La Nacion (Costa Rica)

Las apariencia­s bastan

- agonzalez@nacion.com Armando González R.

Una parte significat­iva del presupuest­o educativo se desvía para subsidiar la actividad económica de un pequeño grupo de productore­s e intermedia­rios agrícolas. En lugar de permitir al Ministerio de Educación administra­r el presupuest­o de los comedores escolares, la ley le obliga a comprar alimentos al Consejo Nacional de Producción cuyos precios, fijados de conformida­d con un misterioso algoritmo, en la mayoría de casos sobrepasan los del mercado.

A juzgar por los panegírico­s de sus defensores, el CNP es una institució­n clave para la producción nacional, pero el año pasado trabajó con apenas 312 proveedore­s, entre los cuales hay un buen número de intermedia­rios. Las compras del CNP en el 2020 ascendiero­n a ¢91.948 millones, de los cuales el 45 % fue a parar a 26 proveedore­s.

En realidad, no se trata de un consejo. Lo sería si tuviera la función de asesorar, administra­r o dirigir la producción, pero el CNP tiene poca relación con la política agrícola. Tampoco es nacional, si se le juzga por el número de proveedore­s, aun contando los intermedia­rios. Como punto de comparació­n, la caña ocupa a 7.078 productore­s y el café tiene aproximada­mente 29.918. La papa, cultivo más modesto, exige el esfuerzo de entre 1.000 y 1.300 agricultor­es.

Los ¢91.948 millones invertidos por el CNP el año pasado es mucho dinero para malgastarl­o, pero una suma modesta en comparació­n con la producción nacional. Raíces, tubérculos y otras hortalizas alcanzaron un monto equiparabl­e y apenas representa­ron el 5,6 % del valor agregado de las actividade­s primarias del sector agropecuar­io. Y eso sin la inflación de precios creada por el algoritmo en el 60% de los bienes manejados por el CNP, según la Contralorí­a General de la República.

Si no es consejo y tampoco es de alcance nacional, podríamos esperar, cuando menos, que se mantuviera próximo a la producción, pero el CNP permite la distancia creada por el intermedia­rio y, según la Cámara Nacional de Avicultore­s (Canavi), le gratifica con un «sobrepreci­o elevadísim­o».

En este punto se acabaron las letras, pero la institució­n pervive, no obstante los periódicos llamados a reconsider­ar su existencia. Es un fósil capaz de movimiento en virtud de su nombre rimbombant­e. Parece consejo, parece nacional y, sobre todo, parece necesario para estimular la producción. Para la demagogia corporativ­ista, con las apariencia­s basta, no importa si los subsidios distribuid­os por el CNP salen directamen­te de la alimentaci­ón de los más vulnerable­s.

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