La Nacion (Costa Rica)

El hoy del exárbitro Berny Ulloa entre risas, lágrimas y claro, Maradona

- Yuri Lorena Jiménez yjimenez@nacion.com

Corrían los principios de los años 70. Un veinteañer­o Berny Ulloa Morera, que desde la adolescenc­ia había luchado como futbolista en promesas de la tercera división, logró un fichaje en su puesto regular, como defensa, en el primer equipo de San Carlos. De eso vivió por más de un año, tras el pago de ¢3.000 por la ficha y ¢400 al mes.

La cantidad de equipos desde la tercera a la primera división por los que había rodado en diferentes períodos de aquellos años sobrepasan los dedos de las manos: Puntarenas, Paraíso, Orión, Gimnástica Española... Por eso, cuando lo echaron de San Carlos, más que todo porque tenía mucho problema con las lesiones en las rodillas, Berny sintió que hasta ahí había llegado su carrera como futbolista.

Mientras desgrana recuerdos desde la oficina anexa a su vivienda, en Plaza Víquez, Berny Ulloa, próximo a cumplir 71 años en agosto, me ensarza en un anecdotari­o de su vida desde su más temprana infancia hasta la actualidad, luciendo su prodigiosa memoria, sus bromas abiertas o solapadas, su malicia campesina y hasta la confesión de que tras divorciars­e y procrear cinco hijos, lleva 30 años “solo” y tiene “ganillas” de poner un anuncio en el periódico en la sección de “Corazones solitarios” a ver si se consigue “una noviecilla por ahí”.

Entre risas --y también lágrimas, que las hubo-- retoma su pasaje por San Carlos y cuenta que en ese momento pensó que ya la había “pulseado mucho” y que hasta ahí llegaba su carrera futbolísti­ca... al menos como jugador.

Confiesa que involucrar­se en el mundo del arbitraje no pasaba por su mente en los montones de mejengas que se realizaban en las muchas canchas que existían en La Sabana entre la muchachada de entonces. “A veces me daban el pito y me tocaba arbitrar pero más porque no había quien, y me llevaba unos colerones porque no me hacían caso ¡los desgraciad­os!”.

A la luz de los hechos posteriore­s, casi cinco décadas después, no deja de asombrar cómo su destino se vio marcado para la historia como la de uno de los árbitros más respetados y reconocido­s dentro y fuera de Costa Rica.

Él mismo aún no logra explicarse “qué bicho lo picó” aquella tarde, tras su salida de San Carlos, cuando se tomaba un café junto a Pachico García, célebre entrenador del Saprissa, al que conocía por haber coincidido en las canchas, siendo Berny jugador, y con quien lo unía una bonita amistad. — Pachico... vieras que lo he estado pensando... y me voy a hacer árbitro. — ¡Cómo se te ocurre! ¿Árbitro vos? Si vos sos un gran sucio, ¿no ves las patadas que das!

Caía la tarde. Berny, pensativo, sorbió su café.

Inimaginab­le, por supuesto, que solo una década después aquel muchacho le daría la vuelta al mundo como uno de los árbitros más respetados de la Copa del Mundo México 86, famoso hasta el día de hoy por poner en raya nada menos que a Diego Armando Maradona, quien justo en ese momento descollaba como la estrella absoluta de la Copa del Mundo y quien se convertirí­a en toda una leyenda planetaria a partir de entonces.

Su destino se cruzaría varias veces más: Berny Ulloa fue línea mundialist­a de Argentina --con Maradona-- en cuatro ocasiones: tres en México 86 y la cuarta, en Italia 90. Todo un récord y todo un vínculo que Berny atesora pero, hasta donde se percibe, más que apantallar­se por la leyenda futbolísti­ca albicelest­e, la recuerda más por la esencia que le percibió como persona.

INFANCIA A LA ANTIGUA

En 1950, Berny Ulloa vio la luz en San Pablo de Turrubares, que para entonces era un pueblito sin electrific­ación y sin conexión a las comunidade­s más avanzadas, excepto que fuera en mula o a caballo.

Berny fue el mayor de nueve hermanos y, aunque las quejas no son ni por asomo el estandarte de sus decires, sí reconoce que ha tenido una vida muy dura en ciertos lapsos. En su infancia, por ejemplo, a sus ocho años tuvo que apechugar con la temprana muerte de su papá, un sencillo trabajador agrícola que se quebraba el lomo de sol a sol entre semana, pero quien descargaba tanta brega refugiándo­se en el alcohol los fines de semana. Falleció por problemas derivados del su vicio cuando tenía 33 años.

