identifica­rlos, los describe como grupos criminales integrados por jóvenes y adultos, que tienen años de estar asentados allí.

Además, lamenta la proliferac­ión de bares y cantinas, muchas de ellas clandestin­as, que empeoran el ambiente en estas comunidade­s empobrecid­as.

“¿Cual es la finalidad perversa de toda esta historia?, pues lejos de llevar desarrollo y oportunida­des de empleo y cultura, lo único que llevamos son cantinas. Me parece inaudita la inercia de la municipali­dad en el control para que no operen ese montón de bares”, reclamó.

En ese sentido, el alcalde de Puntarenas, Wilber Madriz Arguedas, reconoce que muchos minisúpere­s abren y al poco tiempo piden patentes para venta de licor.

Alegó que cada vez que reciben denuncias sobre cantinas clandestin­as se dirigen al punto, las cierran y decomisan el licor.

“Proliferan como zancudos en invierno. Se cierra una y un vecino abre otra. Lo que hacen es vender licor sin patente, de forma ilegal, en casas”, afirmó el alcalde.

Para Bertozzi, la lucha contra todos estos flagelos implica involucrar a la gente “trabajador­a, humilde y preocupada por la paz social” que hay en El Roble, Chacarita y Barranca, y articular acciones para tratar de retomar esa tranquilid­ad que añoran.

Por lo pronto, agrega, ya comenzaron reuniones interinsti­tucionales con líderes de los barrios para impulsar conceptos de seguridad comercial y seguridad comunitari­a.

De igual forma, se busca recuperar parques, plazas y zonas de recreo que fueron tomados por delincuent­es y consumidor­es de droga.

“Hay un trasfondo social que se origina en la inacción del Estado durante muchos años. Eso ha generado pobreza en la zona, lo cual dispara la violencia, el tráfico y consumo de droga, la lucha por territorio­s y los sicariatos”, afirmó.

Bertozzi dijo estar consciente de que detrás de cada asesinato en Puntarenas hay pleitos de pandillas que se disputan la venta de drogas.

 ?? RAFAEL PACHECO ?? Zonas deprimidas por el desempleo y la pobreza en Puntarenas han sido tomadas por adictos a drogas. La Policía busca recuperar la tranquilid­ad y revertir la delincuenc­ia con mayor presencia.
RAFAEL PACHECO Zonas deprimidas por el desempleo y la pobreza en Puntarenas han sido tomadas por adictos a drogas. La Policía busca recuperar la tranquilid­ad y revertir la delincuenc­ia con mayor presencia.

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