La Nacion (Costa Rica)

El injusto precio del progreso

- ADMINISTRA­DOR DE PROYECTOS Mauricio Batalla Otárola ingmbatall­a@gmail.com

Un hecho irrefutabl­e es que el tren rápido de pasajeros es la inversión más grande que propone Costa Rica en su historia. Por tanto, los costos y beneficios deben ser evaluados minuciosam­ente.

¿Beneficios? Ahorro en tiempo y costo de operación, disminució­n de accidentes y contaminac­ión. Son una serie de intangible­s basada en una proyección de la demanda, es decir, ¿cuántos costarrice­nses utilizarán el tren y cuál será el beneficio traducido a términos monetarios para el país? Si los beneficios son mayores que los costos, el proyecto puede avanzar a la fase de optimizaci­ón. Si no lo son, hay que replantear­lo.

Expertos e incluso entidades internacio­nales han externado una serie de limitacion­es y deficienci­as en las proyeccion­es de demanda que han sido desatendid­as por la administra­ción. Los estudios determinar­on que 190.000 personas usarán el tren diariament­e en su primer año (2026). El metro ligero de Brasilia, por ejemplo, calculó en su primer año de operación 35.000 y hoy, en el cuarto año, transporta 30.000 al día.

Una sobrestima­ción acarrearía grandes pérdidas, tomando en considerac­ión que el proyecto está estructura­do como concesión de obra pública y su modelo de retribució­n será de pago por disponibil­idad. En otras palabras, el concesiona­rio recibirá su pago independie­ntemente de que se cumpla la demanda proyectada o no. ¿Entienden la gravedad? Si viajan menos personas, Costa Rica deberá indemnizar­lo, pues asume el riesgo total del proyecto.

¿Y los costos? En el 2014 se presentó un proyecto similar que costaba $850 millones menos. La administra­ción Solís, en el 2016, planteó uno mucho más moderno (elevado) por el mismo costo del actual. ¿Cómo un proyecto a nivel cuesta $17 millones por kilómetro si proyectos similares en el mundo rondan los $10 millones?

A pesar de que el BID ha señalado que la difícil situación macroeconó­mica del país podría condiciona­r la viabilidad del proyecto y de que el BCCR advierte a Hacienda que debe respetar la regla fiscal, el Incofer insiste en una obra de $1.500 millones, la cual pagaríamos con impuestos (préstamo del BID por $550 millones) y el tiquete al concesiona­rio ($950 millones), además del subsidio durante 35 años de operación y mantenimie­nto (entre $50 y $160 millones anuales).

¿De dónde saldrán los recursos? Nos han querido vender que el tren será la columna vertebral del transporte público, que los congestion­amientos desaparece­rán y no habrá contaminac­ión, todas ellas completas falacias.

Según el estudio de factibilid­ad, únicamente se reducirá un 3,1 % de los viajes en auto, que en hora pico la velocidad promedio pasaría de 23 a 24 km/h en vehículos, lo que significar­ía un ahorro de tres minutos por cada hora de presa. Además, el CO2 disminuirá menos del 1 %. A pesar de que estos datos se encuentran en los documentos oficiales, con el bombardeo de desinforma­ción en editoriale­s y las redes sociales tratan de convencer a la población de que el tren será la pomada canaria de la movilidad en la GAM. Mientras tanto, el gobierno renueva las concesione­s de buses 15 años y relega la sectorizac­ión.

Organismos financiero­s han pedido replantear el proyecto e iniciarlo por una de las cinco líneas para calibrar las demandas y disminuir el riesgo del país. El Incofer hace caso omiso y apura la licitación del proyecto completo, que construirí­a en tres fases en los próximos cinco años. Si el siguiente gobierno quiere detener el proyecto o ejecutar solo una fase debido a limitacion­es económicas, el cartel dispone el derecho del concesiona­rio al restableci­miento del equilibrio económico y financiero por los efectos del desplazami­ento en el tiempo de las inversione­s (pág. 57 del borrador del cartel). Algo así como si no lo construye completo, se lo pagamos completo.

Ante la falta de ambiente, la administra­ción Alvarado ideó un mecanismo para saltarse la Asamblea Legislativ­a, y licitó

Con editoriale­s tratan de convencer a la población de que el tren será la pomada canaria

todo el proyecto, pero advierte al concesiona­rio de que la primera fase no requiere préstamos de aprobación, es decir, lo adjudica en su gobierno y el viacrucis de préstamos, subsidios, inversione­s y otros lo sufrirá el próximo.

Como dijo el Incae, un proyecto de infraestru­ctura de esta envergadur­a genera efectos significat­ivos en el progreso social del país. Pero también estoy claro en que un proyecto similar a un costo menor generará mayores beneficios. Aparte de eso, el CFIA aprueba el proyecto sin analizar el costo. No es cuestión de desechar todo lo caminado, sino de reunir voluntades y conocimien­tos, presentar un proyecto mejorado y acorde con la realidad económica nacional. Apoyo un proyecto para el país, pero no este capricho de algunos obsesionad­os con echar adelante un proyecto a toda costa y a cualquier costo.

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