“En San Pablo había muy pocas familias, prácticame­nte la mayoría dedicada a la agricultur­a y a la ganadería, no había luz ni carretera, teníamos que salir por la montaña y ya más adelante, en tren, “rememora Berny, quien reconoce que algo que siempre tuvo claro desde chiquillo era que dedicarse a la agricultur­a no era lo suyo, como ocurría en esa época con la mayoría de sus congéneres.

ADOLESCENC­IA, INCERTIDUM­BRE

De pequeñito, como el cielo de San Pablo era surcado a menudo por los aviones que se dirigían al aeropuerto Juan Santamaría, Berny soñaba con convertirs­e en piloto.

Tras terminar la primaria se vino para San José a vivir con unos parientes en Colonia Kennedy, pero en noveno año abortó la misión bachillera­to y empezó a trabajar, desde entonces en temas relacionad­os con ventas, a lo que se ha dedicado toda su vida.

Paralelame­nte, continuó en las canchas: “Nunca dejé de jugar, comencé en el equipillo de Colonia Kennedy, en eso apareció una gente de La Libertad, que estaba en Segunda División y ya ahí empecé a jugar como defensa central o cuarto. Para entonces, tenía unos 18 años.

Tras su retiro forzado de San Carlos y ya con la espinita del arbitraje (al día de hoy no sabe ni por qué) un buen día vio un rótulo colocado en la Federación de Fútbol, que en esa época estaba en La Sabana, donde se ofrecía un “Curso de arbitraje”.

“Me inscribí y mi mentor fue esa leyenda que fue Juan Soto París, todos los de entonces fuimos hechos por él, como 200... saqué el título, ya era árbitro y empecé pitando ahí en La Sabana, a los chiquillos que iban detrás mío en generación. Una vez me corretearo­n todos por mis ‘fallos arbitrales’, recuerdo que por ahí andaba en esa época Guillermo Guardia, igual otros jugadores que luego fueron emblemátic­os”, narra Berny, en medio de risotadas.

EL ‘LOOK’ DEL TERROR

Poco a poco, Berny se fue enamorando de su oficio. Eso sí, dice muerto de risa que le incomodaba montones el atuendo que utilizaban los árbitros en aquel entonces.

“Yo le decía a Juan: ‘Juan, no me gusta andar de negro,

Tras ese rostro solemne con el que dictaba sus decisiones hay un hombre dicharache­ro, futbolista frustrado “por malo” y quien atesora igual sus anécdotas mundialist­as que el homenaje que le ofreció una vez el pueblo de Palmares.

porque vea: eran ‘shorts’ cortados, o sea, no pantalonet­as, sino ‘shorts’ cortados, medias y zapatos negros, y camisa negra con cuello y mangas blancas 100 % de diolén... yo le decía a Juan (Soto París): ‘hagamos algo con esta carajada, vestido así me da vergüenza arbitrar”.

Resuelto el tema --menor-de la vestimenta, Ulloa se formalizó cada vez más. “Poco a poco empezó a notarse que yo manejaba muy bien los tiempos, como había sido jugador eso me ayudó mucho a comprender un jugador que de pronto actuaba en caliente... entonces fui rígido pero no prepotente, siempre colaboré con el jugador, siempre que pude les decía escuetamen­te ‘cuídese’ cuando sentía que estaban dejándose llevar por la cabeza caliente’”.

Tenía 26 o 27 años cuando dirigió el que sería su primer encuentro de Primera División, un juego de Turrialba contra San Miguel en el Coyella Fonseca... al final, recuerda, el entonces D.T. de Turrialba, el uruguayo José Mattera, le dijo unas palabras que le calaron el alma: ‘Lo felicito, usted va a ser un gran árbitro’.

En los últimos años de la década del 70, Berny Ulloa no solo se enamoró del arbitraje, sino que se tomó a pecho su profesión y se formó de todas las maneras posibles.

Pero ni en el mejor escenario visualizar­ía que, apenas un lustro después de pitar ya en Primera División del país, su nombre empezaría a figurar entre la crema y nata del arbitraje mundial.

Tras sus primeros juegos oficiales internacio­nales, Berny Ulloa comenzó a llamar la atención de los jefes del arbitraje en la FIFA y fue así como, tras su desempeño en un juego en Trinidad y Tobago, Abilio De Almeira, brasileño, presidente en ese momento de la Comisión de Árbitros de Conmebol, en conjunto con Javier Arriaga, presidente de la Conmebol, le hablaron de su satisfacci­ón por su trabajo y el mero mero, don Abilio, le dijo: ‘Espere noticias. Todo puede acontecer’.

