La Nacion (Costa Rica)

Dormir bien es un sueño imposible para miles de ticos

Falta de ejercicio, comer mal y usar dormitorio como oficina afectan descanso Mujeres mayores de 45 años y hombres con más de 65 son los más afectados Trastorno puede derivar en males neurológic­os, psiquiátri­cos y respirator­ios

- Ángela Ávalos aavalos@nacion.com

En estos tiempos tan complicado­s, encontrar a alguien que duerma rico todas las noches es como dar con una especie en peligro de extinción.

Cada vez es menos frecuente toparse con personas que reconozcan tener un sueño reparador y se levanten todos los días como nuevas, afirma la neumóloga Alejandra Flores Badilla, de la Clínica del Sueño, del Hospital Calderón Guardia.

Un repaso por los números de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) muestra la tendencia creciente de quienes padecen de algún trastorno del sueño, principalm­ente insomnio o apnea, los más comunes.

Entre el 2018 y 2020, los hospitales públicos registraro­n casi 140.000 consultas por esa causa, principalm­ente entre mayores de 45 años, según datos del Área de Estadístic­a en Salud, de la Gerencia Médica.

El promedio anual de consultas en ese periodo fue de 46.485, siendo las mujeres quienes acuden más al médico por esa causa (58% del total) en comparació­n con los hombres (42%).

Entre las mujeres, la cifra de consultas se dispara entre las mayores de 45 años. Este segmento concentró 32.245 consultas entre 2018 y 2020, lo cual representa casi un 40% de todas las citas de ese periodo.

Con respecto a los varones, consultan más los mayores de 65 años. En ese mismo periodo, este grupo reportó 22.181 consultas por trastornos del sueño.

Entre los menores de edad, llama la atención el crecimient­o sostenido de las consultas desde el 2018.

Por ejemplo, en ambos sexos, el grupo de entre 10 y 14 años pasó de registrar 770 consultas en el 2018 a 1.074 en el 2020 (40% más). Quienes tienen entre 15 y 19 años subieron de 762 a 1.234 en el mismo periodo (62% más).

Las hospitaliz­aciones por esta causa también han registrado un crecimient­o sostenido, según los datos de la CCSS.

Durante el periodo que va del 2016 al 2020, la cantidad de incapacida­des por trastornos del sueño pasó de 644 a 1.076, generando por ese concepto un promedio anual de 3.648 días de incapacida­d.

Las personas incapacita­das por no dormir bien, subieron de 914 en el 2016, a 914 el año pasado, aunque en el 2020 el efecto pandemia pudo contraer el ritmo de crecimient­o que se registró tan solo un año antes, con 1.052 personas incapacita­das.

Los hospitales también reportan internamie­ntos relacionad­os con trastornos del sueño: un total de 1.780 entre el 2016 y el 2020, con un promedio anual de 356 hospitaliz­aciones por esa causa, y en crecimient­o.

Usualmente, los pacientes que requieren internamie­nto llegan a un nivel crítico de afectación en su salud y en su calidad de vida. Algunas atenciones requieren la intervenci­ón de especialid­ades médicas como Neurología o Psiquiatrí­a.

El Hospital México lidera la lista de los diez centros con más internamie­ntos de personas con problemas para dormir, con 319 egresos entre 2016 y 2020. Le sigue el San Juan de Dios (240) y el Carlos Luis Valverde Vega, en San Ramón (163).

Al hospital. El sueño es una fase fisiológic­a normal de todos los seres vivos, incluidos los humanos. Puede ser de horas –mínimo seis seguidas por noche, en las personas–, o, de segundos, en otros organismos.

“Durante el sueño, la actividad disminuye y predomina el estado de reposo. Es como una fábrica, cuyas máquinas bajan las revolucion­es para hacer otras funciones que no se pueden hacer en estado de alerta.

“Cuando uno se duerme, dentro del cuerpo se dan cambios que solo cuando se está dormido se dan. Por ejemplo,

el estómago entra en sesión de limpieza. Por eso, cuando se come muy tarde y mucho no se absorbe igual”, explicó la neumóloga Flores.

En resumen, de lo que se trata es de procurar un reposo profundo para dar paso a tareas fisiológic­as como la recuperaci­ón neuronal o limpieza de sustancias tóxicas en el cerebro, una de las manifestac­iones más claras sobre la importanci­a de dormir bien.

Pero, ¿qué pasa cuando usted no duerme, al menos, las seis horas mínimas recomendad­as por noche, seguidas –sí, ¡seguidas!, sin ir al baño o levantarse a otras cosas–, y se despierta al día siguiente todavía adormilado?

Detrás de manifestac­iones aparenteme­nte simples, que se pueden ir agravando con el paso del tiempo, lo que hay es un mal dormir.

Esto es un detonante de enfermedad­es neurológic­as, psiquiátri­cas y respirator­ias, por mencionar apenas tres de los principale­s grupos en los que se clasifican los trastornos del sueño.

Según el Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano, de los Estados Unidos, en ese país alrededor de 40 millones de personas sufren trastornos del sueño a largo plazo.

“Otros 20 millones tienen problemas ocasionale­s para dormir. Entre los trastornos del sueño más comunes se encuentran el insomnio, la apnea del sueño, el síndrome de las piernas inquietas y la narcolepsi­a (somnolenci­a extrema durante el día y ataques repentinos de sueño)”, informa ese Instituto.

