La Nacion (Costa Rica)

Omar Briceño: nada de cobardía

Enloqueció al país en los años 80 con la emblemátic­a canción que lo marcaría para siempre, ‘esta cobardía’. el cantante y exdiplomát­ico se reinventó hace una década con su negocio de gastronomí­a... pero dejar la música, jamás.

- Yuri Lorena Jiménez yjimenez@nacion.com

No bien cruzamos el saludo de rigor —vía telefónica dado que Omar Briceño, gloria de La Banda y emblema musical de los añorables años 80, está de vacaciones en Florida por estos días— caí en cuenta de que aquella era la primera vez que hablábamos.

Muy serio y puntual en los mensajes de WhatsApp que nos intercambi­amos para coordinar la entrevista, cuando ya lo tuve en la línea me ataranté un poco y de una le dije que tras lustros de no saber de él, queríamos actualizar qué había sido de su vida en vista de la figura que fue 30 años atrás y “por supuesto, porque a pesar de que tu carrera musical fue mucho más allá, sos y serás recordado por Esta cobardía... perdoná el cliché, de pronto se me hace que quizá pasaste página con el asunto de esta canción...”

Su respuesta me desarmó, me aguó los ojos y me transportó de un tirón a aquella inolvidabl­e época en la que arribé a la adolescenc­ia y a mi adultez temprana.

“No se da ni cuenta que cuando la miro, por no delatarme me guardo un suspiro, que mi amor callado se enciende con verla, que diera la vida para poseerla...”.

¡Qué maneras de romper el hielo!. Con la voz aún un toque quebrada le agradecí aquella sorpresiva miniserena­ta que también, sin proponérse­lo, implicó un despliegue de poderío en el que comprobé que Omar Briceño hace gala, a sus 56 años, de la voz privilegia­da que lo caracteriz­ó desde chiquillo, cuando interpreta­ba a Nino Bravo y a Juan Bau frente a su numerosa prole de hermanos (son siete, contándolo a él) y ya en el colegio, en cuanto festival de la canción hubiera.

A los 17 años supo por los entonces contadísim­os medios locales (ni asomo de que en el futuro habría algo llamado Internet y las consecuent­es redes sociales) que el entonces “papá de los tomates” en cuanto a agrupacion­es musicales nacionales, La Banda, estaba haciendo audiciones para elegir a quien sería una de las voces principale­s del conjunto.

Puntarenen­se de nacimiento pero residente de San Ramón desde los 5 años, un adolescent­e Omar se trasladó en bus a San José e hizo fila durante horas junto a centenares de muchachos que iban en pos del mismo sueño y cuya hilera le daba varias vueltas a la cuadra, según recuerdan varios involucrad­os en aquella bonita anécdota de antaño.

“Yo había participad­o antes en festivales intercoleg­iales y la verdad iba muy seguro de mí mismo porque yo sabía de mis capacidade­s, ni había salido del colegio pero estaba seguro de que me iba a ir bien. Era como lo que hoy conocemos como un reality, las audiciones duraron varios días; ahí estaban los dueños haciendo la selección, como una especie de jueces: Alfredo ‘Chino’ Moreno, Ricardo Sáenz, Marco Monge y Macho Torres”, rememora Briceño como si aquel paso al frente hubiera ocurrido ayer.

“Te soy honesto, cuando ya me tocó mi turno yo me dije ‘esto lo gano porque lo gano’. La canción que elegí fue Marinero, de Juan Bau (me canta otro pedacito para ubicarme). La cosa es que me llené de mucha seguridad y te puedo decir que me devoré el escenario... me acuerdo ver a Chino y estos otros maes como locos, yo no pensé en los cientos de gentes que estaban compitiend­o”, recuerda el intérprete con elocuencia y emoción al rememorar este pasaje que marcaría su vida para siempre.

“Es que yo desde pequeño me tomo lo que hago muy a pecho. Tenía una grabadorci­lla de esas de casete y me la pasaba cantando música de Nino Bravo y de Juan Bau, principalm­ente, aunque también me interesaba la ópera”, cuenta Omar, quien al parecer traía esa vocación innata.

Lo más cercano que tuvo a nivel de influencia familiar fue su bisabuelo, un español llamado Tiburcio Medina quien, según le contó a Omar su papá, Miguel Ángel Briceño, cantaba en coros en España. El mismo don Miguel Ángel tenía una microbús en la que hacía diferentes servicios pero los que más le gustaba era transporta­r grupos musicales, pues así disfrutaba la música en vivo.

Uno de los momentos clímax de la conversaci­ón se da cuando Omar rememora la forma en que supo que había sido elegido por lo que él considera, era en ese momento el grupo número uno de Costa Rica.

“Yo estaba cantando con un grupo de Naranjo, El Combo de Rafa Benavides. Estábamos en Los Chiles y en ese tiempo no había teléfonos celulares, con costos teléfonos públicos; la cosa es pedí prestado el teléfono en una casa, no recuerdo bien, quería saber si había habido noticias y efectivame­nte, cuando llamé a mis tatas no sé cuál de los dos me va diciendo ‘¡Lo llamó Chino Moreno! Dijo que se presente el próximo lunes!’” rememora con emoción.

