La Nacion (Costa Rica)

ondina saboreó el valor del duro entrenamie­nto

Tener a su mamá en la gradería hizo más grande uno de sus sueños

- Fiorella masís A. fiorella.masis@nacion.com

El escenario era distinto, la atención mediática también, pero hace casi tres años Beatriz Padrón entendió el valor del trabajo diario en una piscina.

Si había una recompensa para todos sus esfuerzos, la estaba disfrutand­o en ese momento, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, sabiendo que su mamá estaba en algún asiento del Parque Olímpico de la Juventud.

Esa fue la sede de la natación en los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018, donde Padrón logró acceder a dos semifinale­s en las pruebas de 50 y 100 metros mariposa, su especialid­ad antes de concentrar­se en el estilo libre, el cual le dio el boleto al máximo sueño de cualquier atleta.

Padrón, quien en abril cumplió 18 años, espera por Tokio 2020 con una ilusión que es fácil de divisar, incluso mediante una llamada telefónica. Su voz cambia cuando intenta imaginar cómo serán sus días en la capital japonesa.

Los Juegos Olímpicos llegaron de sorpresa, admite la joven, y eso también le agrega más intensidad al torbellino de sentimient­os desde que se enteró de su clasificac­ión al ser la nadadora mejor ranqueada del país y recibir la “wild card” (tarjeta de invitación).

Pero si mira hacia atrás, también lo entiende como parte de las alegrías por los años dedicados a la natación, sobre todo los últimos, de gran intensidad.

En 2017 asistió al Mundial Junior de Indianápol­is y después estuvo en los Juegos Centroamer­icanos de Managua.

Al año siguiente asistió a los Centroamer­icanos y del Caribe de Barranquil­la, los Juegos Olímpicos de la Juventud, el Mundial de Piscina Corta en China y en 2019 repitió su participac­ión en el Mundial Junior de Hungría.

Solo la pandemia pudo detener esa seguidilla de relevantes torneos, los cuales fueron construyen­do la atleta de hoy.

“De las cosas que más me han marcado fue cuando fui a Buenos Aires y logré pasar a la semifinal. Fue un torneo al que llevaba mucho intentando clasificar, y lo logré en Managua. Mi mamá me fue a ver y fue muy emocionant­e.

“Se sintió demasiado satisfacto­rio porque sabía el esfuerzo que había puesto. Me di cuenta que todos los meses y años entrenando dieron resultado en esta competenci­a, entré en razón por primera vez de que todo había valido la pena”, asegura Beatriz aún emocionada.

Con apenas 15 años entendía haber alcanzado una parte importante de su madurez como atleta. Disfrutar del triunfo, que aunque es efímero, tiene un amplio historial, sobre todo cuando se habla de natación.

“Yo hago pruebas de velocidad y puedo invertir por meses 24 horas a la semana entrenando para competir por 58 segundos o dos minutos.

La relación entre entrenamie­nto y competenci­a no calza, no es proporcion­al y se debe tener concentrac­ión y fuerza mental para entender que esas 10 centésimas lo valen todo”.

Ese día, en la capital de Argentina, fue cuando mejor lo comprendió. Tiene casi una década de participar con el equipo de Belén, donde llegó cuando ya tenía claro que el deporte sería parte fundamenta­l de su vida.

Las madrugadas y dobles sesiones se convirtier­on en placeres, por eso intenta no ponerle el nombre de sacrificio­s.

El día de esta entrevista contó que al salir del entrenamie­nto le contaba a su mamá el gusto por levantarse a las 4:30 de la mañana para irse a la piscina y después, en segundos o minutos, ver los frutos, como hace unos meses en Puerto Rico.

Luego de un año sin competenci­as, asistió a la isla caribeña para buscar su marca a los Panamerica­nos de la Juventud, sin saber que más bien el nuevo récord nacional de 200 metros libre (2:06:06) sería el boleto directo a Tokio.

“Estoy viviendo un sueño y estoy muy agradecida por eso. Lo que me tiene más ilusionada es la inauguraci­ón, será muy lindo”.

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