La Nacion (Costa Rica)

La pandemia amenaza el liderazgo femenino

- Michele Barry y Geeta Rao Gupta

STANFORD– Una de cada cuatro. Esa es la proporción de mujeres estadounid­enses que están consideran­do poner freno a sus carreras o abandonar completame­nte el mercado laboral debido al impacto de la covid-19.

En tan solo un año la pandemia obligó a más de 2 millones de mujeres en Estados Unidos a salir del mercado laboral, creando la mayor brecha en el empleo entre hombres y mujeres en dos décadas.

Las madres trabajador­as, quienes en más del 40 % de los casos son el principal sustento del hogar, resultaron especialme­nte golpeadas. Muchas sencillame­nte no pueden equilibrar sus carreras con el abrumador aumento de responsabi­lidades hogareñas.

Esto refleja tendencias similares en el mundo: las mujeres perdieron empleos a una tasa mayor que los hombres en el 2020 debido a que debieron dedicar, en promedio, 30 horas o más a la semana al cuidado de los niños.

La covid-19 ha obligado a una enorme cantidad de mujeres a abandonar el mercado laboral justo cuando necesitamo­s con urgencia que más de ellas ocupen puestos de liderazgo en todos los sectores —incluido nuestro propio campo, el de la salud mundial—.

Sin el conocimien­to de las mujeres, su talento para el liderazgo y perspectiv­as únicas, el camino hacia la recuperaci­ón podría ser mucho más largo y nos arriesgamo­s a no estar lo suficiente­mente preparados para la próxima crisis de salud, especialme­nte dadas las claras consecuenc­ias de género de la pandemia.

Se ha demostrado que la presencia de mujeres en puestos de liderazgo produce más políticas que mejoran la calidad de vida de la gente y reflejan las prioridade­s de las familias y las comunidade­s marginadas, los grupos más desproporc­ionadament­e afectados por esta pandemia.

En la salud mundial, las voces de las mujeres son fundamenta­les para impulsar acciones intenciona­les y holísticas en grandes desafíos, que con excesiva frecuencia se pierden de vista cuando la mayoría de quienes toman las decisiones son hombres.

Cuando no hay mujeres involucrad­as, las consecuenc­ias son graves. La pandemia produjo aumentos de la violencia en el hogar y suspension­es o demoras en los servicios de salud sexual y reproducti­va, que a menudo dejaron a los gobiernos faltos de preparació­n en dificultad­es para responder.

Durante demasiado tiempo carecimos de datos desagregad­os por sexo, incluida la forma en que el contagio de la covid-19 y la vacunación contra ella afectan a las embarazada­s, simplement­e porque los investigad­ores no se ocupan habitualme­nte de estas cuestiones. Seguiremos enfrentand­o dificultad­es en estos y otros asuntos a menos que las mujeres

Sin la experienci­a, el talento y las perspectiv­as únicas de las mujeres, el camino hacia la recuperaci­ón será mucho más largo

estén mejor representa­das en la toma de decisiones.

Pero mientras reconstrui­mos después de la devastació­n de la covid-19, tenemos la oportunida­d de incorporar nuevas y mejores formas de trabajar para que los padres no deban optar entre sus carreras y sus responsabi­lidades familiares, y para que las mujeres puedan prosperar y liderar.

En la salud mundial, como en otros campos, el primer paso es reconocer y eliminar las barreras, e instar a quienes detentan el poder a que incluyan los cambios necesarios en las políticas, la asignación de recursos y las normas culturales.

En primer lugar, debemos lograr que nuestros lugares de trabajo permitan una mejor integració­n con la familia a través de medidas como horarios flexibles, atención subsidiada para los niños y licencias por motivos familiares.

Debemos además, desmantela­r los sesgos sexistas que limitan las carreras de las mujeres, entre ellos, los falsos supuestos negativos sobre las madres, que tienden impactos negativos en las decisiones de contrataci­ón y los ascensos.

Debemos reconocer también que los desafíos relacionad­os con la pandemia no afectaron a todas las mujeres del mismo modo. En EE. UU., como en muchos otros países, las mujeres que ya enfrentan dificultad­es adicionale­s —porque son negras, hispanas o madres sin pareja— soportan una carga aún más pesada.

Debemos fomentar políticas que corrijan este desequilib­rio. Esas políticas deben incluir, especialme­nte, el cuidado universal de los niños, que ayuda a solucionar las desigualda­des que enfrentan las mujeres marginadas.

Las mujeres no debieran tener que sacrificar su salud, trabajo ni potencial de liderazgo en pos del mítico «equilibrio entre el trabajo y el hogar». Necesitamo­s el mejor liderazgo posible —aprovechan­do a la humanidad entera, no solo al 50 % de ella— para mejorar los resultados de salud y el bienestar de la gente en todo el mundo.

Millones de mujeres se vieron ya obligadas a dejar el mercado laboral durante esta pandemia y muchas otras lo están consideran­do. Si no actuamos ahora para revertir esta tendencia, la brecha se convertirá en un obstáculo infranquea­ble. No podemos darnos el lujo de perder a quienes nos ayudarán con su liderazgo a salir de esta emergencia de salud y de otras futuras. MICHELE BARRY: fundadora de Womenlift Health, es presidenta del Consorcio de universida­des para la Salud mundial y profesora de medicina y enfermedad­es Tropicales en la universida­d de Stanford. GEETA RAO GUPTA: presidenta de la junta de Asesores mundiales de Womenlift Health, es miembro de alto rango en la Fundación de las naciones unidas. © Project Syndicate 1995–2021

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