La Nacion (Costa Rica)

Qué puede hacer América Latina frente a la tensión chino-estadounid­ense

- Felipe Larraín y Pepe Zhang

SANTIAGO– China, otrora presencia periférica en América Latina, se ha vuelto uno de los socios más relevantes de la región. El comercio bilateral creció de $12.000 millones en el 2000 a unos $300.000 millones en el 2020, de modo que la participac­ión de China en el comercio internacio­nal de la región pasó del 1,7 % al 14,4 %.

Además, es una fuente cada vez más significat­iva de inversión extranjera directa en América Latina; casi un 10 % de la que ingresó en los últimos años provino de China.

La creciente influencia china en el hemisferio occidental no pasó inadvertid­a en Estados Unidos. Una reanudació­n de la relación chino-estadounid­ense no parece cercana y los efectos de la rivalidad entre las dos principale­s potencias económicas y comerciale­s se hacen sentir en forma cada vez más intensa, en el mundo en general y en la región, en particular.

En lo inmediato, la politizaci­ón del acceso a las vacunas contra la covid-19 puede ser el próximo motivo de tensiones entre Estados Unidos y China. A mediano y largo plazo (incluso tan pronto como el 2035) es posible que China reemplace a Estados Unidos como principal socio comercial de la región. Ya lo es para Brasil, Perú y Chile, de los que recibe entre el 30 y el 40 % de lo que exportan.

Ambigüedad. En este contexto, la cuestión fundamenta­l para América Latina es la capacidad de la región para adaptarse (o incluso aprovechar) la persistenc­ia de la dinámica competitiv­a entre Estados Unidos y China.

La respuesta sigue siendo, en el mejor de los casos, ambigua e incierta, en parte por la existencia de grandes diferencia­s intrarregi­onales.

Tomemos por caso la guerra comercial chino-estadounid­ense que aumentó en marzo del 2018 tras la primera ronda de aranceles punitivos.

Durante los últimos tres años, reemplazar las exportacio­nes estadounid­enses a China trajo grandes ganancias a los exportador­es de soya brasileños, pero el desvío de los flujos comerciale­s no fue necesariam­ente tan favorable para otros países y sectores latinoamer­icanos.

Incluso en Brasil la sostenibil­idad a largo plazo del auge exportador iniciado por la guerra comercial no se da por garantizad­a.

Aparte de eso, los países del norte de América Latina (México, Centroamér­ica y el Caribe) tienen relaciones comerciale­s con China muy diferentes a las del sur dependient­e de la exportació­n de commoditie­s.

México aprovechó algunas oportunida­des de relocaliza­ción de actividade­s (reshoring y nearshorin­g) que surgieron por la salida de cadenas de suministro de China; sin embargo, la pandemia de covid-19 eliminó buena parte de los beneficios, al menos en lo inmediato.

Las economías latinoamer­icanas también son sensibles a los efectos indirectos de las guerras comerciale­s. A escala macro, la región está entre las más afectadas por la pandemia, en términos humanos y económicos.

América Latina solo tiene el 8 % de la población mundial, pero representa en forma uniforme el 30 % de las muertes por covid-19, y en el 2020 sufrió la peor contracció­n económica de todas las regiones en desarrollo.

La continuida­d de las tensiones entre China y Estados Unidos puede aumentar la presión a la baja sobre una recuperaci­ón mundial y regional que ya es incierta.

Daños colaterale­s. En lo micro, los aranceles punitivos y el aumento del proteccion­ismo iniciado por la guerra comercial causaron daños colaterale­s a las empresas latinoamer­icanas.

En el 2019, por ejemplo, la decisión del gobierno de la India de aumentar el «arancel de nación más favorecida» a las nueces, en respuesta al arancel bilateral estadounid­ense al acero indio, tomó por sorpresa a los exportador­es de nueces chilenos (incluso resultó afectado un cargamento chileno que ya navegaba hacia la India).

En vista de la posibilida­d de un entorno internacio­nal desfavorab­le para América Latina (por las divergenci­as en la recuperaci­ón pospandemi­a y el mantenimie­nto de las fricciones comerciale­s entre Estados Unidos y China), los funcionari­os latinoamer­icanos deben fijarse tres prioridade­s.

En primer lugar, los países de América Latina deben mantenerse atentos y navegar con cuidado las tensiones chino-estadounid­enses en una variedad de aspectos que van del comercio internacio­nal y la inversión a la tecnología 5G y las vacunas contra la covid-19.

Dada la gran heterogene­idad de la región (sobre todo entre el norte y el sur), la única regla general en el momento de elegir entre Estados Unidos y China (algo que para muchos es una falsa antinomia) debe ser priorizar las metas y estrategia­s nacionales de desarrollo.

En segundo lugar, América Latina tiene que diversific­ar sus exportacio­nes, comenzando en el mercado nacional. Una mayor apertura comercial (con el mundo e intrarregi­onal) reducirá la dependenci­a respecto de mercados individual­es, trátese de Estados Unidos o de China.

A pesar del difundido proteccion­ismo (agravado por los controles a las exportacio­nes causados por la pandemia), América Latina puede tener un papel constructi­vo en el fortalecim­iento de la cooperació­n comercial internacio­nal.

Chile, por ejemplo, que ha suscrito 30 tratados comerciale­s con más de 65 países, es un adalid regional y mundial del libre comercio.

La región debe explorar formas de mejorar su competitiv­idad exportador­a a largo plazo. Una disminució­n de barreras arancelari­as y no arancelari­as (lo cual incluye mejoras regulatori­as y de infraestru­ctura) y el aprovecham­iento de las oportunida­des creadas por la cuarta revolución industrial serán fundamenta­les para reducir el costo de las exportacio­nes.

Medidas eficaces que promuevan y faciliten el comercio internacio­nal no solo ayudarán a mitigar el impacto indirecto de la guerra comercial, sino que también favorecerá­n la diversific­ación de exportacio­nes y el desarrollo. Estas medidas deben complement­arse con políticas internas de apoyo que aseguren los beneficios distributi­vos del comercio internacio­nal.

Las tensiones chino-estadounid­enses seguirán por bastante tiempo, y América Latina no podrá aislarse totalmente de sus repercusio­nes. Pero prestando atención a las enseñanzas de los últimos tres años, los gobiernos y las empresas de la región pueden mejorar sus probabilid­ades de éxito en los próximos tres años y más allá.

FELIPE LARRAÍN: exministro de Finanzas de Chile (2010‑14 y 2018‑19), es profesor de economía en la universida­d Católica de Chile y miembro de la Comisión para la Covid‑19 de «The lancet», del Consejo de liderazgo para el Desarrollo Sostenible de las naciones unidas y del Consejo Asesor del Centro para América latina Adrienne Arsht del Atlantic Council.

PEPE ZHANG: director asociado del Cen‑ tro para América latina Adrienne Arsht del Atlantic Council, es coautor de «China‑LAC Trade: Four Scenarios in 2035» y «LAC 2025: Three POST‑COVID Scenarios». © Project Syndicate 1995–2021

Al prestar atención a las lecciones de los últimos tres años, gobiernos y empresas se posicionar­án mejor para tener éxito en los próximos tres años y más allá

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