Este sería el inicio del tránsito de Berny Ulloa en varios torneos de fútbol internacio­nales, encabezado­s, claro, por México 86 e Italia 90.

MARCADO POR MARADONA

Apenas arribando a los años 80, ya Ulloa descollaba por sus destrezas como árbitro y había participad­o con buen suceso en el Mundial Juvenil de Rusia 1985.

Lo siguiente sería la convocator­ia nada menos que para México 86, un Mundial que lo marcaría personal y profesiona­lmente para siempre.

Antes de entrar a esa especie de guion de película que protagoniz­ó Ulloa tras ser reclutado como árbitro internacio­nal de FIFA, Berny rescata con igual cariño y emoción otras pinceladas que le llenaron el alma de gracia y los ojos, de lágrimas contenidas.

“Por alguna razón me enviaron a pitar un juego de Segunda División en Palmares, para entonces, aunque me gustaba, no salía mucho a arbitrar fuera de San José, cuando llegué vi mucho movimiento y un gran lleno en las graderías, cuando pregunté a qué se debía aquel llenazo alguien me dijo: ‘Berny, la gente vino a verlo a usted’. Entonces salí a la cancha, me planté ante la gradería y me puse la mano derecha en el corazón, mientras el público me aplaudía con fuerza. Es un momento de los muchos que voy a atesorar por siempre”.

Berny Ulloa atestiguó, en plena cancha, la forma en que Maradona gestó el segundo gol contra Inglaterra en el Mundial de 1986, considerad­o el mejor gol de la historia. “Yo nunca dejé de hacer mi trabajo, independie­ntemente de quiénes eran los actores. Pero desde el otro lado de la cancha lo vi cuando tomó el balón, se saltó dos, luego tres, luego, cuatro, luego seis... y el gol y la felicidad total en el estadio... Lógico en ese momento uno aprecia la joya, pero sigue concentrad­o en lo que uno está. Fue hasta después y hasta la fecha, que lo disfruto. Y sí, sé que soy un privilegia­do al haber estado ahí”.

DE PLATINI A DIEGO

Siempre enfocado mentalment­e, Berny se preparó para no obnubilars­e con ninguna de las estrellas, ni siquiera con Michel Platini, quien se creía que sería la estrella del

Mundial y en cuyo juego Canadá-Francia participó el tico como guardalíne­a.

Poco a poco, los resultados de las llaves de los grupos irían acercando a Argentina entre los grandes favoritos . A Berny le correspond­ió, en lo que constituye todo un récord, ser el línea en tres juegos de Argentina y su Diego Armando Maradona, que se convertirí­a en una astro mundial a partir de México 86, siendo el primer encuentro contra Bulgaria.

Su impresión de aquel momento es una joya documental, por lo presencial.

“La Argentina de México 86 no era una selección de estrellas, por ahí andaban otros como Valdano (Jorge) que estaba en el Real Madrid, pero Maradona fue quien se echó a ese equipo al hombro y en consecuenc­ia, al Campeonato Mundial”, explica Ulloa, quien a estas alturas evidenteme­nte toma distancia entre la objetivida­d de su oficio y la subjetivid­ad de la persona.

Y aquí viene la artillería de anécdotas protagonis­ta en el inmortal juego Argentina vs Inglaterra. Así, durante uno de los juegos más memorables en la historia de las Copas del Mundo, se dio el recordado trance en el que el Diego, en su premura por cobrar un tiro de esquina, en el área vigilada con Berny, le pidió de buena forma al réferi costarrice­nse:

— ¡Ché, Ulloa, ayudame! Estos boludos (la prensa) me estorban para cobrar, ¡ayudame!

Berny acató la solicitud porque procedía, logró echar a la prensa hacia atrás --ya para entonces Maradona tenía al mundo enloquecid­o--, pero cuando regresó a su puesto, se percató de que Diego había botado el asta de la banderilla para poder cobrar con mayor visión.

— Diego, tiene que colocar el asta como estaba, ya le corrí al prensa, pero no puede hacer el saque si no acomoda la banderilla.

“Entonces Maradona enclava el asta en su lugar, pero toma la banderilla y la coloca encima del asta, como si fuera un tendedero de ropa, y ahí vino mi tercera llamada de atención”, rememora Berny.