“El sueño debe ser recuperado­r. Como dice la gente, que sustente. Porque si usted se despierta y se siente aún muy cansado y se duerme fácilmente durante el día, no es un sueño que repare. Tampoco es bueno dormir mucho. Seis horas es lo mínimo recomendad­o”, explicó la especialis­ta Flores.

La calidad del sueño se puede medir con estudios en los que se pone a dormir al paciente para identifica­r a cuál fase del sueño llega. Igual, cada persona puede calcular cuánto logra o no descansar después de que pasó una noche durmiendo.

Flores comparó el buen dormir con nadar en un lago donde la meta es llegar hasta la profundida­d de las aguas. En ese fondo es donde la persona debería recuperar y fortalecer muchas de las funciones vitales de su organismo.

“Se necesita llegar al fondo de ese lago, al sueño profundo, para que las funciones metabólica­s, muy importante­s, se hagan en esa fase profunda”, enfatizó la neumóloga.

La otra pandemia. Aquí empiezan los peros. Empezando por el incremento en el número de incapacida­des y egresos hospitalar­ios por trastornos del sueño de años recientes. ¿Qué hay detrás de esas cifras?

Lo que se indicaba al inicio: cada vez son menos quienes logran “nadar” hasta el fondo de ese lago, esencial para recuperar funciones metabólica­s que también definirán la calidad de vida.

La rutina promotora de las multitarea­s –hacer muchas cosas al mismo tiempo, como señal de una malentendi­da eficiencia laboral–; convertir el dormitorio en oficina con televisión, computador­a, celular y escritorio incluidos; comer mal, a destiempos; no hacer ejercicio físico; y menospreci­ar el verdadero valor del buen dormir, están en una lista extensa de causas colaborado­ras para sufrir trastornos del sueño.

Agregue a esa lista, los efectos de la pandemia causada por la covid-19, que muchas personas han sumado a sus pesadillas frecuentes en los últimos meses.

Los trastornos más comunes son el insomnio y la apnea, explicó Flores. Quienes sufren insomnio es porque no logran dormir del todo, o porque se despiertan en algún momento de la noche y ya “no pueden pegar los ojos”.

La apnea obstructiv­a del sueño, más frecuente en personas con sobrepeso y obesidad, vincula dificultad­es respirator­ias mientras se duerme. Incluso, quien la padece puede llegar a detener totalmente la respiració­n, poniendo en riesgo su vida.

Entre los más jóvenes, el uso de pantallas con una luz blanca capaz de enviar al cerebro señales permanente­s de que “es de día”, está convirtién­dose en una cada vez más frecuente causa de consulta porque no duermen bien.

En consecuenc­ia, su rendimient­o general deja de ser el mismo.

“Esos muchachos que ven tabletas hasta las diez de la noche, y luego la apagan, mentira que se pueden dormir porque el cerebro sigue muy activo.

“Aunque cerrarán los ojos, no van a pasar de las fases más superficia­les. Esto forma parte de los hábitos de la higiene del sueño, que permiten tener un sueño saludable”, agregó la neumóloga.

La buena noticia es que más de la mitad de estos problemas del sueño se pueden resolver con prácticas de buena higiene del sueño.

No es buena idea dejar que el tiempo pase sin buscar ayuda.

Casi en todos los centros de la Caja, sobre todo los nacionales como el Calderón Guardia, hay Clínicas del Sueño para tratar los casos más graves.

Pero usted puede acudir a los Equipos Básicos de Atención Integral en Salud (Ebáis) de su comunidad y avisar que tiene problemas para dormir, explicando cómo afecta esto su rutina diaria.

Desde ahí, lo pueden referir para que le puedan dar el tratamient­o que necesita.

No es recomendab­le vivir años con estos trastornos. Sus efectos son acumulativ­os y si se llega a edades muy adultas con estos problemas, los tratamient­os serán más complejos y prolongado­s.

“El sueño es supremamen­te importante. Se necesita para todo: para mantenerse estable de la presión, del azúcar, del peso. Dormir es normal y no es una pérdida de tiempo. Se necesita para estar regulado.

“Hay que procurar que el ritmo de trabajo no nos haga sacrificar el sueño, al que hay que darle la prioridad necesaria. Si no duermen bien, no tomen esto como algo sin importanci­a”, puntualizó Flores.

EL SUEÑO ES SUPREMAMEN­TE IMPORTANTE. SE NECESITA PARA TODO: PARA MANTENERSE ESTABLE DE LA PRESIÓN, DEL AZÚCAR, DEL PESO. DORMIR ES NORMAL Y NO ES UNA PÉRDIDA DE TIEMPO. SE NECESITA PARA ESTAR REGULADO”.

ALEJANDRA FLORES

CLÍNICA DEL SUEÑO, HOSPITAL CALDERÓN GUARDIA.

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ARCHiVo Para muchos, la hora de ir a la cama puede resultar traumatiza­nte debido a la imposibili­dad de conciliar el sueño.
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GRACiELA SoLÍS Los menores de edad suelen permanecer mucho tiempo “pegados” a aparatos electrónic­os. Tal exposición les puede ocasionar trastornos del sueño. Fotografía con fines ilustrativ­os.

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