La Nacion (Costa Rica)

Drama a la orilla del río

- Hugo Solano C. hsolano@nacion.com

A Priscila Valverde Mora, de 27 años, la encontraro­n sin vida en junio pasado, en el cauce del río San Isidro, detrás de la Dirección Regional del Ministerio de Educación Pública en barrio Las Américas, Pérez Zeledón.

Un golpe de objeto contuso en la cabeza hace presumir al OIJ que la mataron, pero el resultado de la autopsia aún está pendiente.

El cuerpo yacía en la orilla que colinda con un predio frecuentad­o por consumidor­es de drogas, actividad en la que también ella había caído desde años atrás con alcohol y marihuana, pero desde octubre del 2020 comenzó con el crack, que es más adictivo.

Así lo explicó Emiley Mora García, de 59 años, madre de la víctima, quien labora de lunes a sábado vendiendo prendas de vestir en una acera, frente a la tienda Ekono, en San Isidro.

Afirma que la última vez que vio a su hija con vida fue el miércoles 23 de junio. “Ella llegó con mucha ansiedad a mi casa, le dimos de comer, después se despidió y se fue.

“Me hace mucha falta. Aunque estaba en drogas, es un ser humano, como todos”, dijo muy dolida.

Aunque no hay sospechoso­s del crimen, la mamá tiene sospechas de que sujetos allegados a su hija la habrían ultimado, “quizás por ciertas envidias”.

Priscila era la penúltima de siete hermanos. Estudió hasta tercer año de secundaria y era madre de una niña que este mes cumple 11 años, un varón, de 8 y el menor, de 5 años.

Como madre, dijo que esperaba ver a Priscila salir de las drogas y dedicarse a sus hijos, pero no llegó ese tiempo. “Cuando no estaba bajo efecto de las drogas, era muy amorosa”, recordó la señora.

La niña ahora vive con una tía, mientras que sus hermanos están sobrelleva­ndo juntos el duelo con el padre del más pequeño. Este último ya vivía con su papá desde hace dos años, en Sabanilla de Montes de Oca.

El Patronato Nacional de la Infancia informó desde enero del 2021 que a los tres se les brinda un proceso especial de protección o acciones psicosocia­les, para garantizar su integridad.

Valiente. Para sobrelleva­r el duelo, doña Emeley no deja de trabajar. Además de su puesto de ropa, desde desde hace año y medio ayuda a la Fundación PZ se baña, repartiénd­oles comida a personas en condición de calle.

Incluso le ha tocado atender a varios allegados a su hija, entre quienes podrían estar los homicidas. “A veces le pido a mis compañeros que los atiendan ellos, para evitar una reacción fea”, dijo.

Pese a todo, los martes, jueves, viernes y domingos ella presta colaboraci­ón a la Fundación en su ayuda social. Justamente esa organizaci­ón la apoyó con los gastos del funeral.

Según Maureen Mata, de la Fundación PZ se baña, en el funeral vieron a Emiley abatida de dolor y tristeza, tanto que acabó en emergencia­s médicas del hospital. “Casi se nos va ella también”, afirmó.

Su sorpresa fue que a los tres días del funeral, Emiley llegó a la Fundación para ayudarles de nuevo a servir alimentos a las personas en condición de calle.

“Quizás le ha dado de comer al que le arrebató la vida a Priscila, o quizá uno de estos días lo tenga que ver cara a cara. Doña Emiley está hecha de algo sobrenatur­al”, comentó Maureen, quien la conoce desde hace varios años.

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MARIO CORDERO, CORRESPOnS­AL gn Emiley Mora colabora desde hace varios años con la atención de personas en condición de calle.

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