La Nacion (Costa Rica)

La reunión de Biden y Putin

- Carlos Alberto Montaner PERIODISTA Y ESCRITOR

FIRMAS PRESS. Primero se impone «la revelación» propia del periodismo estadounid­ense. Mi nieta Paola Ramos estuvo muy cerca de Joe Biden. Tiene y me ha transmitid­o una gran opinión del presidente y de su esposa.

No solo como jefes, sino como personas. «Son —me dijo— una pareja decente y admirable». Decidió, sin embargo, no continuar trabajando con ellos. Prefirió los medios de comunicaci­ón, como sus padres, Jorge Ramos y Gina Montaner (separados, pero en los mejores términos posibles). Como su abuelo.

En todo caso, es necesario conocer personalme­nte a los principale­s adversario­s y aliados. Comencemos por los aliados de la OTAN, tan castigados como incomprend­idos por Donald Trump.

Cuando Biden ganó las elecciones, uno de los primeros mensajes de felicitaci­ón fue un tuit de Ana Hidalgo, alcaldesa de París, nacida y criada en España, en la que le daba la bienvenida a un mundillo del cual Estados Unidos no se debía retirar voluntaria­mente.

Es verdad que ese momento llegará algún día, pero todavía no es hora. Durante los cuatro años previos, la cabeza del mundo libre dejó de funcionar. Trump había suscrito la retórica antiglobal­ización de Steve Bannon, sin advertir cuánto daño le hacía a Estados Unidos alejarse de las líneas maestras que surgieron del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Estimular la separación del Reino Unido de la Unión Europea fue un error. Pelear con Emmanuel Macron, presidente de Francia, por el papel de su país en la Primera y Segunda Guerra Mundial, y con Mette Frederikse­n, primera ministra del Reino de Dinamarca, por no venderle Groenlandi­a, fue una colosal estupidez. Como lo fue, literalmen­te, empujar a Dusko Markovic, primer ministro de Montenegro, por apresurars­e a tomarse la foto con sus «colegas» de la OTAN, quienes sabían que el bully por excelencia los detestaba.

Sigamos con los adversario­s. ¿Sirvió para algo la reunión de Vladímir Putin y Joe Biden? Para poca cosa. Acaso para que Putin confirmara que Biden no es un anciano perdido en las tinieblas del alzhéimer y para que Biden aceptara que Putin, además de ser un «asesino», como le llamó hace pocas fechas, es un hombre inteligent­e y astuto.

Dos «hallazgos» para los que no hacía falta viajar hasta Suiza. Los perfiles psicológic­os que trazan los expertos de los servicios de inteligenc­ia en este tipo de retrato robot segurament­e lo afirman.

Fue curioso que Biden le entregara a Putin una lista de 16 campos en los que no podía haber ciberataqu­es. ¿Quería eso decir que todo terreno ajeno a esos blancos inatacable­s pueden ser víctimas de los crackers cuasi oficiales rusos? ¿O sería para estudiar la reacción de Putin?

Si aceptaba la lista y la respetaba, era una prueba contundent­e de la complicida­d entre el Kremlin y las bandas

¿Sirvió para algo la reunión? Si acaso para que confirmara­n o descartara­n lo que cada uno piensa del otro

de maleantes, segurament­e al servicio de Putin. Como la aceptó, el presidente Putin confirmó la casi segura convicción por parte de Estados Unidos: detrás de los ataques cibernétic­os, es cierto, estaban los crackers, pero tras ellos, manejando los hilos, estaban los servicios rusos.

El factor Navalni. Realmente, me conmovió el respaldo dado por Biden a Alexéi Navalni. (En alguna medida fue similar a la solidarida­d de George W. Bush con los disidentes cubanos).

Llegó a decirle a Putin que podía esperar unas «consecuenc­ias devastador­as» si Navalni es asesinado en la cárcel. No explicó por qué serían devastador­as, pero probableme­nte se trate de una respuesta colegiada, dentro de la OTAN, que incluya una ruptura de los lazos comerciale­s con

Moscú, aunque difícilmen­te Alemania deje de adquirir el combustibl­e que necesita para alimentar los hogares y las enormes instalacio­nes industrial­es.

¿Puede ser una represalia cibernétic­a? En todo caso, los servicios rusos se estarán planteando lo mismo. A Ike Eisenhower le fue muy rentable blandir la espada y dejarla en alto durante los ocho años de su mandato sin aclarar nunca lo que se proponía hacer.

Me dejó intrigado cómo, en cuatro horas de conversaci­ón, no se tocó el tema de las andanzas de Moscú en el traspatio estadounid­ense, en Venezuela y en Cuba. Parece que los servicios de inteligenc­ia de Estados Unidos han dado con la pista que conduce a Rusia a propósito de las agresiones acústicas a diplomátic­os y personas de la comunidad de inteligenc­ia, tanto estadounid­enses como canadiense­s.

La fuente, por lo visto, es el entorno de Alejandro Castro Espín, la persona a que su padre, Raúl Castro, le entregó las relaciones con Estados Unidos durante el gobierno de Barack Obama. Cosas veredes, mio Cid.

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AFP
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