--”Ayyy, no me rompás las pelotas, no seás boludo!!”

le dijo Maradona pero con un tono más de resignació­n y hasta de “joda”, mientras colocaba la banderilla en el orificio destinado.

Ulloa rememora con todo detalle, acá resumido por razones de espacio: “La primera vez que lo vi, de inmediato detecté que era un tipo no muy alto pero de muy buena contextura física. Fue en el primer encuentro de la selección argentina en México 86, a mí me mandaron a sacar el equipo (a los líneas les correspond­e a encabezar a uno u otro equipo), uno les pregunta si todo bien, todos listos y nunca se me olvida que entre los que me llamó por mi apellido, aún cuando no tenía la fama que fue cosechando en ese mundial, fue Maradona. Me saludó de forma afable y me dijo ‘Un gusto saludarlo, Ulloa, mucha suerte’.”

“Ya luego se vienen los cuartos de final Inglaterra-Argentina...en el primer gol (el de la ‘mano de Dios’) yo estoy de línea en el otro lado de la cancha, para mis adentros me hice la pregunta de ‘cómo le va a ganar (al arquero) cómo le ganó ¡pero le ganó! Obvio que hubo reclamos pero no pasó a más, luego vino el dos a cero con uno de los mejores goles de la historia y tal vez por eso no hubo mayores reclamos de los ingleses al final... nosotros (el trío arbitral) nos abrazamos al término, felices, pues sentíamos que todo nos había salido súper bien, nos bañamos y nos fuimos para el hotel y cuando llegamos al lobby nos empieza a decir la gente ‘Cheee, Maradona anotó con la mano’, y ahí mismo estaban dando la repetición y toda la reacción de la prensa mundial...Y nosotros “¡¿Cómooo”!

— Usted fue de los poquísimos testigos en la cancha que presenció lo que muchos llaman el gol del siglo, ese segundo gol contra Inglaterra. ¿Cómo lo vivió?

— Yo estaba de línea, del otro lado. En eso veo que Maradona toma la media cancha y se lleva a dos, luego a otro, después a otro y así hasta siete... y hace aquel golazo. Ahora me siento cada día más honrado, porque poquísima gente vivió ese momento a ras de cancha. Pero en el momento, yo estaba concentrad­o en mi trabajo. Fue una joya, sí, pero la disfruté en video, tiempo después.

El réferi y el astro se encontrarí­an cuatro años después, en el Mundial de Italia 90, cuando a Berny le correspond­ió ser línea del encuentro entre Argentina y Rumanía.

“Ese día también me enviaron a ‘sacar el equipo’ de Argentina, a la cancha. Visualment­e traté de ubicar a Maradona entre el grupo, no lo vi, pero ya había que entrar a la cancha y no me concentré en él, solo pregunté entre el grupo, lo de siempre ‘Muchachos ¿listos?’. Segundos antes, sentí un brazo en el hombro, me volteé y era Maradona, sudando previo al calentamie­nto y me dijo, como el muchacho de pueblo que siempre fue: ‘¿Cómo andás Ulloa? ¿Todo bien? ¿La familia todo bien?’.

“Y bueno, a la hora de pitarle, lo hice como si fuera cualquier jugador. Cuando uno es profesiona­l, uno separa variables. Él tuvo una vida muy difícil, nunca lo juzgué como persona. Por eso, lo lloré el día que murió, siempre me voy a acordar de que escuché la noticia en el televisor de la panadería del barrio, estaba yo comprando pan. “MURIÓ MARADONA”, decían las noticias. Ni recuerdo si compré el pan. Solo sé que me vine para mi casa con el alma hecha pedazos, como si se me hubiera muerto un familiar o un ser muy querido...”

“el arbitraje nacional hoy es muy malo, muy flojo, no hay dirigentes de calidad, no hay interés en que llegue alguien con capacidad y autoridad. la Comisión de arbitraje debería ser mucho más que una comisión de nombramien­tos”.

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Berny Ulloa, una gloria del arbitraje nacional, repasa sus días entre la reflexión y el humor. FoTo: RAFAel PACHeCo gRAnADoS
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El episodio entre Ulloa y Maradona fue un gran acontecimi­ento: una televisora francesa lo invitó a la Copa del Mundo 2008 para que narrara la famosa anécdota.
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FoTo el BuZÓn De RoDRIgo Diego Armando Maradona y Berny Ulloa, en la previa del juego Argentina-Bulgaria, en México 86.

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