Repensar el desarrollo
El crecimiento económico y, sobre todo, los procesos de desarrollo son tareas de una complejidad enorme, que van mucho más allá de la creación de espacios que, en el corto plazo, faciliten el surgimiento y la rentabilidad de actividades productivas privadas.
Aunque la frase anterior parece de Perogrullo, no en pocas ocasiones la obcecación ideológica, el inmovilismo de algunos grupos políticos y de interés y, además, la hoy inaceptable ausencia de una sólida fundamentación en la ciencia y los hechos a la hora de formular las políticas públicas en ese ámbito conducen a que se desaprovechen oportunidades.
Por estas razones, las políticas públicas de promoción de exportaciones e inversión extranjera directa, tal cual han sido concebidas desde los años 90 no resultan hoy suficientes para generar los procesos de desarrollo requeridos por la sociedad costarricense.
Aceptar este hecho pasa, primero, por reconocer que la estructura productiva costarricense se modificó profundamente en ese lapso, principalmente, en términos de un aumento sustancial en la importancia de los sectores no transables que atienden el mercado interno, lo que diluye el impacto sobre la producción y el empleo de los sectores exportadores modernos.
Como si esto no fuera poco, las brechas de todo tipo entre las actividades modernas y dinámicas se fueron acentuando y al mismo tiempo, la promesa distributiva asociada quizás ingenuamente con el simple crecimiento de la producción no terminó por concretarse, conduciendo a mayor inequidad y sobre todo a que se defraudaran las expectativas de la población en términos de ascenso social e igualdad de oportunidades.
¿Qué puede hacerse para cambiar este rumbo? El primer paso es una discusión franca y con hechos. Dejar de convertir las políticas de desarrollo productivo en una discusión bizantina, tomada por la ideología y las dos tribus en que este país se dividió desde inicios de este siglo.
Evidentemente, la solución no es cerrarse y destruir los espacios productivos vinculados con la demanda externa; la lógica lo que demandaría es que, conocidas las debilidades y los errores de lo hecho hasta ahora, una política pública coherente en esta materia se acompañe de intervenciones gubernamentales en diversos ámbitos.