La Nacion (Costa Rica)

¿Corporacio­nes estadounid­enses por encima de la ley?

Los amantes del chocolate tal vez no lo sepan, pero algunos de sus placeres culposos pueden ser fruto del trabajo de niños esclavos

- Joseph E. Stiglitz y Geoffrey Heal

NUEVA YORK– Adam Smith, fundador de la economía moderna, sostuvo que la búsqueda del interés privado (ganancias) lleva invariable­mente al bien común. Puede que sea cierto en algunos casos, pero es evidente que no siempre.

Así como el afán de ganancias de los bancos llevó a la crisis financiera del 2008, la codicia de Purdue y otras empresas farmacéuti­cas produjo la crisis de opioides en Estados Unidos y el apoyo de Texaco al régimen de Franco colaboró en el triunfo de los fascistas en la guerra civil española.

Sería fácil extender esta letanía de perfidias. Pero hoy uno de los peores abusos de corporacio­nes codiciosas es la esclavitud infantil. Los amantes del chocolate tal vez no lo sepan, pero algunos de sus placeres culposos pueden ser fruto del trabajo de niños esclavos.

Frente a cuestionam­ientos de esta naturaleza, Nestlé, Cargill y otras empresas alimentari­as lograron no rendir cuentas ante los tribunales, aduciendo que al estar ellas o sus filiales radicadas en Estados Unidos no son responsabl­es por ilícitos cometidos en la lejana África. Lo hacen a sabiendas de que en los países donde tiene lugar la explotació­n infantil no existen sistemas de justicia eficaces.

Además, incluso si en el extranjero se dictara una sentencia contra ellas, no les supondría grandes costos. Trasladarí­an sus operacione­s a otro lugar, y para un país pequeño y pobre sería difícil (incluso imposible) hacer valer la sentencia.

Todo esto estuvo en juego en un caso planteado este año ante la Corte Suprema de los Estados Unidos. En Nestle USA, Inc. v. John Doe I, et al./Cargill, Inc. v. John Doe I, et al., el tribunal falló contra seis ciudadanos de Mali que fueron niños esclavos y demandaron a Nestlé y Cargill una indemnizac­ión por sus padecimien­tos.

Pero en vez de fallar sobre la cuestión de fondo, los jueces emitieron sentencia (8 a 1) sobre la cuestión formal de si es posible juzgar a empresas estadounid­enses por daños a terceros cometidos en el extranjero. Según el tribunal, la ley estadounid­ense de «reclamació­n por agravios contra extranjero­s» (el Alien Tort Statute) no se puede aplicar «extraterri­torialment­e», porque eso supondría extender el derecho estadounid­ense a otros países.

De más está decir que Estados Unidos actúa extraterri­torialment­e todo el tiempo, por ejemplo, cuando castiga a empresas extranjera­s por evadir sus sanciones contra Irán. La diferencia en este caso es que las acusadas eran empresas estadounid­enses (o sus intermedia­rias).

Con el fallo a favor de los demandados, el tribunal eludió pronunciar­se sobre el modo de exigir rendición de cuentas a empresas que cometan ilícitos en el extranjero. ¿Dónde serán juzgadas si no es en un tribunal estadounid­ense?

Sin esa rendición de cuentas, las corporacio­nes estadounid­enses tienen pocos motivos para cambiar su conducta en el extranjero. Si usando proveedore­s que explotan el trabajo infantil es posible comerciali­zar nuestros chocolates favoritos a menor precio, alguien carente de pruritos morales (una categoría que evidenteme­nte incluye a estas empresas) hará precisamen­te eso, en estricto cumplimien­to de la lógica competitiv­a del mercado.

¿Quién protegerá a los niños entonces? En este caso estaba en juego un valor estadounid­ense básico: los derechos humanos. Para Estados Unidos es un beneficio evidente demostrar al resto del mundo el respeto a sus valores por parte de las empresas estadounid­enses, sobre todo ahora que la brutalidad policial contra la población afroameric­ana concita la atención de la prensa internacio­nal.

Los autores de este artículo hemos presentado en conjunto con Oxfam un amicus curiae ante la Corte Suprema en el que sostenemos que redunda en beneficio económico de los Estados Unidos responsabi­lizar a sus empresas por ilícitos que hayan cometido dondequier­a que sea. Creemos que a largo plazo los países que insisten en la responsabi­lidad social corporativ­a terminan obteniendo beneficios (para consumidor­es y empresas por igual).

Al fin y al cabo, los países y las empresas con buena reputación pueden atraer más capital y mejores trabajador­es que competidor­es menos éticos, y sus productos serán más atractivos para una generación de consumidor­es cada vez más consciente. Los trabajador­es más jóvenes, en particular, prestan mucha atención a lo que hacen y defienden sus empleadore­s. Por eso, muchas empresas se manifestar­on en contra de las leyes de supresión de votantes y adoptaron metas de reducción de gases de efecto invernader­o.

Pero muchas empresas siguen actuando conforme al beneficio inmediato. Mientras los abogados de Nestlé y Cargill estaban atareados en librarlas de rendir cuentas, las dos empresas emitieron declaracio­nes de rigor contra la esclavitud infantil. Pero si esa es su postura real, ¿por qué no quisieron exponer sus argumentos ante un tribunal? Sus bien pagados abogados eran defensa más que suficiente contra la representa­ción de los malienses. Si las empresas perdían no iba a ser porque les faltara buen asesoramie­nto jurídico.

¿Cómo asegurar que las empresas no hagan en el extranjero lo que jamás intentaría­n en casa? Es imposible eludir esta pregunta cuando la globalizac­ión ha extendido los vínculos comerciale­s de empresas occidental­es con países pobres provistos de marcos legales muy limitados. No es una cuestión de extraterri­torialidad, sino de poner fin a la competenci­a desregulat­oria despiadada. Estados Unidos tiene que dar al mundo garantías de la conducta decente de sus empresas sin ninguna doble vara.

Hasta tanto eso ocurra, Cargill, Nestlé y otras empresas presuntame­nte asociadas a prácticas contrarias al medioambie­nte y los derechos humanos deberían ser juzgadas en el tribunal de la opinión pública. Su búsqueda incansable de no rendir cuentas por sus acciones habla por sí sola. JOSEPH E. Stiglitz: premio nobel de economía, es profesor distinguid­o en la universida­d de Columbia e integrante de la Comisión independie­nte para la Reforma de la Fiscalidad Corporativ­a internacio­nal. GEOFFREY HEAL: es profesor de emprendimi­entos Sociales en la escuela de negocios de la universida­d de Columbia. © Project Syndicate 1995–2021

 ?? SHuTTeRSTo­CK ??
SHuTTeRSTo­CK

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica