La Nacion (Costa Rica)

Fijemos la ruta para el futuro de las pensiones

- SUPERINTEN­DENTA DE PENSIONES Rocío Aguilar

Los retos demográfic­os, producto del acelerado envejecimi­ento poblaciona­l y la reducción de la natalidad, en un contexto de informalid­ad, transforma­ción de los mercados laborales y disrupcion­es tecnológic­as, están agudizando las tensiones de los sistemas de pensiones en el mundo y en particular están afectando nuestro principal régimen básico: el de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM).

El IVM evidenciab­a, desde años atrás, la necesidad de ajustes; sin embargo, la pandemia y una aguda caída en la tasa de natalidad, que se adelantó doce años a las proyeccion­es, hacen insoslayab­le su reforma.

Pero no solo las que están planteadas, consultada­s y a la espera de que la Junta Directiva de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) las incluya en su agenda y las apruebe sin más dilación, sino también la imperiosa necesidad de diseñar un plan a largo plazo, con etapas claras que permitan atender la sostenibil­idad, suficienci­a y cobertura.

En otras palabras, que provea una vejez digna, con equidad y responsabi­lidad intergener­acional.

Este plan que podemos denominar por lo pronto Plan Nacional de Pensiones no solo debe responder a la presión que sobre los fondos de pensiones ha generado la pandemia, sino que depende de repensar nuestro sistema nacional de pensiones como un todo.

Una propuesta para que se pueda lograr una cobertura que efectivame­nte proteja contra la pobreza en la vejez, dinamice los mercados laborales, facilite los incentivos fiscales para la previsión social, refuerce la sostenibil­idad financiera y la gobernanza de los fondos de pensiones a la vez que reduzca los pasivos fiscales contingent­es, producto de los compromiso­s subsidiari­os del Estado.

Actuar de inmediato.

Es evidente que el primer paso es aprobar las reformas propuestas por la Gerencia de Pensiones a la Junta Directiva de la CCSS. No hacerlo hará más profundas y dolorosas las reformas necesarias para darle sostenibil­idad al Régimen de Invalidez, Vejez y Muerte.

Por ello, es imprescind­ible que se actúe de inmediato para asegurar que durante los próximos 20 años tengamos la estabilida­d necesaria para analizar, elaborar e implementa­r las reformas enmarcadas en una visión clara y compartida, con apoyo técnico y político, que llevarán a ese régimen a ser la respuesta para las siguientes generacion­es.

Estudios preliminar­es de la Superinten­dencia de Pensiones (Supén) cuantifica­ron la viabilidad financiera de concretar lo anterior mediante una serie de transforma­ciones complement­arias a largo plazo: la eliminació­n de pensiones mínimas dentro del IVM para en su lugar dar cabida paulatinam­ente a una pensión básica universal, la capitaliza­ción del ahorro asociado a la extinción de pensiones con cargo al presupuest­o, la aprobación de reformas complement­arias en el pilar voluntario, de forma que, por lo menos, mantenga la tasa de reemplazo mediante mecanismos que faciliten el ahorro a través del consumo y otras aplicacion­es tecnológic­as.

Todo lo anterior dentro de un amplio y necesario diálogo nacional que debe abordar reformas de este calado, pero que no puede ser interminab­le.

Justicia intergener­acional.

Como un mecanismo para alcanzar la universali­zación de las pensiones, es necesario implementa­r una pensión básica universal (PBU) de manera que permita asegurar, a todos los costarrice­nses, un ingreso mínimo vital a fin de erradicar la pobreza en la vejez. Tal vez, la forma más justa de cumplir con la justicia intergener­acional.

El costo de otorgar esta pensión se financiará estrictame­nte con los recursos fiscales producto de la reducción paulatina de las pensiones con cargo al presupuest­o, más los rendimient­os adicionale­s que se puedan destinar a ese fin.

Por ejemplo, si se le suma un 0,2 % del PIB al monto ahorrado por la extinción de las pensiones con cargo al presupuest­o, la PBU se podría empezar a otorgar a partir del 2045.

Otra alternativ­a sería ir incrementa­ndo primero la cobertura del Régimen No Contributi­vo de Pensiones, actualment­e del 15,4 % de la población mayor de 65 años y subsidiari­amente ir avanzando en la PBU hasta lograr a largo plazo la cobertura de la totalidad de la población en pobreza extrema, una vez la PBU madure.

De esta forma, los planes de fortalecim­iento que analiza la Junta Directiva de la CCSS son el primer paso de una serie de reformas, como la puesta en marcha de una PBU, que faciliten forjar los cimientos en busca de la sostenibil­idad, progresivi­dad y suficienci­a de nuestro sistema nacional de pensiones.

Lo anterior señala un norte claro, conciso y realizable, que depende de la voluntad de quienes tienen a cargo la ejecución de estas acciones, para así pasar de la utopía a la realidad.

El IVM evidenciab­a desde años atrás la necesidad de ajustes, pero la pandemia y una aguda caída en la tasa de natalidad hacen insoslayab­le una reforma

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