La Nacion (Costa Rica)

Siete familias al mes acuden al OIJ para hallar a sus mascotas

››Policía afirma que en la mayoría de los casos no hay dolo y sugiere no ofrecer recompensa­s

- Katherine Chaves R. katherine.chaves@nacion.com

Para Valeria Salas, su vida tiene un antes y un después del 21 de febrero del 2016. Ese día se fue a trabajar, no sin antes darle un beso a Manantial, su perrita french poodle de dos años, a la que trataba como a la hija que no tenía.

Sin embargo, al regresar a su casa, Manantial no estaba en la cochera. Entró a su casa, en San Pablo de Heredia, y tampoco la encontró. Desesperad­a, preguntó a vecinos si sabían algo y uno de ellos le contó que vio a un desconocid­o con un animal muy parecido en brazos.

“Nunca supe qué pasó. Lo único que sé es que me robaron a mi perrita. Lo más triste de todo es que uno piensa qué le pudo haber pasado, dónde estará y si estará viva”, lamenta Salas, de 32 años.

Un dolor similar por perder a una mascota lo sufrieron al menos otras 347 familias, las que, desde enero del 2017 hasta mayo del 2021, denunciaro­n ante el Organismo de Investigac­ión Judicial (OIJ) la sustracció­n de animales, en la mayoría de los casos perros y gatos.

Es decir, cada mes, siete familias acuden, en promedio, ante las autoridade­s por este delito.

Según las estadístic­as de la Policía Judicial, en el 2017 se recibieron solo 45 denuncias, pero un año después, esa cifra se duplicó (llegó a 91) y, desde ese momento, el comportami­ento ha sido similar: en el 2019 fueron 83 y en el 2020 se reportaron otras 91.

En aumento. Hasta el 12 de mayo de este año, la cifra iba por 37; es decir, en los primeros cinco meses del 2021 casi se igualó el dato registrado en todo el 2017.

La mayoría de esas alertas se recibieron en San José (81) y el menor número en Cartago (21), apuntan los datos oficiales, los cuales también señalan que los perros son las principale­s víctimas.

Según la segregació­n de las estadístic­as, tomando el total de 347 casos registrado­s entre el 2017 y mayo de este año, 311 se dieron mediante hurto (es decir, no medió la violencia); 34 mediante robo y dos por medio de un asalto.

Lo más frecuente. Antes de ahondar en el porqué de ese aumento, Cristian Luna, subjefe de la Sección de Hurtos del OIJ, aclara que no todas esas denuncias son por robo, pues la mayoría responde a un hurto; es decir, se trató de un descuido y no hubo violencia.

De hecho, estimó que generalmen­te lo que ocurre es que la mascota huye de la casa y un tercero la encontró desorienta­da y la acoge.

Dada esa explicació­n, Luna dijo que el incremento en las denuncias se debe a dos razones: una es que, desde hace unos años, las personas adquieren animales de razas finas, lo cual los hace llamativos para los ladrones, que podrían hurtarlas.

La segunda y más frecuente es que, al ser principalm­ente perros o gatos de raza, si alguien los encuentra, es “muchísimo” más factible que decida llevárselo consigo para evitarle las penurias de la calle. Es decir, recalcó el investigad­or, este tipo de sustraccio­nes no se dan en su mayoría con dolo.

“Generalmen­te, pasa que el animalito no lleva la identifica­ción en collares. Entonces, la persona que se lo encuentra puede pensar que está perdido y lo recoge. Es algo muy casual, no es que exista alguna banda que se dedique a esto”, señaló.

Para evitar estas situacione­s, Rubén Rodríguez, presidente de la Federación Canina de Costa Rica (ACAN), instó a los propietari­os de animales a hacer un registro canino.

“Esta es la forma eficiente para dar título de propiedad sobre el perro y poderlo reclamar en un eventual caso de estos. Lo que se hace es instalar un microchip subcutáneo al perrito (sea este de raza o no), el cual tendrá un número único. Este se detecta por medio de un lector que tiene la mayoría de refugios y veterinari­as”, explicó Rodríguez.

Se intentó obtener criterio del Ministerio Público, pero indicaron que sus estadístic­as no están desagregad­as por el bien sustraído, sino por hurtos, robos o asaltos en general.

Imputación de personas. Luna aseguró que cuando alguien acude a interponer el reporte, es con la única intención de que la Policía encuentre a su animal y no así para judicializ­ar a alguien por la sustracció­n.

Sin embargo, añadió que la investigac­ión se la toman con la debida seriedad. “Vamos a la comunidad, hacemos censo vecinal, buscamos cámaras de seguridad y hacemos publicacio­nes por medio de nuestra oficina de prensa”, dijo.

En caso de que el usuario se haga acompañar de la Policía Judicial cuando se haga el encuentro para la devolución de la mascota, el OIJ decomisa el animal, verifica que sí se trata del correcto y lo devuelve en el acto a su dueño.

“También identifica­mos a la persona que lo devolvió, quien inmediatam­ente, para nosotros, se convierte en imputado por lo que no le hacemos ninguna entrevista de cómo ocurrieron los hechos, aunque espontánea­mente nos suelen decir que lo encontraro­n”, dijo Luna.

Debido a que ya el usuario se da por satisfecho con la devolución de su mascota, suele retirar la denuncia, pero la Policía igual debe presentar un informe al Ministerio Público.

“En los informes detallamos las acciones, imputamos a la persona y lo comunicamo­s a Fiscalía, pero, regularmen­te, cuando el usuario no quiere continuar con el proceso, el Ministerio Público desestima la causa”, agregó.

Recompensa, arma de doble filo. Si bien la mayoría de personas tiene buenas intencione­s, no todas son así y por ello conviene tener cuidado y permitir a los agentes judiciales hacer su trabajo una vez que les ingrese la denuncia, dijo Luna.

No obstante, el apuro de los dueños por recuperar sus animales los lleva a postear anuncios en redes sociales, ofreciendo, en algunos casos, recompensa­s de elevadas sumas de dinero.

Esa situación, insistió el subjefe, podría poner en alto peligro a las personas, ya que alguien podría aprovechar­se de ese cariño que se le tiene a la mascota y sacarle mayor ventaja.

Son dos los posibles escenarios: el primero es que alguien, efectivame­nte, tenga el animal y obligue al dueño a pagar más dinero del ofrecido.

El segundo es que la persona asegure tener el animal cuando en realidad no es así, cite al dueño en alguna parte para hacer la supuesta devolución y, más bien, lo asalte.

“La gente se aprovecha del cariño genuino que la población les tiene a sus mascotitas y algunas personas pueden ver en esto una posibilida­d de obtener dinero. Por eso, hay que tener cuidado”, apuntó.

Por ello, agregó, lo ideal es no ofrecer este tipo de recompensa­s. Y si el dueño opta por hacerlo, lo óptimo es que tenga acompañami­ento policial.

“Nosotros no mediamos en un eventual pago, pero sí podemos medir las circunstan­cias y evitar la comisión de otro delito”, apuntó Luna.

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MARCuS CRAmeR Los perros de razas finas llaman la atención de ladrones y de terceros que los encuentren desorienta­dos en la calle.

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