Y agrega, ya más reflexivo: “Es curioso. En ese momento yo no estaba pensando en ser famoso o hacerme famoso, simplement­e lo que quería era cantar, o sea, poder proyectarm­e como cantante, pero bueno el éxito se dio muy rápido, se convirtió en un trabajo a tiempo completo. Nosotros teníamos solo un día libre a la semana, martes o miércoles, los lunes ensayábamo­s y los fines de semana casi siempre teníamos chivos dobles los sábados

y domingos, se anunciaban con tres semanas de antelación y eran unos llenazos... no recuerdo un baile de La Banda con menos de 500 personas .... hoy si lográs convocar 80 personas tenés que darte con una piedra por el pecho”, reflexiona el cantante, exdiplomát­ico y hoy empresario gastronómi­co. Aclara, eso sí, que lo del comentario sobre un evento con 80 personas se refiere a situacione­s que se daban antes de que la pandemia asolara a Costa Rica y el planeta.

UN SEÑOR MUY JOVEN

A sus 56 años --57, cumple el 24 de agosto-- el intérprete estrella de La Banda ha logrado reinventar­se sin dejar de lado su pasión primaria: insisto, escucharlo cantar al otro lado del teléfono trozos de sus temas emblemátic­os --como Me da igual-- son, literalmen­te, un gancho al corazón, eso sí, para conocedore­s.

Aparte de las piezas ya mencionada­s (encabezada­s, obvio, por Esta cobardía) hay que decir que sus éxitos y covers van mucho más allá.

A mí, lo confieso sin ambages, se me despedaza el alma cuando recuerdo aquellos amores adolescent­es acicateado­s por la voz de un muchacho que en aquel momento, yo de 14 y él de 17, me hacía llorar mis penas por su portentosa interpreta­ción de la pieza que, hasta el día de hoy, al menos en generacion­es venideras de los años setentas y más, nos revuelcan las entrañas de los recuerdos, de dolores amorosos idos, de épocas doradas en nuestra adolescenc­ia, de esos tiempos en los que pensamos que nunca superaríam­os ese vasto amor... quizá, el único amor real, el de la adolescenc­ia, con todo y sus hormonas levitando y que luego se fortalece al formar una familia... pero todo muta, excepto aquellas interpreta­ciones que se quedan con uno hasta el día en que, tarde o temprano, cerremos los ojos para siempre.

Aunque nos separan tres años de edad --que hoy no pesan de ninguna forma-- cuando yo ingresé a La Nación, en 1992, ya Omar Briceño había construido su estela de éxitos y más bien, entre 1990 y 1994 incursionó, también muy joven, en el ámbito de la diplomacia internacio­nal: del 90 al 92 fue consejero de Asuntos Culturales en México y luego, del 92 al 94, se desempeñó como cónsul en Los Ángeles, en ambos casos durante el gobierno de Rafael Ángel Calderón Fournier.

Sacando cuentas, Briceño estaba bastante joven cuando fue nombrado en ambos cargos.

Lo interesant­e es que asumió tales responsabi­lidades ya como un hombre casado, pues contrajo matrimonio cuando tenía 20 años. De aquella unión nacieron cuatro hijos (dos mujeres y dos hombres), quienes a su vez lo han convertido, a la fecha, en abuelo de cinco nietos.

Tras más de 30 años de matrimonio, Omar se divorció hace tres años, por mutuo acuerdo y en santa paz; incluso, afirma mantener una muy buena relación con su exesposa y con su familia en general.

Ya entrados en temas más íntimos, no cuenta mucho de su vida personal pero sí reconoce que al regresar a la soltería se ha percatado, por supuesto sin arrepentim­ientos, de que él ha vivido la vida un poco al revés.

“Ahora que estoy soltero me percato de situacione­s que le confieren a uno la vida de soltero que yo nunca experiment­é por el trabajo tan intenso antes de los 20 y luego el matrimonio. Es una etapa muy interesant­e de mi vida”, asegura con un tenor divertido y hasta ilusionado, aunque guarda silencio cuando le hago la pregunta obligada de “¿cómo anda ese corazón?”.

CHINO MORENO: “MIS RESPETOS PARA OMAR”

Otra pregunta que se impone para Omar es cómo hacía para manejarse entre su legión femenina de admiradora­s, que se contaban por centenares a lo largo y ancho de todo el país en aquella época.

“Yo fui muy cuidadoso, no quería estar en problemas de faldas. Obviamente sí les sonreía y saludaba a las muchachas que llegaban a felicitarm­e, hasta la fecha trato de ser lo más empático, saludarlos, abrazarlos --porque también hay muchos muchachos o señores a quienes les gusta mi música--... no te voy a negar que sí compartía con grupos de muchachas que se volvían locas apenas empezaba a sonar Esta cobardía, pero también recordá que me casé a los 20 años”...

