La Nacion (Costa Rica)

La maraña

- Eduardo Ulibarri PERIODISTA Y ANALISTA radarcosta­rica@gmail.com

Más allá de su gravedad, no puedo, a estas tempranas al‑ turas, juzgar la investigac­ión abierta por el OIJ sobre una posible megarred de corrupción en las contrataci­ones de obra públi‑ ca. Pero sí me atrevo a plan‑ tear qué espero de ella. Sobre su desarrollo, que sea sólido, enérgico, eficaz y esté blinda‑ do técnica y jurídicame­nte, y que, con apego al Estado de derecho y el debido proce‑ so, abra un camino expedito para juzgar y castigar a los posibles culpables y exonerar a quienes no lo sean (justicia pronta y cumplida). La impu‑ nidad no se vale.

Sobre sus implicacio­nes, que no sea convertida en un show político con simples propósitos electorale­s. Lo que se impone, además de sentar responsabi­lidades, es utilizar la coyuntura para corregir los factores estruc‑ turales —leyes, métodos, estructura­s y normas de re‑ lación— que han propiciado la corrupción. En el camino, no debemos perder de vista que nuestro sistema ha dado más muestras de su capaci‑ dad para descubrirl­a —algo que acaba de reconocer la So‑ ciedad/Consejo de las Améri‑ cas— que para evitarla.

Ningún otro ámbito, como el de las obras públicas, acu‑ mula tantos elementos propiciado­res de corrupción. Existe concentrac­ión de la demanda (solo el Estado) y de la oferta (muy pocas compañías), altas barreras de ingreso y mínima competenci­a. Cada proyecto es un «mundo», poco compa‑ rable con otros, aunque casi to‑ dos oscilan entre las decenas y los centenares de millones de dólares. Del lado público, el Es‑ tado y sus «agentes» (los fun‑ cionarios) manejan fondos sin dueño claro y con rendimien‑ to de cuentas diluido; gozan de gran protección jurídica y reinan sobre enmarañado­s procesos, con controles más formales que reales. Del priva‑ do, las mayores empresas son familiares y, por ende, cerra‑ das, su capacidad de maniobra es ilimitada y los eventuales beneficios, casi también.

Como resultado, los estí‑ mulos para el arbitraje, la colusión (incluso entre em‑ presas) y la corrupción son exorbitant­es; también, para asumir sus riesgos.

La tarea esencial, junto con el rigor de las autoridade­s y la actuación de los tribunales, es corregir los males sistémicos y sustituirl­os por un esquema moderno, con procesos efi‑ cientes, competitiv­os, ágiles y transparen­tes. Este objetivo sí merece una sólida comisión le‑ gislativa, bien asesorada y con ruta clara.

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