La Nacion (Costa Rica)

La visita de Blinken

- rmatute@nacion.com Ronald Matute JEFE DE INFORMACIÓ­N DE LA NACIÓN

Aunque breve y con una agenda muy puntual, la visita del jefe de la diplomacia de Estados Unidos, Antony Blinken, nos deja una estela cargada de señales para analizar. El hecho de que la administra­ción Biden haya elegido a Costa Rica para la primera parada en Latinoamér­ica de Blinken no es, para nada, casual ni antojadizo.

Washington tiene una notoria preocupaci­ón por las crecientes caravanas de niños, jóvenes y adultos que salen de los empobrecid­os países de la región en busca del sueño americano.

Bien sabe el Tío Sam que la compleja realidad que vive el Istmo, agravada por la pandemia y los sueños de dictador de algunos de los gobernante­s, amenazan con disparar aún más el flujo de migrantes. De ahí que uno de los principale­s mensajes de Blinken fuera la confirmaci­ón del compromiso del gobierno de Estados Unidos de realizar una histórica inversión en nuestra zona. Se trata de una partida de $4.000 millones que se destinaría, principalm­ente, a El Salvador, Honduras y Guatemala para combatir la crisis migratoria. Sea por convenienc­ia, interés humanitari­o o ambos, la administra­ción Biden parece dispuesta a apoyar la generación de oportunida­des que motiven a los desesperan­zados a quedarse en casa.

El desempleo y el hambre son los principale­s movilizado­res de centroamer­icanos hacia el norte. Pero no hay que olvidar el impacto de la violencia y la insegurida­d. Por ello, la promesa de crear posibilida­des de trabajo en el epicentro del éxodo abre una pequeña ventana de esperanza que dependerá de hechos concretos para que no se cierre. ¿Cómo se canalizará esa ayuda? ¿Quién la recibirá? ¿Cómo se garantizar­á el uso eficiente del dinero? ¿Cómo evitar que la burocracia y la corrupción cobren su acostumbra­do peaje? Estas y otras preguntas quedaron sin contestar tras la partida de Blinken de territorio nacional.

También, está por verse si el guiño dado por la administra­ción Biden a Costa Rica se traducirá en un reforzamie­nto de la cooperació­n técnica, el intercambi­o comercial, el turismo y la inversión. Los próximos meses nos dirán si, más allá de los gestos diplomátic­os, la visita se traduce en una verdadera alianza para el desarrollo o, si por el contrario, solo fue una cortina de humo.

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