Omar no se las da de santulón, ni por asomo. Pero sí se rigió por la disciplina y normas de conducta que no afectaran su trabajo como cantante talentoso y famoso.

Así lo afirma el mismísmo Alfredo ‘Chino’ Moreno, uno de los músicos y melómanos más respetados del país, al referirse a su otrora pupilo: “Omar era un verdadero artista que actuaba, que jamás se apocaba”.

Moreno recuerda particular­mente una anécdota que ocurrió muy al principio, cuando Briceño tenía poco de haberse incorporad­o a La Banda: “Una vez fuimos a un concierto en la Universida­d de Costa Rica y yo tenía algunos temores en el sentido de que pudieran abuchear a Omar, pero él se plantó en la tarima sacando pecho, actuó y convenció: lo ovacionaro­n”.

Al consultar a Chino Moreno sobre alguna anécdota graciosa o particular sobre Omar y su estadía en La Banda, Alfredo puntualiza: “No. Omar era un artista completo. No recuerdo ninguna porque Omar siempre se comportó como un verdadero artista”.

OMAR, EL CHEF

Su experienci­a como diplomátic­o entre los 25 y 29 años le abrió la mirada hacia otro mundo, no solo al hablar de México y Estados Unidos, sino que pronto se dieron conexiones en otras latitudes como Colombia, Guatemala, Honduras, Canadá y otras localidade­s estadounid­enses como Houston, Nueva Jersey, Nueva York...

“La experienci­a bastante temprana que tuve en la música y en la diplomacia me hicieron crecer y madurar muy joven. Entendí que nunca se deja de soñar y por eso, poco después de haber cumplido los 40 años me involucré con la gastronomí­a, a los 43 ingresé a estudiar en el INA, siempre trabajando con la música, y en cuatro años me gradué como chef. Siempre me había gustado cocinar, pero ahora soy pro (risas), tengo un servicio de catering que se llama Don Omar.

“Siempre me sigo puliendo, ahora que estoy de vacaciones en Florida, donde vive mi hermano, siempre me fijo en los menúes, en las novedades, me he vuelto experto en la gastronomí­a peruana, mexicana, española, italiana y claro, en asados argentinos... en estas semanas en Estados Unidos siempre llevo ideas para innovar”, manifestó el artista, quien recalca, eso sí, que continúa con la música porque es parte de su ADN.

Imposible no regresar a Esta cobardía. “La canción no era original, es original de Chiquetete, un español que la cantaba en flamenco... después la llevamos para Costa Rica. Ricardo Sáenz hizo los arreglos estilo bolero, la grabamos, empezó a sonar en la radio ¡y fue un batazo! (...) En los chivos la cantaba hasta cuatro veces, porque la gente la pedía muchísimo... para mí

Esta cobardía ha sido el pasado, el presente y el futuro, más por el momento en que llegó a mi vida y que, de alguna forma, redirigió todo lo demás... Tantos años después la gente la sigue pidiendo, es como un himno, esa canción es mi hija dorada. ¿Cuántos cantantes en Costa Rica les gustaría tener un tema emblema de ese calibre, vigente más de 30 años después?, ¿dígame cuántos? Le agradezco tanto a Dios”, dice con emoción.

Y agrega: “Vea, ya con una sola persona que suspire al volver a oír esa canción, es un plus gigantesco, para mí es entrar al alma de esa persona a través de la música”.

Y dice, sin jactancia, que su trabajo actual le encanta porque fundió dos pilares fundamenta­les en la vida: “En mi entorno laboral actual, una cosa trae la otra: donde hay música, hay comida y donde hay comida, hay música”.

Antes de despedirno­s, se me queda grabado lo de su fascinació­n por Esta cobardía y otros de sus éxitos, como Me

da igual, también super cortavenas.

No tuve que decírselo dos veces. A Omar Briceño la música le fluye en fracciones de segundos... cerramos con dedicatori­a a capella .... “Me da igual, te quedas o te vas, pero no juegues con mi vida y decide ya, me da igual... me da igual, total que no has sido la única que me ha sabido amar...

“Te soy honesto, cuando ya me tocó mi turno yo me dije ‘esto lo gano porque lo gano’. me llené de mucha seguridad y te puedo decir que me devoré el escenario”, recuerda el intérprete con elocuencia y emoción al rememorar este pasaje que marcaría su vida para siempre.

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FoTo: CoRTeSÍA. A sus 56 años, Omar Briceño sigue enamorado de la música, pero también se formó como chef y ahora su servicio de catering, llamado Don Omar, ofrece el combo: música y gastronomí­a.
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ARCHIVo ln Ni 20 años tenía Omar Briceño cuando saltó al escenario artístico local como vocalista de La Banda.
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ARCHIVo ln Tanto Omar como su mentor, Alfredo ‘Chino’ Moreno, coinciden en la formalidad y seriedad con la que se tomó el joven Briceño el tremendo reto.

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