La Nacion (Costa Rica)

Compras públicas

- Helena Fonseca Ospina Administra­dora De Negocios hf@eecr.net

No sé si todos se habrán dado cuenta de que las investigac­iones relacionad­as con compras del Estado es solo la punta de una serie de irregulari­dades institucio­nalizadas que podrían prestarse para la corrupción.

Carteles con especifica­ciones técnicas y condicione­s que solo un oferente es capaz de cumplir. La exigencia de certificad­os innecesari­os y excluyente­s, tiempos de entrega de hasta cinco días hábiles, sin tratarse de compras de emergencia, o injustific­adas muestras equivalent­es a un 25 % de la adquisició­n.

Una institució­n triplica el costo de los bienes con solo pedir un tiempo de entrega menor. Los tiempos de entrega son de un mes hábil o menos (solamente el transporte marítimo toma 30 días hábiles como mínimo) lo que deja fuera a potenciale­s oferentes y castiga a los proveedore­s directamen­te.

Más serio aún es que los sobrepreci­os terminan encarecien­do las tarifas o impuestos que salen de nuestros bolsillos. Sumado a esto, los elevados porcentaje­s de multa diaria por atraso en la entrega llegan a alcanzar un 25 % del monto adjudicado, lo que desincenti­va la participac­ión de buenos proveedore­s que harían más eficiente la inversión pública.

Por otro lado, mediante concursos, se exige la presentaci­ón de una oferta en dos días hábiles, comprometi­endo la capacidad del proveedor para negociar precios y entregas con las fábricas.

En la mayoría de los casos, un participan­te solo puede apelar ante la Contralorí­a General de la República cuando el monto adjudicado supera un millón de dólares. Un altísimo porcentaje de las adquisicio­nes se efectúan por compras directas, por tanto, no existe el recurso de apelación ante el ente contralor. ¿Quién defiende a los proveedore­s, que serían los mejores fiscales para fortalecer la competitiv­idad en precios y calidad de los productos?

La objeción de un cartel debe hacerse en una tercera parte del tiempo que se otorga entre la fecha de publicació­n y la del cierre de los participan­tes. Esto equivale a un día hábil, usualmente, lo cual es absolutame­nte desproporc­ionado.

En algunas institucio­nes no se justifican las compras llave en mano, porque poseen los

Una serie de prácticas institucio­nalizadas podría prestarse para la corrupción

recursos técnicos y humanos para llevar a cabo lo necesario de forma eficiente. Aun así mantienen la misma planilla.

Funcionari­os que no se acogen a la dedicación exclusiva se prestan para brindar servicios o productos a la misma institució­n en la que trabajan.

Entidades estatales han llegado a pagar precios hasta un 300 % más elevados por imposición de requisitos parcializa­dos e innecesari­os que descartan compañías mundialmen­te reconocida­s.

A pesar de que en el Sicop los documentos de los contratos son de acceso público, el sistema no elimina los vicios señalados. Existe la creencia falsa de que esta plataforma es sinónimo de transparen­cia; sin embargo, las irregulari­dades no son corregidas, dada la carencia de un ente que tutele compras inferiores a los ¢620 millones.

Las especifica­ciones técnicas, tiempos de entrega, certificad­os y muestras, entre otros, deberían favorecer la competitiv­idad y la eficiencia, no entorpecer­la.

Asimismo, se sataniza un acercamien­to legítimo y transparen­te a los funcionari­os, mientras por otro lado se gestan las irregulari­dades. Dichos funcionari­os se vuelven inaccesibl­es y terminan blindando las institucio­nes.

¿Quién va a defender a los proveedore­s que para tener la posibilida­d de ganar una oferta se enfrentan a un campo minado o a una carrera de obstáculos? ¿Quién va a defender al país de esta delicada situación que nos está carcomiend­o y empobrecie­ndo?

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