La Nacion (Costa Rica)

Las tareas de Blinken en Costa Rica

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El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, escogió a Costa Rica para su primer viaje a América Latina. La decisión, que en sí misma tiene un positivo valor simbólico, «no es un accidente», afirmó en una entrevista con La Nación publicada ayer. Su presencia entre nosotros obedeció a dos conjuntos de factores —unos bilaterale­s, otros regionales— estrechame­nte vinculados. Ambos abren grandes oportunida­des, aunque también responsabi­lidades, para el país. Si los desarrolla­mos adecuadame­nte, consolidar­emos nuestra posición como aliado clave de los estadounid­enses en el Istmo, en ambas dimensione­s. El potencial es esperanzad­or.

La dimensión bilateral fue planteada explícitam­ente tanto por Blinken como por el presidente, Carlos Alvarado, tras su reunión de dos horas el martes, y reiterada por el primero en la entrevista. Se relaciona, sobre todo, con los principios, objetivos e intereses compartido­s en relación con una serie de asuntos cruciales. Entre ellos están, en primera línea, el respeto y promoción de la democracia y los derechos humanos, lo que incluye la transparen­cia, la libertad de expresión y el Estado de derecho. Se añade una fuerte cooperació­n en materia de seguridad, sustentada en las anteriores variables, lo cual implica tomar en cuenta tanto sus dimensione­s estructura­les, preventiva­s e institucio­nales, como las de investigac­ión, interdicci­ón y represión.

Una nueva y robusta área de convergenc­ia, que había quedado marginada durante el gobierno de Donald Trump, es la del ambiente. No solo se trata de la responsabi­lidad de controlar el cambio climático, sino también, y de forma proactiva, de las oportunida­des que se abren a partir de una economía verde, basada en energías renovables, uso eficiente de los recursos, procesos productivo­s limpios, reciclaje y reutilizac­ión. Costa Rica, con el reconocimi­ento y apoyo de Estados Unidos, puede convertir esta vertiente del desarrollo en un imán para la atracción de una nueva generación de inversione­s de compañías de ese y otros países.

Lo anterior se relaciona con la vinculació­n que ya tenemos con algunas cadenas de valor y producción estadounid­enses, y el potencial de que, por cambios en tendencias globales, podamos aprovechar­nos más dinámicame­nte de una creciente preocupaci­ón por acercar a los principale­s mercados (en este caso, el suyo) las fuentes de producción de insumos y productos. Es el llamado nearshorin­g. Si lográramos que algunos de los beneficios que la administra­ción de Joe Biden tiene en cartera para estimular la relocaliza­ción productiva se extendiera­n a las empresas que opten por Costa Rica y el resto de Centroamér­ica, el impacto sería enorme.

La dimensión regional de la visita de Blinken se concentró en aprovechar la reunión de cancillere­s del Sistema de la Integració­n Centroamer­icana (SICA), más México, a la que Costa Rica convocó como presidente temporal del organismo, para discutir grandes preocupaci­ones estadounid­enses sobre el Istmo, y explorar posibilida­des de abordaje.

El reto más agudo, con enorme impacto en la política interna de Estados Unidos, es la migración masiva y descontrol­ada desde los países del llamado triángulo norte: Guatemala, Honduras y El Salvador. Entre sus disparador­es están la violencia, la insegurida­d y el impacto devastador de desastres naturales, tanto sequías como huracanes, que tornan insostenib­le la vida para centenares de miles de personas. Pero a esto se añaden causas muy profundas, que en sí mismas requieren atención. Nos referimos a la exclusión, la falta de oportunida­des, la corrupción, la débil gobernanza, el irrespeto al Estado de derecho, la vulneració­n de derechos individual­es y, en casos como los de El Salvador y Nicaragua, agresiones directas a normas elementale­s de la democracia.

Mientras esos factores estructura­les se mantengan, poco podrá lograrse, no solo para controlar los flujos migratorio­s, sino también para evitar la acción masiva de la delincuenc­ia organizada y generar mayor bienestar, estabilida­d y transparen­cia a nuestros vecinos del norte. Es una tarea en extremo difícil. Por el momento, la administra­ción Biden propuso al Congreso un presupuest­o de $4.000 millones para atender los diversos aspectos de ese reto. Pero se necesita mucho más, y es un ámbito en el que Costa Rica puede realizar importante­s aportes que, a su vez, sean compensado­s por Estados Unidos.

La visita es un logro específico para nuestro país; también, un reconocimi­ento que puede potenciars­e de inmediato. Aunque Blinken solo habló en términos generales —al menos en público— de los criterios que seguirá Estados Unidos para la donación de 80 millones de dosis de vacunas contra la covid-19, esperamos un aporte proporcion­al a nuestro país. A mediano plazo, más promisorio, y también lo que demandará un trabajo más sistemátic­o, será abrir, a partir de relaciones reforzadas, nuevos ámbitos de cooperació­n y de aportes a la democracia, al crecimient­o económico, la estabilida­d y el Estado de derecho.

Las dimensione­s bilaterale­s regionales de su visita abren oportunida­des y responsabi­lidades

Quedó de manifiesto que Costa Rica es un aliado reconocido y apreciado por Estados Unidos

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